El olvido de las enfermedades “desatendidas”

En la actualidad, más de 1.000 millones de personas se encuentran amenazadas por las llamadas enfermedades “desatendidas”, como el dengue, la rabia o la úlcera de Buruli. Males, caídos en el olvido y cuyo tratamiento, a día de hoy, sufre una acuciante falta de financiación

EDUARDO S. MOLANO

Nauseas, dolor de cabeza y malestar general. Sentada en la sala de espera del Kenyatta Hospital, uno de los principales centros de salud de la capital de Kenia, Nairobi, a Sarah Malena el diálogo no le puede resultar más irritante. Y no es solo por culpa del entrevistador.

En la última semana, esta keniana que roza la treintena casi no ha podido abandonar la cama ante los dolores que estremecen su cuerpo. ¿Su actual temor? Que la dolencia que la mantiene ahora “atada” a la silla del hospital, junto a su contertulio improvisado, no se trate de malaria o dengue.

Dos males, ciertamente comunes en este territorio, pero que se ven postergados al olvido moral y mediático. Dos males, enmarcados dentro de las enfermedades “desatendidas” y cuyo tratamiento, a día de hoy, sufre una acuciante falta de financiación.

-Sarah acude a la llamada de la doctora.

Las víctimas de estas infamias médicas no son pocas. En la actualidad, cerca de 1.000 millones de personas se encuentran amenazados por ellas, la mayoría, en zonas de clima tropical y subtropical en vías de desarrollo.

Eso sí, sin glamour residente no hay financiación. A comienzos de febrero, la Organización Mundial de la Salud estableció una hoja de ruta para poner fin o controlar definitivamente 17 de estas enfermedades “desatendidas”, entre ellas, el dengue, la rabia o la úlcera de Buruli.

Y pese a que, generalmente, éstas se agrupan en una misma región geográfica, al estar asociadas a la insalubridad del agua o a las malas condiciones de vivienda y saneamiento; su situación, eso sí, es disparar según el caso.

Mientras que la “dracunculosis” (o la enfermedad del gusano de Guinea) -una infección parasitaria provocada por beber agua contaminada- ha reducido el número de casos de forma desorbitada (de los 3,5 millones de afectados en la década de los 80 se ha pasado a 1.060 nuevos contagios en 2011), cada año, por ejemplo, mueren de rabia más de 55.000 personas en todo el mundo.

Y el motivo, el de siempre: la carencia del vil metal para la financiación de tratamientos.

-Media hora pasada, y ni rastro de Sarah.

Ya a finales de 2011, la organización Policy Cures denunciaba en un informe -“Neglected Disease Research and Development. Is Innovation Under Threat?”- el descenso en la financiación pública para el desarrollo de tratamientos paliativos que había provocado la actual crisis económica (esta organización eleva el número de afecciones “desatendidas” hasta las 31, al incluir dolencias tan comunes en los países de desarrollo como la tuberculosis).

Como destaca Mary Moran, autora del estudio, solo en 2010, las enfermedades desatendidas de “nivel superior” (sida, tuberculosis o malaria) recibieron cerca de un 72% de las ayudas gubernamentales (aunque se trataba de una caída del 77% con respecto a 2007) . Un aumento significativo que, sin embargo, no fue suficiente para compensar el gran receso que sufrieron los fondos encaminados a frenar los trastornos parasitarios (hasta 16 millones, una caída del 10%) o diarreicos (hasta 18 millones, un 10% menor).

No en vano, según este análisis, en el último año de control, los donantes redujeron su aportación en cerca de 109 millones de dólares, un 3,5% menos con respecto al periodo anterior. Éste es el caso de España, que limitó sus aportaciones en 6 millones o la Comisión Europea en más de 26.

“La financiación pública se está evaporando”, asegura Mel Spigelman, director ejecutivo de TB Alliance , organización humanitaria encaminada al desarrollo de medicamentos para paliar la tuberculosis.

Sin embargo, como destaca la propia Organización Mundial de la Salud, hay motivos para el optimismo. Muchas de las enfermedades tropicales desatendidas pueden prevenirse, eliminarse, e incluso erradicarse si se mejora el acceso a intervenciones seguras y rentables ya existentes. Esto es debido a que su control depende de intervenciones simples que pueden ser llevadas a cabo por personal no especializado en acciones preventivas desde la propia base comunitaria. Aunque sin fondos, habrá que esperar.

-Sarah Malena regresa. Falsa alarma. Ni rastro de dengue o malaria en su cuerpo.

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