Cirugía pionera: reconstruyen el abdomen con músculos del muslo y la espalda devolviéndole su funcionalidad
El Hospital de Sant Pau de Barcelona ha realizado cuatro intervenciones con esta técnica, que reduce los riesgos postoperatorios y optimiza la recuperación, y en cuatro de ellas ha funcionado
«Vuelvo a ser la de antes», señala una de las pacientes intervenida con éxito
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Uno de los problemas asociados hasta ahora a la cirugía de reconstrucción de la pared abdominal era la pérdida de funcionalidad de la zona intervenida. Ahora, el Hospital de Sant Pau de Barcelona ha logrado por primera vez en el mundo resolver este problema ligado este tipo de cirugía con una nueva técnica reconstructiva que reduce los riesgos postoperatorios y optimiza la recuperación de los pacientes que se someten a esta intervención fruto de resecciones oncológicas, secuelas de traumatismos o de radioterapia, o de complicaciones postquirúrgicas de reconstrucciones anteriores.
Para ello, el centro barcelonés utiliza colgajos microquirúrgicos -una porción de piel sana- con componente muscular antólogo reinervado en estos pacientes. Es decir, se extrae al paciente un musculo de otra parte de su cuerpo que no necesita y se coloca en la zona intervenida para que recupere la funcionalidad del original. El nuevo músculo no sólo reemplaza la pared muscular lesionada o resecada, sino que adicionalmente es capaz de contraerse y tener una función exactamente igual a la del músculo original al cabo del tiempo una vez culminada la reinervación.
Un equipo multidisciplinar integrado por distintos servicios del hospital -Cirugía Plástica, Cirugía General, Anestesiología, Enfermería...- ha realizado ya cinco intervenciones con esta técnica (en cuatro de ellas la pared del abdomen ha recuperado su funcionalidad) que «supone ofrecer una opción reconstructiva ideal a pacientes que, sin ella, o bien eran considerados como inoperables (paliativos) o las secuelas de la intervención disminuían radicalmente su calidad de vida«, señalan desde el hospital. Con ello, no sólo pacientes paliativos son candidatos a cirugía curativa, sino que se obtiene un aumento de la supervivencia global y la recuperación de la calidad de vida normal. Adicionalmente, este tipo de reconstrucción ofrece una protección ante los tratamientos post quirúrgicos -sobre todo la radioterapia- en pacientes oncológicos con sarcomas.
«Hemos conseguido restaurar completamente la función muscular abdominal normal que el paciente tenía antes de la intervención. El nuevo músculo recupera la capacidad de contraerse y es capaz de mantener la misma actividad del músculo original y su tono. Con esta reconstrucción estructural y funcional los pacientes vuelven a hacer vida completamente normal», señala el doctor Manuel Fernández-Garrido, adjunto del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital de Sant Pau. «Incluso en algunos pacientes es imposible diferenciar si el músculo es original o se ha sustituido», añade el doctor José A. González, jefe clínico de Cirugía General y Digestiva del hospital. Ambos explican que la idea surgió en las reuniones semanales de la Unidad Funcional de Tumores Mesenquimales Malignos Óseos y de Partes Blandas (Sarcomas), área donde el hospital barcelonés es referente nacional.
Una malla para sujetar los órganos internos
Hasta hoy, la reconstrucción de la pared abdominal era sólo estructural: una vez extirpado el tumor, se colocaba una malla para sujetar los órganos internos y se cubría la zona con piel. «Esto suponía la pérdida del músculo, que es la estructura funcional más importante de la pared abdominal, la que mantiene los órganos abdominales internos en su sitio, y que es imprescindible para hacer cualquier movimiento natural, como levantarse de una silla, por ejemplo, y ya no digamos para hacer esfuerzos o ejercicio», explica Fernández. Asimismo, con la técnica antigua «se exponía al paciente a un amplio abanico de complicaciones postoperatorias: fístulas, infecciones crónicas, o acumulación de líquido en la herida, alteraciones funcionales, hernias...».
Estas complicaciones son especialmente graves en pacientes oncológicos que tras la reconstrucción abdominal deben continuar el tratamiento de radioterapia, «porque la herida se puede abrir dejando expuesta la malla, porque la piel puede ulcerarse... y esto limita mucho su calidad de vida«. »Si embargo, con la reconstrucción funcional -añade el especialista- tenemos un tejido vivo que está revascularizado y reinervado, con lo que no se atrofia y es más resistente a la agresión de la radioterapia local«. También cabe destacar que «las secuelas en la zona del músculo donante son mínimas en el caso del uso del musculo gracilis y asumibles en el uso del musculo latissimus dorsis. Tenemos musculatura que compensa su ausencia y, por tanto, al cabo del tiempo el paciente puede hacer una vida completamente normal».
