Deporte

El gladiador del agua enamorado de la adrenalina

Nacho Baltasar
Campeón de España de iQ Foil

Nacho Baltasar Vídeo ABC

Mira de forma directa a los ojos, con una sonrisa constante que transmite una seguridad absoluta en sí mismo. Es Nacho Baltasar, miembro del equipo olímpico español de vela en la especialidad iQ Foil, disciplina que debuta en el calendario de los próximos Juegos Olímpicos de París. Miedo no es una palabra que esté en su vocabulario. Lo que le alimenta es la adrenalina: “Es lo que me mueve, lo que hace que disfrute cuando estoy volando encima de la tabla”, comenta.

En el iQ Foil no se puede dudar. Son bólidos que despegan y vuelan sobre el agua –van elevados sobre una aleta a un metro de la superficie-  y a la hora de tomar una baliza cualquier hueco es bueno para adelantar al rival. Suelen ser los momentos más complicados de la competición, al hacer un viraje, porque es cuando realmente sabes en qué posición vas. Puede ocurrir que en ese momento ataquen la boya cinco regatistas a la vez, separados por menos de dos metros. “En esos momentos no piensas, sólo ves el hueco y te lanzas sin saber si el viento te va a traicionar en el último momento y te va a dejar tirado”, explica. Es ahí cuando la expresión “pasar por encima” es literal, porque si te caes o se te hunde la tabla, el resto de las embarcaciones te pueden arrollar y la aleta, que les mantiene elevados sobre el mar, es casi como un cuchillo.

Esto hace que estos deportistas sean casi como gladiadores del agua. Son deportistas fuertes, que rozan los 1,90 metros de altura y pesan más de 90 kilos de puro músculo. No es porque cuerpeen con los rivales, pero manejar estas tablas es algo que requiere pericia, fuerza, temple y mucha valentía para enfrentarte a los momentos decisivos.

Su principal obsesión, más allá de mejorar técnicamente en una especialidad completamente nueva, es la de coger peso. Nacho viene del windsurf, una especialidad en donde el exceso de peso es un hándicap porque hunde la tabla y frena su avance. Sin embargo, en el iQ Foil superar los 90 kilos es lo ideal (naturalmente de músculo). En esa batalla para aumentar kilos pasa largas horas de gimnasio. Un trabajo que tiene que compaginar con duras sesiones de entrenamiento en el agua para dominar una tabla que puede superar los 30 nudos (60 km/h) de velocidad. “Hace dos años me faltaban más de 20 kilos, pero ahora mismo estoy a 10 de estar en el peso ideal”, confiesa mientras pasea por la nave central del CREAR de Vela Príncipe Felipe en Santander mientras nos habla del futuro.

Nacho, con tan solo 18 años, es el más joven de los componentes del equipo, pero su experiencia en el mar es de toda la vida. Con tan solo tres años su padre le adaptó a su tamaño una vela de windsurf para que empezara a manejarse sobre el agua. Quince años después, de su idilio con la tabla han llegado los títulos a nivel nacional y se codea con los mejores a nivel internacional.

Para Nacho la vela es su vida, aunque saca tiempo para los estudios de INEF, aunque de cara a los Juegos de París piensa que va a tener que dejarlos aparcados para concentrarse en la competición.

“Mi disciplina deportiva en los próximos años irá incrementando más la velocidad (pueden ir a 60 km/h sobre el mar)”, comenta para explicar el riesgo que conlleva manejar este tipo de embarcaciones. “Las posibilidades del iQ Foil de cara al futuro son tan grandes que hasta me cuesta imaginar lo que puede llegar a ser”, confiesa Baltasar.

El gran paso del windsurf hacia el iQ Foil viene del soporte sobre el que navegas. Antes era una tabla que iba en contacto con el agua todo el rato y con esta evolución, que es la colocación de una aleta que eleva la tabla y reduce el rozamiento, casi es el efecto de despegar en un avión, prácticamente vas un metro por encima del mar. Esto se traduce en más velocidad y en una mayor dificultad a la hora de controlar la tabla, lo que convierte a esta especialidad en una de las disciplinas de más riesgo en el mundo de la vela, porque la velocidad provoca que haya más contacto con el rival, especialmente en los virajes, y al mismo tiempo hace que sea muy divertida para practicantes y espectadores.

Baltasar tiene muy claras las claves para que el futuro de la vela española sea tan brillante como hasta ahora. “Principalmente pasa por la ayuda externa de empresas e instituciones para que los deportistas sientan que tienen un respaldo que les puede llevar a alcanzar sus objetivos”. Pero no todo es aumentar las aportaciones económicas, “es importante también mantener e impulsar el trabajo en las escuelas para captar aficionados desde pequeños y qué conozcan este deporte”, señala.

Lamenta que a pesar de vivir en un país que es una península y que tiene un buen número de islas, “la mayoría de la población española nunca a ha sentido lo que es el mar, sentir el viento, lo que significa estar en contacto directo con una embarcación que se desliza por encima del agua. Si un mayor porcentaje de españoles hubiera navegado entendería mejor este deporte”, explica.

“Cuando estoy en plena competición, lo que me impulsa es la adrenalina. Es una sensación que te dispara para ir adelante. A mí me tiene enamorado. Cuando entras en una boya, en un viraje, y somos cinco tablas intentando pasar primero en distancias de menos de dos metros (la superficie de vela es de 9 metros cuadrados), lo que te empuja es la adrenalina para ser el primero, porque si dudas te pasan”, intenta explicar el campeón español.

Para explicarlo mejor hace un símil con el automovilismo “Es como ir en un Fórmula 1, pero a tu lado hay otros 50 con las mismas ganas y el mismo arrojo. En esos momentos nadie tiene el control, nadie sabe qué va a ocurrir con el viento, vas a todo lo que puedes dar sin pensar que te puedes caer o que puedes chocar”.

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