Cataluña, Baleares y Ordicia la imponen en todos los ámbitos
Obligación del uso de la mascarilla, una norma de máximos para cumplir con los mínimos
Los expertos dudan sobre la eficacia de llevarla puesta en espacios abiertos y con distancia
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¿Está justificado desde el punto de vista científico imponer el uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos y cuando se respeta la distancia social, o es, como apuntan algunas voces del sector sanitario, «matar moscas a cañonazos» para paliar los déficits del ... actual sistema de vigilancia epidemiológica?
Ayer entró en vigor en Cataluña una nueva regulación que establece esta medida y contempla sanciones de 100 euros para aquellos que la ignoren, una norma que trasciende las recomendaciones del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) y de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) . Baleares ha seguido la estela de Cataluña y ha decidido dar un paso atrás en la relajación de las medidas de prevención obligando también a usar esta prenda de protección en todas las situaciones salvo, como en Cataluña, en la playa y en algunas excepciones. En ambas comunidades se han registrado en estas últimas semanas varios brotes activos de la enfermedad, y se han cuestionado desde diferentes sectores las medidas dirigidas a controlar la infección. La pregunta que está en el aire es: ¿Se puede evitar la diseminación de casos a otros territorios y frenar nuevos focos de infección universalizando el uso de la mascarilla, o es más bien una norma de máximos para garantizar que se use esta medida de protección en las situaciones que son realmente de riesgo? La respuesta la tienen los epidemiólogos.
Expertos de diversos hospitales catalanes consultados por este diario coinciden, con matices, en que la medida es cuestionable y que el uso de la mascarilla debería restringirse, como hasta ahora, a espacios cerrados en los que el coronavirus campa a sus anchas o en las situaciones en las que no pueda garantizarse la distancia física entre personas. Entienden, no obstante, que ante la disyuntiva de que «no se use en las situaciones en las que hay un riesgo real de contagio» como han puesto en evidencia algunas escenas ciudadanas de estas últimas semanas, «es mejor obligar a que se use de forma generalizada». Otro debate paralelo es si un mal uso de éstas puede ser contraproducente, dado que «puede generar una falsa sensación de seguridad».
«No hay evidencia científica que apoye la obligación de llevar mascarillas por la calle pese a mantener la distancia física», asegura el el responsable del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebron, Benito Almirante . La universalización de la mascarilla podría, a su entender, ser solo eficaz en zonas donde la transmisión comunitaria es importante como ahora en el Segrià. La infectóloga del Hospital del Mar de Barcelona, Judith Villar , avala con puntualizaciones la orden catalana. La considera «una norma de máximos para que se cumplan unos mínimos». Villar la ve justificada siempre que no se pueda garantizar la distancia física de metro y medio entre personas. En este sentido, la ve más acertada en entornos urbanos que en zonas rurales, donde esta máxima se cumple sin problemas. «Es muy difícil que en un espacio urbano no te pase alguien a menos de un metro y medio de distancia. Paseando por tu pueblo o en el campo igual no sería necesario», apunta la experta.
Respecto al brote de coronavirus de Lérida , Villar considera que la mascarilla ayuda pero no es lo más importante. «Lo importante sería extremar la vigilancia epidemiológica para cortar la cadena de transmisiones y diseñar medidas económicas que hagan que los temporeros, el colectivo más afectado y muy vulnerable económicamente, colaboren en ese dispositivo de control facilitando los contactos si han sido infectados», arguye. Una forma de hacerlo sería, a su juicio, «establecer compensaciones para que cuando permanezcan aislados no pierdan todo el jornal. Es una situación muy delicada que requiere soluciones sociales más allá de la vigilancia epidemiológica».
Legislación de máximos
Por su parte, el doctor Xavier Bonfill, responsable del Servicio de Epidemiología del Hospital Sant Pau de Barcelona, parte de la premisa de que «llevar la mascarilla no es la panacea». Reconoce, por contra, que «sí es un principio útil para controlar la pandemia de Covid-19 , sobre todo en espacios cerrados y en los que no se puede garantizar la distancia mínima entre personas».
«No es normal la imagen que circula en las redes de un ciudadano en el AVE con la mascarilla de antifaz. Son situaciones que deben evitarse. La norma de la Generalitat será útil en la medida que reforzará el cumplimiento de la normativa que ya existía y obligará a aquellos que ahora se la saltaban a acatarla», dice Bonfill. Admite, como el resto de sus colegas, que es una legislación de máximos. «Igual si vas sola por la calle o en espacios en los que hay distancia no haría falta», concluye. Con respecto al brote de Lérida, suscribe la opinión de Villar, de que debe realizarse «una actuación «más intensiva y selectiva» con respecto al colectivo más vulnerable, los temporeros.