La caída de Pedro Muñoz, el cacique del Bierzo que se creía intocable
El exedil de Ponferrada, condenado a 16 años por lesiones agravadas a su exmujer, la abogada Raquel Díaz
El abogado de la víctima: «No veo el desistimiento, recurriré y pediré su inmediato ingreso en prisión»
Raquel Díaz: «Yo solo quería que aquello terminara, que me asesinara de una vez»
Dicen que en pueblos pequeños, infiernos grandes. En Ponferrada, otra vez allí, un veterano político ha saltado a las portadas nacionales al ser condenado por la Audiencia Provincial de León a 16 años y 11 meses de prisión por lesiones agravadas a su exmujer ... y otros cuatro delitos de maltrato. Es Pedro Muñoz, un polémico cacique narcisista que llegó a ser concejal, alcalde, procurador regional y diputado provincial bajo las siglas de hasta seis formaciones políticas diferentes.
Muñoz, el 27 de mayo de 2020, cuando era edil de Bienestar Social del Ayuntamiento de Ponferrada, al descubrir que su segunda mujer tenía previsto abandonarle, «la lanzó desde la terraza de la vivienda familiar y, una vez abajo, la agredió con patadas, golpes y un palo en varias partes del cuerpo», según recoge la sentencia en sus 127 páginas. «Zorra, hija de puta, ¿te has muerto ya?», le dijo.
Ella, Raquel Díaz –abogada, deportista, 44 años entonces, 20 menos que él– quedó parapléjica y con 17 graves lesiones que le causaron secuelas neurológicas irreversibles. 1.263 días tuvo que esperar esta mujer que formaba parte del turno de oficio de violencia de género de la capital berciana hasta ver sentarse en el banquillo de los acusados al hombre que le causó tal espanto, que deberá pagar a Raquel una indemnización de 1,5 millones de euros.
A Raquel Díaz casi todos en Ponferrada le dieron la espalda, por acción o por omisión. Ahora comienzan las reacciones de cuantos callaron apelando a la presunción de inocencia del agresor. ¿Y qué pasa con ella, que está viva? Algunos la dieron por muerta, y no sólo los médicos que iniciaron el protocolo de donación de órganos porque su cuerpo era una catástrofe a punto del desahucio.
«Mis amigos, mis colegas abogados, mis compañeros de partido» dice ella, «para todos dejé de existir, les venía bien que yo no hablara más del maldito caciquismo de Ponferrada, pero ni estoy muerta ni estoy loca, así que lo siento por quienes ahora no sepan cómo tapar sus vergüenzas». Muy maltrecha y algo desorientada en sus primeras declaraciones en sede judicial, Raquel Díaz ya dejaba entrever su milagrosa mejoría en la entrevista exclusiva que publicó ABC en abril de 2023: «Yo sólo quería que aquello terminara, que me asesinara de una vez», dijo entonces al relatar su calvario.
En el juicio, pidió un biombo para no cruzar su mirada con la de su agresor, pero fue capaz de declarar su tormento durante casi tres horas, y el tribunal no sólo «no apreció confabulación alguna ni relatos poco creíbles», como había insinuado un testigo durante la instrucción, sino que calificó los hechos que describió como «estremecedores» y «escalofriantes». «Sobran las palabras», indica el magistrado Carlos Miguélez en la sentencia, al describir otro insoportable episodio de violencia que grabó Raquel durante tres horas en febrero de 2020.
De sobra conocido por políticos y periodistas locales por sus cambios de humor, sus maneras soberbias y agresivas, a Pedro Muñoz, el expolítico que un día se creyó impune («el juicio no me quita el sueño, sólo me preocupan los medios que no puedo controlar», llegó a decir) le parecían «barbaridades y locuras» que mucho tiempo después del «accidente» de Raquel en «la casa de los horrores» de Toreno algunos periodistas sí se atrevieran a publicar una historia de terror que en la provincia se encargaban de silenciar gracias a lo que Raquel llama los «tentáculos» de un cacique que supo rodearse de «amistades peligrosas» y tejer una red clientelar de favores debidos. «Hubo periodistas que tuvieron en sus manos material importante sobre el caso y medios que no lo publicaron», cuenta un guardia civil.
