Asia mantiene a raya al coronavirus mientras se recrudece en Occidente
Además de con las restricciones de las autoridades, los países orientales controlan la pandemia mejor que Europa y América gracias a su mayor conciencia social

Mientras la segunda ola del coronavirus se recrudece en Occidente y amenaza con un invierno tan trágico como la primavera, la pandemia está bajo control en Asia Oriental. Junto a China, donde estalló la epidemia en enero y hoy se respira una asombrosa normalidad, otros ... países como Corea del Sur, Japón, Taiwán, Singapur y Vietnam mantienen a raya la enfermedad Covid-19 con unas cifras de contagios y fallecidos que ya quisieran Europa y Estados Unidos . Además de los controles y restricciones para frenar la propagación del coronavirus y el uso de las mascarillas desde el principio, todos ellos tienen en común algo que está fallando en Occidente: la conciencia social.
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China: asombrosa normalidad en el epicentro de la pandemia
Con 1.400 millones de habitantes y una desigual sociedad en vías de desarrollo que ha pasado en cuatro décadas de la miseria al progreso, el gigante asiático no es precisamente un modelo de civismo y solidaridad. De ello dan buena cuenta los empujones en el metro para entrar antes de salir o las montañas de bicicletas de alquiler que invaden las aceras. Pero, desde el estallido del coronavirus en Wuhan , la sociedad china ha hecho unos sacrificios que han dado sus frutos recobrando rápidamente la normalidad. Durante los más de dos meses que duró el confinamiento estricto en Wuhan y el resto de la provincia de Hubei, que afectó a unos 60 millones de personas, el resto del país se paró prácticamente por completo siete semanas y los chinos se encerraron en sus casas siguiendo las recomendaciones de las autoridades, que equivalen a órdenes en este régimen autoritario. «Una de las razones por las que la mortalidad entre Wuhan y Europa es tan diferente es por el sistema político, porque la gente aquí obedece más… El Gobierno chino dice que hay que quedarse en casa y aislarse y la gente lo hace. Pero en Europa la gente no es tan obediente. El segundo motivo es porque los países europeos tienen una sociedad muy avejentada. Tercero: China tiene la capacidad de movilizar todos los recursos médicos del país en Wuhan. Pero en algunos países europeos, como España e Italia, los recursos médicos son más débiles y esto puede haber afectado a la tasa de letalidad», explicaba a ABC en abril Li Shusheng, director de la UCI del Hospital Tongji de Wuhan.
Tras el control de la epidemia en su epicentro, la progresiva vuelta a la normalidad estuvo marcada por los controles con códigos QR a través de las aplicaciones de los móviles, que obligaban a hacer cuarentenas dos semanas a quienes viajaran de una ciudad a otra. Para entrar en muchos restaurantes y centros comerciales, no solo había que enseñar el correspondiente código QR en verde, que indicaba la estancia en un mismo lugar durante más de dos semanas, sino también apuntar el número del teléfono e incluso hacer una llamada con él para demostrar que era verdadero.
Cuando ha habido rebrotes, como en Pekín en junio o el último en Qingdao en octubre, las ciudades se han aislado, se han cerrado los locales de ocio y se han hecho pruebas masivas . Aunque dichos análisis no han hecho aflorar demasiados casos, sí han dado mucha tranquilidad y confianza para seguir volviendo a la normalidad. Oficialmente, las autoridades chinas reconocen más de 85.000 contagiados y 4.634 fallecidos, la mayoría en Wuhan. Debido a la poca transparencia del régimen y a su ocultación inicial de la epidemia, se puede dudar de estas cifras, pero lo que es innegable es la normalidad que ya se respira en China.
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Hong Kong: la dura lucha contra la cuarta ola
Más le está costando controlar el coronavirus a Hong Kong, ciudad de 7,5 millones de habitantes que pertenece a China pero donde todavía reina un fuerte influencia occidental por su pasado como colonia británica. Con más de 6.300 casos confirmados y 109 fallecidos , Hong Kong lleva meses batallando contra cuatro olas sucesivas de la epidemia en un difícil equilibrio entre la seguridad sanitaria y la vida social. Con las fronteras cerradas desde poco después del estallido en Wuhan, los residentes que llegan a Hong Kong deben someterse a pruebas PCR y guardar luego una cuarentena de dos semanas. Junto a los locales, entre ellos figuran las 400.000 inmigrantes que trabajan como criadas y proceden de Filipinas e Indonesia, dos países con alta incidencia de Covid-19. Cuando los contagios comunitarios se han disparado, en muchos casos por los lugares de ocio, las autoridades han actuado con contundencia restringiendo la actividad en bares y restaurantes. Gracias a estas medidas drásticas, y a las pruebas masivas efectuadas por equipos de China continental, los contagios se habían reducido considerablemente desde el pico que alcanzaron en verano. Pero nuevos brotes en «salones de baile» han vuelto a disparar los casos diarios, aunque todavía por debajo de cien. Este repunte ha obligado a posponer la «burbuja de vuelos» acordada con Singapur para viajar entre ambas ciudades solo con una prueba PCR negativa y evitar así la cuarentena.
