Universitarios comienzan a llenar la España vacía: «A la gente joven le encanta los pueblos, si hay más servicios, vendrá más»
Alrededor de 300 jóvenes realizan sus prácticas universitarias en pueblos de menos de 5.000 habitantes, los que están en mayor riesgo de despoblación, en la primera edición del programa Campus Rural
Mil euros al mes por hacer prácticas en pueblos en riesgo de despoblación y ayudar a su modernizacion
La España que agoniza: pueblos en peligro de extinción

«Estoy en Urueña y no tengo ni una raya de cobertura», dice entre risas Manuel Alonso . Tiene 20 años y acaba de empezar sus primeras prácticas en el Centro Etnográfico Fundación Joaquín Díaz de la localidad vallisoletana, donde apenas viven 188 ... personas que le han recibido con los brazos abiertos. «Me han acogido muy bien», dice con estusiasmo.
En San Lorenzo de la Parrilla, en Cuenca , está María Sánchez desde hace solo unos días. «Hay poquita gente, no hay nada de ruido». En concreto, 1.040 vecinos. Ella hace las prácticas en el Grupo Avícola Rujamar, una productora de huevos en la que realizará labores de nutrición y sanidad animal.
Como ellos, cerca de 300 estudiantes van a realizar sus prácticas de verano en pueblos de menos de 5.000 habitantes , los que están en mayor riesgo de despoblación, en la primera edición del programa Campus Rural impulsado por el Ministerio de Transición Ecológica para acercar a los jóvenes al mundo rural. A cambio, recibirán una remuneración de 1.000 euros al mes.
«A la gente joven le encanta los pueblos. Pero dices: luego qué hago ahí. Si se consigue adaptar la vida rural y que haya más servicios, vendrá más gente»
Manuel se encarga de las bases de datos de la Fundación y solo unos días trabajando en el pueblo le han servido para conocer sus mayores atractivos: «Urueña está muy bien, tiene su villa del libro y una muralla muy chula. Es muy turístico», afirma. Estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas de Valladolid, destaca con entusiasmo la vida rural. «A la gente joven le encanta los pueblos. Pero dices: luego qué hago ahí. Si poco a poco se consigue que se vaya adaptando la vida rural y consiga más servicios, que es lo que quiere este programa, vendrá más gente».

Es precisamente eso lo que pretende el programa Campus Rural, acercar los pueblos a los jóvenes para poder volver a llenarlos de vida. Y es que Urueña es uno de esos pueblos donde el médico solo va una vez a la semana y no hay centro de salud.
«No tienen los mismos derechos los que viven en el entorno rural que los que viven en una ciudad». Quien habla es Beatriz , que realiza sus prácticas de administración y gestión pública en el Concello de Trabada, de 1.114 habitantes. «Es un ayuntamiento pequeño pero muy chulo. El trato es muy cercano», dice tras sus primeros días.
Estudiante de la Universidad de Vigo, escogió este destino para estar «cerca» de su familia, que vive en Muras, a una hora en coche, para poder visitarla los fines de semana y la experiencia hasta ahora la resume en una palabra: «Superbien». Para ella este programa no supondrá un gran cambio porque su localidad es incluso más pequeña y conoce de sobra la parte más negativa de la despoblación. «De pequeña apenas tenía amigos porque la gente del cole no era de mi pueblo y para hacer extraescolares tenia la suerte de que mis padres tenían coche para llevarme a taekwondo al pueblo de al lado», lamenta.
Por su experiencia, prefiere mudarse a una ciudad «o una villa de 10.000 o 15.000 habitantes» cuando acabe la carrera, pero no descarta acabar en un pueblo pequeño, aunque coincide con Manuel en la principal barrera. «Si hubiera servicios sí me gustaría. En un futuro más lejano no lo descarto pero ahora con mi edad prefiero algo más grande». Sin embargo, sus pocos días en Trabada, reconoce, le están abriendo la mente no le importaría trabajar en un sitio como este.

