El Papa Francisco, a los fieles: «Soy como cada uno de vosotros ¡Todos somos iguales!»

El Papa Francisco desató el delirio en la audiencia general del miércoles explicando de modo dialogado y con gran sencillez un aspecto muy significativo de la Iglesia: la dignidad e importancia de cada persona individual, como hijo o hija de Dios.

El Santo Padre invitó a unos ochenta mil fieles a «recordar la propia historia personal, el modo en que Jesús me encontró, el modo en que Jesús camina conmigo, me ama y me bendice».

En esa línea insistió en que «ninguno es inútil en la Iglesia», y añadió fuera del texto preparado que «si alguien dice a otro ‘vete a tu casa, tú no eres necesario’, es falso. Todos somos necesarios. ¡Ninguno es secundario!».

Para remacharlo afirmó: « Yo soy como vosotros. Todos somos iguales , todos somos hermanos, ninguno es anónimo». Y si alguien tuviese pegas, Francisco las puso él mismo sobre el tapete: «Quizá alguno de vosotros pueda decir: ‘Oiga, Señor Papa, usted no es igual a nosotros’ ¡Sí! ¡Soy como cada uno de vosotros! ¡Todos somos iguales!».

A cada frase, a cada pregunta y respuesta, los fieles rompían inmediatamente en un aplauso. Estaba claro que lo entendían todo y estaban disfrutando. Era una lección inolvidable.

En su largo recorrido en el «papamóvil» antes de iniciar la catequesis, el Papa no sólo besó niños sino que también recibió encantado una imagen de la Virgen de Guadalupe de manos de un grupo de jóvenes sacerdotes mexicanos e incluso un gorro de cocinero de un grupo de «chefs» que habían acudido a la audiencia general del miércoles con sus blanquísimos uniformes de trabajo.

Al final del encuentro, el Papa pidió un plauso para el cardenal Salvatore De Giorgi , que cumplía «sesenta años de sacerdote y 40 de obispo», y quien había invitado a concelebrar en la misa de las siete de la mañana. La audiencia general era un encuentro de familia. Una fiesta familiar.