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Corea del Sur: control rápido para impedir que se disparen los contagios
Como uno de los países que mejor ha luchado contra el coronavirus, Corea del Sur sigue intentando controlar los focos que van apareciendo para reducir al máximo los contagios diarios . Con 51 millones de habitantes y solo 34.000 contagiados y 526 fallecidos, sus alarmas saltan cuando los casos diarios superan el centenar. Ahora mismo están disparadas porque se detectan entre 400 y 500 contagios cada jornada, lo que ha obligado a endurecer las restricciones de horarios y servicios en restaurantes, cafeterías y lugares de ocio. En comparación con las decenas de miles de casos que se diagnostican en cualquier país europeo cada día, tal umbral de alerta demuestra la contundencia con que las autoridades surcoreanas atajan cualquier rebrote .
Dichos controles y la responsabilidad de sus ciudadanos le han permitido contener la enfermedad Covid-19 sin parar la economía ni encerrar a la gente en casa a pesar de su cercanía y estrechos contactos con China. Siguiendo las recomendaciones de las autoridades, los surcoreanos han reducido voluntariamente su vida social pero siguen yendo al trabajo, todos protegidos con mascarillas como es costumbre en Asia.
Empezando por el novedoso método de hacer pruebas PCR en sitios al aire libre a los pasajeros de los coches para evitar riesgos, Corea del Sur ha analizado a más de 2,5 millones de personas. Además de restringir notablemente la vida social y las reuniones en iglesias y bares, dos de los focos más comunes, ha aplicado la tecnología. Con el fin de impedir la propagación del virus, las autoridades han rastreado los móviles y tarjetas de crédito para descubrir los lugares por donde han pasado los infectados y los contactos a los que pueden haber contagiado. Todo ello de forma pública, y en ocasiones saltándose la privacidad, para alertar a la población.
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Japón: más prevención y conciencia social que restricciones
Con una estrategia menos drástica, Japón también ha aprendido a convivir con éxito con el coronavirus tras el fiasco de la cuarentena en el crucero «Diamond Princess» al principio de la epidemia, que acabó con 712 infectados y 14 fallecidos . Con 148.000 casos y más de 2.100 muertes en total, las autoridades niponas han optado por combatir los contagios con políticas de prevención limitando las reuniones multitudinarias y los sitios cerrados, que han de estar debidamente ventilados y donde se recomienda que la gente no hable en voz alta para reducir riesgos . Con 126 millones de habitantes, Japón está informando en esta segunda ola de unos 2.000 casos diarios de coronavirus, muy por debajo de las decenas de miles que se contabilizan cada jornada en países europeos con menos población.
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Taiwán: la clave de su éxito, no creer a China
Precisamente por no creer a China al principio de la epidemia, esta isla independiente «de facto», pero reclamada por el régimen de Pekín, ha sido otro de los países que mejor ha hecho frente al coronavirus . A pesar de su cercanía y estrecha relación con el continente, solo ha registrado algo más de 600 contagiados y siete fallecidos con una población de 23 millones de habitantes. Para lograr este éxito, ha sido clave la dramática experiencia del SARS (síndrome respiratorio agudo grave), otra pandemia también originada por un coronavirus en China que dejó 346 y contagiados y 73 fallecidos en Taiwán entre 2002 y 2003. Para que esa tragedia no volviera a repetirse , a principios de enero se suspendieron los vuelos con el continente y a mediados de marzo se cerraron las fronteras con el resto del mundo. Con distanciamiento social, mascarillas y una fuerte responsabilidad ciudadana, Taiwán ha conseguido atajar la epidemia sin parar su economía. Aunque se prohibieron las reuniones de más de cien personas, los restaurantes han seguido abiertos; a los cines se podía ir con mascarilla y dejando un asiento libre y la liga de béisbol, que continuó jugándose sin público, ya admite aforos limitados. En una entrevista con ABC por Skype en mayo, el doctor Hao-Yuan Cheng, del Centro de Inteligencia Epidemiológica, destacaba que «la concienciación social y las mascarillas están detrás de la baja mortalidad en Asia en comparación con Europa y EE.UU.».
