Demografía

«El teletrabajo ha abierto una ventana de oportunidad para la España vacía»

Julia Trillo
Ganadera

Vídeo ABC

Torres del Obispo se dibuja sobre un montículo en un desvío de la N-123 (une Benabarre con Barbastro y es un eje viario que conecta Huesca con el Valle de Arán), está en una zona de media montaña de la provincia de Huesca. Apenas es un conjunto de casas entre las que sobresale la torre del campanario de la iglesia de Nuestra Señora de Asunción del siglo XVI.

Sus calles están vacías, parece un escenario de película en un lunes de finales de octubre, algo normal en un pueblo que solo tiene 160 personas empadronadas. Estamos en una de las zonas despobladas de la España vacía donde nos espera la que es una de las ganaderas más jóvenes de la provincia, Julia Trillo.

Julia es un ejemplo de apego a la tierra. Pero en contra de lo que podría pensarse por su juventud, tiene mucho mundo. “Estudié la carrera de Educación Social en Lérida. Me marché de Erasmus a Chile, hice un voluntariado en Brasil y, después, trabajé de Educadora Social en el pueblo de Benabarre”, enumera.

La pandemia la hizo volver a la casa de sus padres, donde se reencontró de nuevo con el ganado, algo con lo que había crecido desde niña. En ese momento tenía 22 años y descubrió que esa era la vida que le gustaba. Hoy tiene tres granjas de engorde de terneros y un rebaño de 50 vacas en extensivo que acaba de bajar de los Pirineos.

Julia confía en que la despoblación no termine con la vida en Torres del Obispo. “Yo soy optimista”, comenta. Aunque matiza que eso no quiere decir que en el futuro haya aglomeraciones, “pero somos uno de las poblaciones de la zona con más niños y eso se traduce en una visión positiva del futuro demográfico, porque lo que veo es que somos un pueblo vivo”.

Una de las claves para garantizar el futuro de la zona es facilitar a sus habitantes las cosas para que sigan trabajando en el sector primario. “La ganadería y la agricultura son la base económica de los pueblos”, explica. A continuación destaca que es en los entornos rurales de donde sale “el alimento para las grandes ciudades”.

Pero Julia lamenta el laberinto del papeleo burocrático al que se ven obligados a enfrentarse los ganaderos y los agricultores. Y esas trabas son el principal problema que ve de cara garantizar un futuro para asentar la población en territorios que pierde constantemente población. “Ahora mismo no tienes que saber cuidar un rebaño de vacas, como en mi caso de terneros, sino que tienes que saber cumplimentar un montón de papeles y de burocracia que va detrás de todo eso”.

La vida en los pueblos ha cambiado mucho, señala Julia. Hace unas décadas los habitantes tenían los alimentos en la propia casa. Se abastecían de lo que producían. “Hoy, los que seguimos en la tierra, nos planteamos la producción como un modo de vida, como un negocio con el que salir adelante”, explica.

El punto que ha marcado que las nuevas generaciones hayan abandonado los pueblos, en parte, según argumenta Julia, viene por la falta de oportunidades de trabajo. “Está claro que si una persona estudia química, la posibilidad de quedarse en el pueblo son mínimas si quiere ejercer en lo que se ha preparado”.

Para conseguir fijar población en las zonas rurales, Julia señala que más allá de las trabas administrativas en el sector primario, “el teletrabajo ha abierto una ventana de oportunidad para mucha gente en la España vacía. En Torres tenemos algún ejemplo de personas que vinieron con la pandemia, arreglaron una casa y ya llevan tres inviernos aquí aunque su centro de trabajo esté en Madrid o en Barcelona”.

Julia, a pesar de su juventud, está independizada de sus padres desde hace año y medio. Se compró una casa y mira el futuro con el paisaje del campo y el ganado como horizonte. “Me gusta pensar que este es el lugar donde vivir y donde estar. Me gustaría que si algún día tengo hijos sigan la tradición y continúen con la ganadería”.

Para una persona joven como Julia vivir en un pueblo no significa renunciar a tus momentos de ocio como el de cualquier otra persona de su edad. “Hay dos visiones respecto a la vida en los pueblos. Una parte de la gente identifica el venir aquí como estar de veraneo y piensan que los que vivimos aquí estamos de vacaciones”, comenta. “Aquí hay mucho trabajo, pero también por suerte, hay muchas iniciativas culturales en la zona. Si lo ponemos en una balanza, al final no es tan diferente a vivir en una ciudad. Yo puedo ir al gimnasio y quedar con mis amigos a tomar algo. No en Torres, pero a muy pocos kilómetros hay poblaciones como Grau, con tres mil habitantes, donde poder hacer casi lo mismo que en una gran ciudad”.

Contado, así, parece que Julia se pasa el día en el coche, pero señala que las distancias en su comarca son mucho más pequeñas que las que tienen en Madrid. “Cuando estuve haciendo voluntariado dos meses en Brasilia, la ciudad más nueva del mundo, tardaba una hora para poder ver a mis amigos”. Para ella, desde Torres, todo está a cinco minutos “y eso es calidad de vida”, sentencia.

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