Por el momento va a conocer el bonito municipio en el que trabajará durante el verano y que no había pisado antes, pero confía en que el programa sirva para «remover conciencias y conocer otras realidades que deriben en políticas públicas» aunque cree que gente de la ciudad también podrá descubrir que su mundo está en un pueblo.
Es el caso de María, que sabe que su futuro está en el entorno rural. Estudió en la Politécnica de Madrid llegada de Mallorca y, con su carrera, sabe que el campo es su lugar. «Las empresas productoras al final están en el campo porque es donde están los animales», explica. Sin ningún arraigo previo a San Lorenzo, sus primeras impresiones han sido muy buenas. «Al entrar en un bar, enseguida te veían que no eras de allí, pero rápido te dan conversación como si lo fueras».
«Lo básico lo tienes en el pueblo, pero los servicios a los que estamos acostumbrados los que hemos vivido en ciudad, pues obviamente no hay comparación»
El programa, afirma, servirá para que los jóvenes conozcan lugares que, de no ser por las prácticas, no habrían oído hablar de ellos, como en su caso con San Lorenzo, cuyos alrededores está dispuesta a recorrer durante este tiempo. Si hay trabajo, tiene claro que se quedaría, bien aquí o en otro pueblo similar, aunque valoraría una ciudad cercana. «Lo básico lo tienes en el pueblo, pero los servicios a los que estamos acostumbrados, los que hemos vivido en ciudad o con la ciudad muy cerca, pues obviamente no hay comparación. Como he venido a probar, me apetece ver qué tal me siento aquí».
«Lo difícil ahora sería volver a la ciudad»
Desde el otro prisma, Mateo Córdoba anima tanto a jóvenes y mayores a llenar los pueblos. Farmacéutico de Villalgordo del Júcar (1.081 habitante), en Albacete, recibirá el 15 de junio a una joven de Albacete que hará prácticas junto a él y su compañera y les permitirá realizar labores que en su día a día no pueden como hacer un seguimiento más personalizado de la salud de los pacientes o actividades de promoción de la salud. Los vecinos, dice, «están encantados» de que venga gente nueva al pueblo.
Con este programa, afirma, «el estudiante va a ganar, yo voy a ganar y el pueblo va a ganar». Los jóvenes conocerán un trato con los vecinos impensable en las grandes ciudades que este villalgordeño describe con pasión. «En Albacete cada uno va a los suyo, y aquí ya uno no va a lo suyo, va a lo de todos, y eso también te aporta valores».
Las farmacias en el entorno rural tienen un papel importantísimo, como explica Mateo, ya que en muchos casos es el farmacéutico el único personal sanitario que hay y con un horario más amplio que los centros de salud, donde hay.
«Aquí ya uno no va a lo suyo, va a lo de todos, y eso también te aporta valores»
Tercera generación de farmacéuticos, Mateo estudió y trabajó en Madrid, Londres y Zaragoza hasta que volvió a su pueblo natal para suceder a su padre al frente de la farmacia cuando se jubiló después de 40 años, pero reconoce que no fue fácil volver hace seis años. «Mi mujer es de Zaragoza y tuve que engañarla para que viniera», admite entre risas, porque él no tenía dudas y la decisión no pudo ser mejor. «Ahora, lo único, tengo que ir a todos los entierros», dice en tono de broma para ejemplificar la relación que se forja con los vecinos.
Ahora, dice, «lo difícil sería volver a una ciudad. Aquí estoy tan a gusto, acostumbrada a las comodidades de aquí». Presume de que su pueblo es «el más bonito» pero faltan, como mínimo, 2.000 habitantes. Y es que en solo dos décadas, Villalgordo del Júcar ha perdido más de 200 vecinos-en 2020, según el INE, la población era de 1.295-, lo que supone un 16,5% del censo.
Inscrito en programas de prácticas de las universidades, asegura que la mayoría de estudiantes que han pasado por su farmacia han acabado volviendo, ya sea de visita con sus familiares o de vacaciones, por lo que no descarta que en algún momento alguno de los jóvenes decida instalarse y este programa puede contribuir a ello.
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