Intervención en tres fases
Este tipo de cirugías, refiriéndonos a los pacientes oncológicos, son largas, pudiendo durar hasta 12 horas, y los expertos explican que son tres etapas bien diferenciadas. La primera es la preparación del campo quirúrgico previa a la intervención, donde los cirujanos plásticos identifican los vasos donantes y receptores mediante distintas técnicas de imagen.
La segunda fase consiste en la resección del sarcoma según los márgenes quirúrgicos oncológicos indicados en cada paciente. Los cirujanos también preparan los vasos sanguíneos receptores del nuevo músculo y ponen una malla sintética que «cubre los órganos internos».
La tercera parte es la restauración de la estructura y función de la pared abdominal, que consiste en restituir el músculo eliminado en la resección del tumor por otro procedente de otra zona del cuerpo. «Extraemos un músculo donante, que suele ser el músculo 'gracilis' o el músculo vasto lateral, ambos ubicados en el muslo, o el músculo 'latissimus dorsis' (dorsal ancho), localizado en la espalda. La elección depende del tamaño de la zona a reconstruir. Estos músculos son prescindibles, aunque siempre utilizamos el que genere las mínimas secuelas tanto funcionales como estéticas. Modelamos y colocamos el nuevo musculo en la zona receptora igual a como estaba el resecado. Después, unimos los vasos sanguíneos y nervios del nuevo músculo a los de la zona receptora, utilizando el nervio del musculo original», precisa Fernández Garrido.
Una vez estos nervios se regeneran, el músculo donante hace exactamente la misma función que el original. La reinervación total se suele recuperar al cabo de un año, mientras que la funcionalidad muscular se recupera antes. De no hacerlo así, los músculos no reinervados se atrofian, «se produce una fibrosis y se quedan como una estructura rígida», mientras que de este modo «no sólo conseguimos mantener su función y que se contraiga de modo natural, sino también que mantenga su tono y por tanto la contención estructural característica de la pared abdominal», explica el experto.
El Hospital ha llevado a cabo cinco intervenciones de este tipo y calcula podría hacer entre tres y cuatro cada año en pacientes muy seleccionados y con un perfil muy específico: con la pared abdominal destruida por un traumatismo, por una hernia o por un tumor. La primera intervención se realizó hace un año en una paciente con graves defectos en la pared abdominal a consecuencia de un accidente de coche. En este caso, se utilizó un músculo reinervado de la espalda para realizar la reconstrucción. «Al cabo de seis meses se evidenció una simetría de la contracción de la pared abdominal. Ahora, un año después, hemos hecho una electromiografía (EMG), una prueba de diagnóstico que permite evaluar la salud de los músculos y de las células nerviosas que los controlan, los resultados de la cual han confirmado que el nervio se ha regenerado y que, por tanto, se ha recuperado la función muscular completa», afirma el experto del Sant Pau.
La paciente, Maria Rosa Vergés Tubau, ha explicado que le salvaron la vida después del traumatismo, pero su pared abdominal quedó destruida y pensaba que sería una persona de salud «delicada» el resto de su vida, informa Ep. Sin embargo, tras esta operación asegura estar «muy contenta» porque es la misma de antes del accidente y puede caminar y nadar y los médicos le han dicho que incluso podría esquiar si quisiera, aunque hace tiempo que ya no practica este deporte. «Tras la intervención he vuelto a ser la de antes», explica a los medios.
Los otros cuatro pacientes presentaban todos sarcomas. Aquí, para realizar la reconstrucción abdominal se utilizó el músculo gracilis en tres casos y un músculo vasto lateral en otro, si bien, según el doctor, «en cada caso usamos el músculo que necesitamos y más se ajusta al resecado, ya que en el cuerpo existen distintas zonas donantes».
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Tras la intervención, los pacientes deben hacer reposo para que el nuevo músculo no se mueva y no se deshagan las conexiones quirúrgicas del músculo transferido. El alta hospitalaria suele ser al cabo de 15 días si todo evoluciona correctamente. A partir de aquí, las indicaciones de los cirujanos pasan por no hacer ejercicio durante al menos un mes y medio y por llevar una faja durante tres o seis meses para contener el abdomen y que no haya distensión, iniciando movilidad y ejercicio de forma progresiva.
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