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pedro cavadas

«Mi consulta está entre Lourdes y la papelera de reciclaje»

Iba para cirujano vanidoso, pero se curó a tiempo. Ahora es el médico de los trasplantes «imposibles»

mikel ponce

nuria ramírez de castro

Su afán por reconstruir cuerpos le ha llevado a remodelar miembros amputados, a trasplantar manos y brazos o a cambiar una cara... Su próxima cirugía «vistosa», como prefiere llamarlas, será un doble trasplante de piernas. Nadie lo ha intentado hasta la fecha. Pero no le gusta hablar de desafíos. «Un reto es subirse al Everest en calzoncillos. Lo que yo hago es intentar ayudar a la gente».

¿El trasplante de piernas será más complicado que el de cara?

Hasta que no lo hagamos no voy a contar muchas cosas. Hablar sobre lo que uno va a hacer y no ha hecho es de tontos. Técnicamente, son problemas distintos.

Viendo a Pistorius, el atleta sin piernas que compite con sus prótesis de carbono, ¿compensa someterse a los riesgos del trasplante y a la medicación?

Al atleta no le compensa porque él tiene rodillas. Él hace muy buena vida. Mi paciente no las tiene y no le sirven las prótesis, por sofisticadas que sean. Pero, insisto, me siento incómodo hablando de esto.

Hablemos entonces de su trasplante de cara. Quien ha visto a su paciente dice que los resultados son sorprendentes, que pasaría desapercibido si nos lo encontráramos por la calle. ¿Es así?

Sí, pero el objetivo de estos trasplantes no es que no se note la cirugía, sino lograr que un paciente con un aspecto llamativo lo sea menos.

Le trasplantó lengua y mandíbula ¿ya son funcionales?

El paciente está muy bien. Ya traga y mueve la lengua, aunque faltan todavía cosas. Necesita tiempo.

¿Cómo ha asumido su nuevo rostro?¿No ha sentido ningún rechazo psicológico?

Ningún paciente tiene rechazo psicológico. Eso es un cuento chino.

El primer paciente francés al que se le trasplantó un brazo pidió que le quitaran la nueva mano.

Aquel caso no tuvo nada que ver con un rechazo psicológico. Lo que ocurrió es que el paciente dejó de tomarse la medicación. Supongo que quería seguir ganando pasta contando su historia. Era un paciente psiquiátricamente objetable.

Con el trasplante de cara, ¿no le parece que hubo una competición un poco absurda en España por ser el primero?

Sí, fue un circo innecesario. La medicina no va de ser el primero ni de juegos de vanidad.

Después del trasplante de cara y de extremidades ¿hay espacio para pensar en otro trasplante inédito?

El objetivo no es hacer cosas nuevas, ni comprarse una mascota nueva para poder sorprender al mundo. Se trata de iniciar líneas de tratamiento que beneficien a pacientes sin opción. Hay que insistir en el trasplante de cara, que todavía tiene muchas más preguntas que respuestas.

¿Acepta lo que otros cirujanos no se atreven a hacer?

Mi consulta se ha convertido en una mezcla de Lourdes y de papelera de reciclaje. La gente que no aceptan en ningún sitio al final prueba suerte conmigo. No lo hago como un reto.

¿Cuántos casos se ve obligado a rechazar de media?

Alguno hay, pero no muchos. Es raro que digamos que no se puede hacer nada.

Al aceptar una cirugía pionera. ¿No hay un poco de vanidad?

La vanidad es característica de los cirujanos. Evitarla es complicado, pero imprescindible. Si no, haríamos una medicina de retos, en un subamos al Everest en calzoncillos o hagamos cualquier tontería que beneficie a tu propia vanidad.

Y, ¿cómo la mantiene a raya?

¡Uuuy! ya soy mayor. Dejé de tener granitos. La vanidad es como el acné: tiene una época y después se cura o se debería curar. Creo que hacerse mayor profesionalmente es tener claro el norte. En mi caso lo que no falla nunca es el preguntarme si beneficia al paciente.

¿No está cansado de ser visto como el «doctor milagro»?

No me siento así. Yo abro la puerta de mi clínica y llegan personas. Si pienso que puedo arreglarle el problema, procedo. Que eso es ser «doctor milagro» o «doctor desastre», pues no lo sé. Lo cierto es que es una responsabilidad muy grande. Tienes que estar muy, muy seguro cuando le dices a un paciente que no hay nada que hacer porque es posible que se lo crea.

Conoce nuestro sistema sanitario, ¿cree que nos lo podemos permitir?

Claramente no. La sanidad gratuita ilimitada y a caño libre con cargo a las arcas del Estado no es realista. No se puede pagar. Pero el que meta mano a eso perderá las elecciones.

Intervenciones como los trasplantes no serían asumibles en una sanidad privada.

La medicina privada pura es un sistema feroz e injusto, pero lo otro es irreal. Habrá que buscar un término medio. Lo que no cuesta no se valora y cuando regalas una sanidad irrealmente cara como la que tenemos en España, la gente no lo valora. De algún modo la gente tendría que ser consciente de la pasta insensata que vale la sanidad pública.

De su vida trascienden las operaciones imposibles y su actividad humanitaria en África. Allí repara heridas a personas que no han visto un médico en su vida ¿por qué esa debilidad por el continente africano?

Me gusta África, me produce respeto. El «homo sapiens» nació allí. Luego nos volvimos blanquitos y volvimos para expoliarla.

Le noto desencantado...

No, sólo intento ser realista. Relato lo que veo y cuanto más veo el mundo más me desencanto. Eso no hay quien lo cambie. Así que habrá que jugar con esos medios.

¿Ha pensado en retirarse a África?

Muy probablemente. No porque piense que es un paraíso. La vida allí es mucho más dura. Los seres humanos son tan bichos allí como aquí.

Hay quien interpreta sus misiones en África como acto de contricción.

Para eso hay otras opciones mejores. Lo hago porque creo que es razonable echar una mano a un semejante. Es lícito y ajeno a todo planteamiento religioso. Soy alérgico a ellos.

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