Christian, Elisa, Yago... cuando maltratar a la madre no basta

En lo que va de año se han registrado nueve crímenes por violencia vicaria, una cifra récord en una década

El 40% de padres asesinos mató a sus hijos con un arma blanca, el 19% por asfixia

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Los Mossos d'Esquadra buscan pruebas en el domicilio de Bellcaire (Gerona) donde un padre acuchilló a su hijo de cinco años EFE

«Me dijo: 'Tu hijo está en el sofá esperándote, le he reventado la cabeza y la cara'». Beatriz puso palabras al peor infierno al que se puede enfrentar una madre: el asesinato de un hijo. A Christian, de dos años, lo mató 'Pakillo', ... la pareja de Beatriz, en la casa del padre de ella en Linares (Jaén) la semana pasada. Ella estaba fuera limpiando una casa. A Yerai, el hermano gemelo de la víctima, el mismo individuo le dio una paliza que lo mandó al hospital. Beatriz había estado dos veces en el sistema Viogen por sufrir malos tratos de dos parejas anteriores y acumula un historial de violencia y fracasos en su vida insoportable para cualquiera.

Madre de seis hijos, solo los gemelos permanecían a su cargo. Ha tenido varios intentos de suicidio y ahora le han quitado la tutela de Yerai, como ya le ocurrió con sus tres hijos mayores. No puede acercarse al pequeño y se la investiga por no haber denunciado que su pareja maltrataba a los niños; también a ella, tal y como relató ante los agentes de la UFAM y reiteró al juez.

'Pakillo' es un individuo sin oficio ni beneficio, con entradas y salidas continuas de prisión por robos (hacía solo cuatro meses que estaba en libertad); un delincuente y consumidor de drogas que, de cuando en cuando, se quedaba al cargo de los críos. Beatriz contó que su novio no soportaba que Cristian llorara porque tenía hambre o por una rabieta. Las familias paterna y materna de los niños les vieron moratones y mordiscos en numerosas ocasiones y aún así las criaturas siguieron viviendo en ese purgatorio doméstico sin que nadie interviniera.

El presunto asesino no tenía el perfil a priori para perpetrar un crimen salvaje como el del pequeño Christian, según explican fuentes policiales a a ABC. En realidad, casi ningún asesino que comete violencia vicaria parece responder a un estereotipo, de ahí que las propias madres maltratadas insten con frecuencia a que no se rompa el vínculo con los padres. Una tragedia para sus hijos a la que no se pone coto. En el caso de Linares el autor no era el padre biológico de los gemelos. Beatriz también había sido víctima de ese hombre, según las denuncias.

«Por mi experiencia observo a víctimas de violencia de género que tienen conciencia de que ellas son víctimas pero no de que lo son sus hijos. Se sienten tan víctimas que llegan a ese punto y en ocasiones a querer y pedir que tengan visitas con los padres investigados, es decir, con sus agresores», explica Flor de Torres, fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer en Andalucía, implicada desde hace décadas en ayudar a las víctimas más vulnerables.

Suprimir visitas

«Sufren falta de asertividad, frustraciones... el maltratador le está diciendo 'si pones a los niños en mi contra se va a volver contra ti' y mensajes de ese tipo. Ellas vienen deformadas y hay situaciones de muchísima vulnerabilidad como puede ser el entorno económico y factores multiplicadores, tales como el aislamiento rural, social, económico, de cualquier tipo», añade De Torres.

Para ella, como para el resto de especialistas, hay que abortar el contacto con los padres cuando hay indicios de maltrato o están investigados. «Hay que suprimir absolutamente las visitas, las medias tintas no valen y debemos interiorizarlo, de lo contrario, estamos fracasando en esta protección de los niños».

Desde 2018 el concepto de violencia de género se extiende a los hijos que sufran la violencia a la que está sometida su madre. Ese es el contexto de la violencia vicaria que desde 2013 (cuando empezaron a sistematizarse las cifras) hasta ahora (diciembre de 2024) ha costado la vida a 62 menores. Cristian es el último y como él a todos los mató su padre biológico o la pareja o expareja de su madre, según los últimos datos del Observatorio contra la Violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial.

«Constituye un foco de intensa preocupación dada la extrema vulnerabilidad de las víctimas y la inmensa carga de dolor que se deriva de estos hechos, tanto para las madres como para el resto de familiares supervivientes», reza el informe.

Sin defensa

El Observatorio, basándose en la información de juzgados y tribunales, traza un perfil de las víctimas, de los agresores y de las circunstancias en las que se dan las agresiones con el fin de dar herramientas para la toma de decisiones y enjuiciamiento de esta violencia que este año se ha llevado por delante la vida de Christian (dos años), la de Elisa y Larisa (dos y cuatro años), envenenadas por su padre que tenía un juicio de malos tratos pendiente; la de Ayax, de cinco, apuñalado por su padre que también acuchilló a la madre; la de Yago y María, mellizos de ocho años, la de Hiba y Adam, de tres y nueve, y la de Norma, que tenía 17 cuando la asesinó la pareja de su madre el pasado agosto, en plena calle. También hirió de gravedad a la mujer.

La madre de Yago y María fue asesinada por su pareja junto a los niños, igual que la de Hiba y Adam, que tenía una orden de protección en vigor y acabó enterrada en un baúl con sus niños en una casa de Las Pedroñeras (Cuenca).

Nueve asesinatos de menores sin ninguna posibilidad de defensa a manos de quienes debían protegerlos. Es la cifra más alta en la última década e iguala a la de 2015. El informe del CGPJ no recoge aún estos nueve crímenes, sino que analiza los ocurridos hasta 2023: 53 menores muertos por violencia de género. Tenían 6,8 años de media y más del 80 por ciento aún convivían con el hombre que les quitó la vida.

Casi la mitad de estos padres o no padres criminales utilizó un arma blanca para cometer su crimen, el 19 por ciento asfixió a su víctima y un 11 por ciento de las criaturas murieron a golpes, como el pequeño Christian. El promedio de edad de los autores es inferior en más de seis años al de los victimarios de mujeres (40,3 años frente a 46,7). Son también mayoritariamente españoles (más del 77 por ciento).

«Siempre parto de que es la única violencia que puede ser evitable porque ya tenemos un rastro judicial a través del régimen de visitas cuando ya hay otras violencias», asegura la fiscal De Torres.

«La reflexión es que legislativamente está resuelto pero el problema está en que los operadores jurídicos entendamos que los menores se merecen una vida sin violencia... Aún está en nuestro imaginario que un maltratador puede ser un buen padre y es falso». Su mensaje es contundente: la batalla de la violencia de género no la vamos a ganar en los juzgados, pero hay que frenarla con todos los medios.

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