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Singapur: fuertes restricciones pese a la baja incidencia
A día de hoy solo una treintena de personas permanecen ingresadas en los hospitales de Singapur afectadas por el coronavirus, y ninguna de ellas en la UCI. Con 5,6 millones de habitantes, esta ciudad-Estado del Sudeste Asiático contabiliza 58.000 casos confirmados y solo 29 fallecidos pese a su estrecha relación con China, país con el que cerró la frontera el 31 de enero. El 22 de marzo, lo hizo para todos los turistas.
El número de casos ha sido consistentemente menor de diez en los últimos dos meses y todos los pacientes nuevos están localizados y en cuarentena. Pese a la baja incidencia del Covid-19, las medidas restrictivas siguen aplicándose: cierre de locales a las diez de la noche, prohibidos los grupos de más de cinco personas y trabajo desde casa preferentemente . Por supuesto, la mascarilla sigue siendo obligatoria en espacios públicos para los mayores de seis años y recomendable para los niños desde los dos. Una obligación que, más allá de la multa de entre 180 y 600 euros que conlleva su incumplimiento, se entiende por los singapurenses como un acto de responsabilidad individual y colectiva.
El Gobierno y su brazo inversor, Temasek, han provisto en distintas ocasiones de mascarillas gratis a todos sus ciudadanos, sin olvidarse del más del millón y medio de extranjeros que r esiden en la ciudad-estado asiática . Entre ellos destacan las 260.000 criadas empleadas en el servicio doméstico, sobre todo indonesias, y los 300.000 trabajadores de Bangladés o la India que viven en dormitorios colectivos, que han sido uno de los principales focos de infecciones hasta octubre. Los medios de comunicación también se han volcado en esta campaña y hasta han organizado recientemente la iniciativa «Una mascarilla para la Nación», que premiaba el mejor diseño con 800 euros y el orgullo de tener sus modelos protegiendo la salud de los ciudadanos.
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Vietnam: disciplina militar contra el virus
Vietnam ha sorprendido a propios y extraños por la ejemplaridad en su gestión de la crisis. Este país del Sudeste Asiático, de más de 97 millones de habitantes cuya edad media ronda los 30 años, ha sabido mantener a raya el número de casos, combinando el autoritarismo del Gobierno con la solidaridad y la cooperación de los ciudadanos .
Desde el inicio de la pandemia, Vietnam ha registrado solo 1.100 afectados por el coronavirus y 35 muertes. Hasta el lunes, cuando se le diagnosticó el coronavirus a un hombre de 32 años que había tenido contacto con una azafata a su vuelta de Japón, Vietnam llevaba 89 días sin detectar transmisiones locales. La mayoría de sus contagiados y víctimas proceden de un brote que tuvo lugar en la turística ciudad costera de Da Nang en julio , cuando el país llevaba otros tres meses sin informar de casos locales. Para impedir su primera muerte por coronavirus, las autoridades vietnamitas incluso convirtieron en cuestión de Estado salvar a un piloto británico que estuvo 68 días en coma conectado a un ventilador. La clave de la gestión en un país tan vulnerable, con una población mayoritariamente rural y de bajo nivel educativo, con ciudades superpobladas y una amplia frontera con China, hay que buscarla en las severas medidas restrictivas que este régimen comunista impuso el 30 de enero con la suspensión de visados para ciudadanos chinos, y que todavía continúan con las fronteras prácticamente infranqueables y el cierre de negocios no esenciales. Todo ello acompañado de un despliegue propagandístico de tintes militares que despierta el oscuro recuerdo de la guerra con Estados Unidos. En un país de escasos recursos, con unos hospitales poco equipados y sin poder permitirse hacer pruebas masivas, la colaboración de los ciudadanos ha sido esencial. Los medios de comunicación, las redes sociales y las instituciones públicas y privadas han jugado un papel fundamental para concienciar a la población del peligro del Covid-19. Durante estos meses, el bombardeo de mensajes ha sido tal que hasta se difundían mediante altavoces instalados en las calles, como cuando se alertaba en la década de los 60 de los ataques aéreos del enemigo. Esta vez, ese enemigo invisible y metamórfico sigue poniendo en vilo al mundo entero.
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