Cargar contra la víctima
Durante el juicio, la estrategia de la defensa de Muñoz fue la misma que en la instrucción, el ataque: cargar contra la víctima, humillarla para desacreditar su testimonio, insinuar que «bebía y tomaba cosas» o que «tenía ataques de ira», en un rocambolesco intento por argumentar Muñoz que «se la encontró tirada» y dejar caer que «tal vez Raquel se subió al tejado a por la gata», o a fumar («él no me dejaba fumar, ni beber, ni salir con mis amigas o a correr sola», cuenta ella).
Los informes forenses no dejaban lugar a dudas: las 17 lesiones de Raquel no podían deberse a un único mecanismo causal. Además de la caída –fortuita o no– la colección de daños era inenarrable. Las imágenes de cómo quedó, un horror.
Con Raquel en coma pero milagrosamente viva, la coartada se le fue complicando a Muñoz cuando amigos y familiares de la mujer empezaron a dar detalles de la tormentosa relación de la pareja. A nadie contó Raquel episodios de violencia física, pero fueron muchos los testigos de su deterioro corporal y psicológico, muchos los que presenciaron la tiranía y perversa dominación de un tipo que protagonizó broncas de alto voltaje hasta con compañeros de sus propios partidos: las más sonadas, contra el entonces ministro Soria, a quien llamó «tonto del culo» en 2012, o sus improperios contra el ministro Gallardón en 2014, por la reforma sobre la ley del aborto.
«Yo soy una persona muy social, hablo muchísimo, pero nunca miento», declaró el acusado en la instrucción del caso. «Para mí la mujer es algo sagrado, señoría. Yo valoro mucho a la mujer, he hecho cursos de violencia de género. Pudiendo ser concejal de cualquier cosa, he estado en Servicios Sociales. Detesto y odio a los maltratadores».
Tampoco pudo contener su verborrea en la vista oral –a la fiscal le dijo: «yo era el presidente de un partido, señora, Raquel era un lastre para el partido»– ni durante el turno de última palabra al que tenía derecho en un juicio en que el presidente de la sala tuvo que reprobar su actitud varias veces (hasta hizo gestos amenazantes a una testigo). 24 minutos dedicó Muñoz a dejar claro que el arrepentimiento, la empatía o el pedir perdón no van con él. «En el estado que tiene Raquel, es muy difícil que pueda decir algo coherente, ¡cómo es posible que esté loca y esté declarando aquí, es que está loca!», espetó. «Lo que diga ella, no sabemos si es verdad o es mentira». Para Muñoz, «todo esto es una espiral de mentiras que ha ido implicando prácticamente a media provincia».
Caso Nevenka
El caso, salvando las distancias, recuerda bastante a lo que ocurrió en Ponferrada hace más de dos décadas, en 2001, cuando una exedil –Nevenka Fernández– denunció al entonces alcalde por acoso sexual y fue condenado. El pueblo se echó a la calle para berrear su apoyo a Ismael Álvarez, y ella prefirió irse de España. En 2023, el Ayuntamiento de Ponferrada inauguraba una rotonda en homenaje a Nevenka. ¿Tendrán que pasar 20 años para que alguien se acuerde de Raquel Díaz, que sigue viva y es víctima de un salvaje episodio de violencia del que nadie ha querido hablar, apelando a la presunción de inocencia del acusado?
Ya hay sentencia, que la defensa de Muñoz recurrirá por considerarla «injusta». También recurrirá Raquel Díaz, «hasta que se le castigue con la condena que merece». La primera reacción, la del expartido de víctima y verdugo, Coalición por el Bierzo, donde ahora dicen que están «profundamente asqueados por haber compartido espacio con Muñoz». En junio de 2020, procesado ya por intento de homicidio, sacaron un vergonzante comunicado para apoyarlo. También ahora el PSOE de Ponferrada ha pedido declararlo persona non grata.
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