Origami: arte y salud en una palabra
Esta técnica japonesa, popularmente conocida como papiroflexia en España, está siendo aplicada en terapias psicológicas con niños y ancianos
La palabra Origami puede que no resulte muy familiar, pero si se habla de papiroflexia todo el mundo recuerda figuritas de papel: barcos, pajaritas, aviones… «Ambos términos significan lo mismo», explica Manuel Carrasco, propietario de una tienda dedicada exclusivamente a un arte que cada vez cuenta con más adeptos. «Lo de papiroflexia sólo se utiliza en España», aclara.
Carrasco es arquitecto, pero la crisis le obligó a reconducir su carrera: «Tenemos la capacidad de crear edificios pero también contamos con cierta habilidad para diseñarnos la vida». Explica que no pidió ningún crédito al banco para abrir su pequeño negocio y que «relativamente pronto» empezó a ser rentable. Su clientela suelen ser «jóvenes urbanos», pero también muchas personas de diferente edad que se acercan a los talleres que imparte. «He empezado incluso a dar clases de arquitectura y papiroflexia en la universidad» , añade.
Una de esas personas es Cristina Belló, neuropsicóloga que quedó atrapada por este arte cuando acudió a la tienda a cambiar un libro sobre Origami que le habían regalado sus hijos. «Empecé como aficionada pero pronto comencé a utilizarlo en mi trabajo», señala. Belló trata a niños con trastornos del aprendizaje y en esa labor se dio cuenta de que acercarles esta disciplina resultaba positivo: «Es una gran herramienta de evaluación y rehabilitación. En función de cómo trata el papel, puedo observar si es hiperactivo, si está frustrado; y además el niño siempre se va a sentir competente».
Pero su trabajo no se reduce a los pequeños. Esta profesional también ha puesto en práctica el Origami con ancianos. «Resulta muy positivo para evitar el deterioro cognitivo leve, así como en las primeras fases del Alzhéimer» . Explica que la disciplina permite «trabajar integralmente el cerebro, ambos hemisferios; que es algo esencial para un buen desarrollo».
Los resultados son tan positivos, que Belló dice no ver «ninguna contraindicación» en practicarlo. Para esta neuropsicóloga, un arte que tiene prohibido cortar o pegar el papel («sólo puede doblarse», añade Manuel Carrasco) puede «llegar a evitar que se desarrollen problemas como la dislexia o el déficit de atención cuando el niño cumpla unos siete años».
«Neurorigami», un estudio científico
Las conclusiones que aporta Belló se reducen a sus propias impresiones. Cansada de esto, se ha propuesto un proyecto: «Neurorigami». «En julio nos reunimos Manuel, Javier Caboblanco, que es maestro en un colegio de Toledo, y yo. Allí decidimos hacer un estudio con alumnos de 4º de Primaria: tomaremos como muestra dos clases, una que practique Origami y la otra no. Les vamos a evaluar durante 9 meses. Y eso mismo también lo vamos a hacer en un centro de ancianos donde esperamos que colaboren unas 30 personas que se han apuntado a un curso de entrenamiento de la memoria». El objetivo es comprobar de forma científica si esta práctica realmente ayuda a un mejor desarrollo y entrenamiento del cerebro, comparando los que han trabajado el papel y los que no. «Esperamos presentar el estudio a finales de 2014 y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) está muy interesado en los resultados», explica Belló, que no teme reconocer que el trabajo también podría concluir que no sirve de nada: «Si ocurre, habrá que asumirlo», concluye.
Zaragoza, capital del papel doblado
En España, Zaragoza es la capital del Origami. Tanto es así que, en palabras de Jorge Pardo, presidente del Grupo Zaragozano de Papiroflexia, el colectivo que preside es «el más antiguo de todo el mundo» en la disciplina. «He recorrido el mundo gracias a este arte y todavía no he encontrado a nadie que me haya demostrado que empezaron antes que nosotros como grupo», señala.
Quizá por ello, la capital aragonesa va a abrir el que será el primer museo-escuela de Europa dedicado a esta disciplina japonesa. «En Japón, quizá porque lo tienen más inculcado en la tradición, se entiende como algo más sencillo, aquí se aspira a un estilo distinto, al arte», comenta Pardo, que pasará de ingeniero a director de museo cuando éste se inaugure a finales de año.
«Aunque empezamos a pensarlo en 2006, fue en 2009 cuando nos dimos cuenta de que a la gente le interesaba. Organizamos una exposición a la que acudieron más de 40.000 personas», cuenta Pardo, que se tendrá que encargar de coordinar un museo con 600 metros cuadrados dedicados a exposiciones permanentes, temporales, tienda y talleres. «Este año se celebra el 400 aniversario de intercambio hispano-japonés , y eso nos ha ayudado mucho porque muchas empresas japonesas han querido apoyarnos económicamente. Aunque estamos seguros de que el museo va a sostenerse con lo que percibamos de talleres, venta de entradas y tienda», afirma esperanzado.
El Origami se escapa así de la etiqueta de afición y aspira a ser una técnica saludable para muchas personas e incluso para el corazón. Como recuerda la profesora universitaria María Luisa Fiol, una de las pioneras en utilizar la disciplina para enseñar geometría a sus alumnos de Magisterio: «Una vez vino corriendo hacia mí un estudiante sólo para darme las gracias porque le había enseñado a hacer una cajita estrellada de cuatro puntas que le había regalado a su novia. Sin embargo, jamás ninguno me agradeció que le enseñara el Teorema de Tales (ríe). Cuando hacemos cosas con nuestras propias manos, el cariño que les tenemos es mucho más fuerte».
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete