El Madroño crece a paso lento entre tradiciones y la vuelta de emigrantes de la mina
El municipio más pequeño de la provincia de Sevilla ha aumentado el censo en 7 habitantes el último año y lleva dos con la misma tendencia
Tiene tres bares, dos con tiendas que abren todos los días, permite la venta ambulante y a su término municipal todavía no ha llegado la fibra
Los 'pueblos vacíos' de Sevilla plantan cara a la despoblación
![El Ayuntamiento de El Madroño, en primer plano, es una humilde vivienda de dos plantas](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/13/ayuntamieto-madrono-pueblos-RwHv2Iz8T3mVHWD1K2unNCN-1200x840@abc.jpg)
El Madroño es el municipio con menos habitantes de la provincia de Sevilla, lo habitan 297 vecinos. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de 2023, la población ha aumentado en 7 habitantes, de hecho por segundo año consecutivo ... muestra esta tendencia al alza. El aumento de población no se debe a ningún nuevo nacimiento, son vecinos que ya vivían en el lugar y que el año pasado decidieron empadronarse. Ellos dicen que «aquí la gente es feliz, tiene lo básico que se necesita para vivir y, si quieren más, Sevilla está a una hora y la playa de Matalascañas a poco más de una hora».
Por las cosas que ocurren en pueblos tan pequeños, el alcalde de El Madroño, Antonio López Rubiano (PSOE), sabe exactamente quienes son los vecinos que han aumentado la población del municipio que dirige. «Son dos familias que han venido aquí de un pueblo de Huelva, Nerva, y de una de las aldeas de El Madroño, Villargordo, incluso la mujer de uno de los matrimonios es de Dos Hermanas y tienes dos niñas». Es decir, las cuentas están hechas, siete habitantes más que tienen en el padrón municipal. Y para finales de enero esperan que la población vuelva a aumentar, pero en esta ocasión llegará de la mano de un nuevo nacimiento, un acontecimiento extraordinario que reciben con mucha alegría en este pequeño pueblo.
El Madroño vive rodeado de municipios onubenses, como Nerva y Berrocal, y está formado por otros cuatro núcleos de población o pequeñas aldeas, El Álamo, Juan Antón, Juan Gallego y Villargordo repartidos en 102,9 km². Esta es la principal dificultad que tiene gobernar el municipio. Según su alcalde, «estoy siempre de una aldea a otra y, si proyectamos un parque infantil, hay que hacer cinco para los cinco núcleos de población del municipio». Y como pasa con todos los lugares fronterizos, la población que lo habita vive entre varios municipios porque la falta de servicios es otra de las desventajas de su tamaño.
Bares con tiendas
Este pueblo tiene tres bares, dos con tiendas, porque es la mejor manera de prestar servicio a los vecinos, sobre todo de edades avanzadas, y son los únicos que abren todos los días de la semana.
No hay policía local, no hay instituto de Secundaria, pero sí un colegio,el Colegio Público Rural Berrocal-El Madroño, en el que sus 17 alumnos de Primaria, a cargo de tres maestros y otros dos que comparten con otros pueblos (de las asignaturas de Religión y Francés). Por tanto, aprenden de una manera privilegiada, cada uno de ellos tiene una atención personalizada bajo una ratio que ya la quisieran otros centros educativos andaluces. Eso sí, cuando acaban esta etapa, el alumnado tiene que trasladarse a diario en autobús al instituto de Nerva, hay 8 alumnos en esta situación. Pero «el servicio de transporte escolar es muy bueno», apunta Antonio López.
![El Bar Marchelo , una mañana durante los desayunos](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/11/bar-marcelo-madrono-U76448802826hPQ-624x350@abc.jpg)
El Bar Marcelo es, sin duda, el alma del pueblo. Su propietario, Juan Francisco Bernal (55 años), conocido por el apodo 'el chico', sale al encuentro del visitante en cuanto lo ve un poco perdido. «Si quieres hablar con el alcalde, ve ahora mismo al Ayuntamiento que está allí seguro», dice señalando para la casa consistorial situada en un edificio de dos plantas ubicado frente de su establecimiento.
Antes da tiempo de echar un vistazo al establecimiento donde, a primera hora de la mañana, los desayunos están en las mesas y sobre la barra del establecimiento, junto a algunos cazadores de la zona (en El Madroño hay tres cotos de caza), motoristas y trabajadores, entre los que se encuentra Fátima Baltasar, una de las cuatro técnicas de ayuda a domicilio del municipio. Ella vive en El Álamo, una de las aldeas del término municipal y, asegura, «venimos a este bar porque Juan Francisco nos cuida». Igual que cuida al resto de vecinos y visitantes.
El Bar Marcelo es punto de información turística, un espacio donde la tertulia alivia la soledad, lugar de encuentro informativo para los últimos acontecimientos sociales ocurridos en el municipio, accidentes o fiestas que se organizan, fallecimientos o anécdotas y donde dejan los paquetes las empresas de mensajerías.
Juan Francisco abre el bar de lunes a domingo, «sólo cierro los miércoles por la tarde porque voy a comprar para el bar y la tienda y el Domingo de Resurrección porque voy a los toros». Gran aficionado a la fiesta nacional, es unos de los admiradores más fieles del torero Morante de La Puebla, que está presente en las paredes del bar junto a las fotos familiares. «Niña, no puedes traer a Morente a este bar, no sabes la alegría que le darías al chico», dice uno de los paisanos que se apoya a la barra del bar y está pendiente de la conversación.
Madroños en su bandera
Efectivamente, Antonio López está en el Ayuntamiento, un pequeño y humilde edificio que podría pasar por cualquiera de las viviendas de El Madroño si no es por las dos banderas que ondean en el balcón de la primera planta, una de España y otra del pueblo cuyo escudo contiene corona real y el árbol del que este municipio recibe el nombre, el madroño. «Crecen de manera natural en la sierra que nos rodea y, cuando echan el fruto, el paisaje se ve precioso, esperamos que una empresa los recoja y monte una fábrica», dice el alcalde que, según los vecinos del pueblo, es «optimista y muy bueno, está siempre cuando se le necesita».
Lo que sí se ha instalado en El Madroño son dos fábricas de pavos, es decir, dos mataderos cuyas instalaciones te dan la bienvenida cuando llegas por la carretera desde Sevilla, el pueblo está a 77 kilómetros de la capital. La Diputación ha mejorado las carreteras en 2023, pero para los vecinos de este pueblo es más fácil acercarse a Nerva, ya en la provincia de Huelva, para hacer sus compras y las gestiones bancarias. En El Madroño hay un solo cajero de La Caixa, sin oficina, está frente al Ayuntamiento y junto a la Casa de la Cultura, otro humilde edificio de una sola planta.
![Juan Martín, repartidor jubilado, pasa la mañana sentado con su perra Furia junto a su casa](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/11/repartidor-vecino-pueblo-U66572701834Dyg-624x350@abc.jpg)
Lo que más echan de menos en el pueblo es un autobús que conecte El Madroño con Sevilla el domingo por la tarde. Así concretan la petición de este servicio para sus habitantes. «Hay uno que viene los viernes por la tarde, pero haría falta otro el domingo que fuera a Sevilla». El transporte por carretera es el único posible en el municipio y la empresa Damas es la concesionaria del servicio. Para el alcalde, ampliarlo a este día supondría mejorar la comunicación con su capital de provincia.
A mediados del siglo XIX, El Madroño tenía 434 habitantes. Se independizó del Castillo de las Guardas en 1921 y fue perdiendo población cuando, a finales de los años 60, la explotación de Minas de RioTinto cerró y los trabajadores acabaron reubicados en la empresa Atlantic Copper de Huelva.
La pérdida de habitantes ha sido progresiva pero en los dos últimos años la tendencia está cambiando. No es un aumento muy significativo, aunque los técnicos del Ayuntamiento dicen que, en este pueblo, «todo es relativo, cuando el covid pasamos de ser de los últimos pueblos a los que llegó la enfermedad, a ser de los que más afectados tenía en proporción al número de habitantes».
Pero lo que hace cincuenta años supuso para el pueblo una pérdida importante, ya que con la población minera se fueron las posibilidades de crecimiento, la vuelta a sus orígenes de parte de estos emigrantes, que no vendió sus viviendas, ahora se ha convertido en la principal vía de entrada de mejoras en el municipio. «Los mineros que se fueron vuelven al pueblo con buenas pensiones y están arreglando las casas», explica el alcalde.
Emigrantes de la mina
Sandra Esteban es descendiente de esos emigrantes de la mina. Nació y se crio en Huelva, su abuelo y su padre trabajaban para Río Tinto Minera y ha vuelto a El Madroño, es técnico en el Ayuntamiento. Atiende el teléfono y, entre otras muchas responsabilidades, da clases de apoyo por la tarde al alumnado de Primaria. Estudió magisterio en la especialidad de Psicopedagogía por lo que, a pesar de su trabajo en las oficinas municipales por la mañana, sigue ejerciendo su verdadera vocación. Ella volvió al pueblo de sus padres que ahora tienen la excusa perfecta para seguirla.
El Madroño y la sierra que lo rodea se ha convertido en los últimos años en el paraíso para ciclistas y motoristas, sobre todo, por las curvas de las carreteras que llevan al municipio y el paisaje que se contempla desde ellas. Eso sí, les faltan restaurantes y hoteles, no hay ninguno que pueda atender un aumento de la demanda. Los turistas que llegan, pasean por este singular pueblo y su entorno pero tienen que comer y dormir fuera. Nerva es la opción más escogida.
Esta es la razón por la que el alcalde no se plantea fomentar el turismo, «no tenemos capacidad ni servicios, intentamos sacar adelante un proyecto de albergue pero todavía no ha sido posible». Aún así no renuncia a promocionar la fiesta de las Cruces de Mayo cuando las dos pequeñas iglesias que hay en el pueblo organizan una procesión con romeros que van a caballo y en mulas y un mozo y una moza que cada año llevan el estandarte de las fiestas.
«No es una fiesta en el campo, el mozo y la moza acompañados de los romeros se pasean por el pueblo y la gente les grita vivas sin parar», cuenta Antonio López. También han recuperado la Fiesta de las Candelarias y, ante la menor oportunidad, te hablan de los dólmenes y petroglifos más importantes de Andalucía que se encuentran en la zona de El Riscal, dentro de su término municipal.
La fibra tampoco ha llegado al pueblo, aunque la cobertura de internet va bien, la geolocalización funciona sin problemas. Y en el municipio se permite la venta ambulante de todo tipo de productos. «Mi Pedro (uno de los vendedores ambulantes) tiene de todo, cuando veas lo que trae en su furgoneta, se te quitan las ganas de ir a El Corte Inglés», bromea Juan Francisco. Él abre la tienda a media mañana con productos de primera necesidad, igual que hace el otro bar del pueblo, Casa Pedro, muy cercanos entre sí. El Bar Marcelo anuncia, en la entrada de su tienda, con cartel y letra propia: 'Sardinas embarricadas', es decir, sardinas saladas. Y si quieren más, Nerva, con varios supermercados abiertos, está a 9 kilómetros.
![Rocío reparte los encargos de pan por la mañana a los vecinos de El Madroño](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/11/rocio-panadera-ambulante-U27262385487XLf-624x350@abc.jpg)
Gastronomía y un mal recuerdo
Los principales platos de la gastronomía madroñera son, en invierno, las migas, la sopa de ajo y la poleá, un postre elaborado con matalauva y picatoste, harina, aceite de oliva, almendra troceada y caramelizada, canela y anís seco. Pero lo que define realmente la cocina de este pueblo serrano es la matanza del cerdo, una actividad que se realiza entre amigos y familias, en los patios traseros de las viviendas, cuando ha entrado bien el invierno. No quieren darle publicidad porque temen que los animalistas desaprueben esta actividad que ha formado parte de su tradición desde que tienen memoria. Ellos se preguntan «¿para que se cría un cerdo si no es para que nos den de comer todo el invierno?».
El Madroño tampoco tiene panadería pero a sus vecinos no les falta el pan. Dos veces al día llega una furgoneta conducida por Rocío que reparte los encargos por parte de las viviendas. Y, en cuanto a la atención sanitaria, hay un ambulatorio abierto solo por la mañana con un médico tres días a la semana desde el pasado mes de noviembre y un ATS todos los días laborables.
«Querían también que el sanitario viniera solo tres días pero hemos conseguido que se mantenga», reivindica el alcalde. Para las urgencias, los vecinos se trasladan a Nerva. Pero si de algo está orgulloso el primer edil es de las instalaciones que incluyen sus dos piscinas para el verano. Los vecinos están encantados y, cuando preguntas qué es lo que más les gusta de su pueblo, responden: «¿Has visto las piscinas?».
En el despacho de alcaldía, en una estantería, Antonio López tiene un proyecto: la restauración del puente Las Majadillas, con un presupuesto de 400.000 euros para el que necesitan financiación externa sí o sí. «Nuestro presupuesto municipal está entre 600 y 700 mil euros, es imposible financiar con fondos municipales». Este puente uniría dos zonas, vías verdes por las que pasa el tren que va a Huelva. Caminos rodeados de todo tipos de plantas autóctonas, incluida el madroño, para hacer rutas a pie.
Es una propuesta para que la Diputación de Sevilla la tenga en cuenta, mientras seguirá guardando los sueños de este alcalde madroñero que vive su tercer mandato. «No sé si voy a volver a presentarme pero de cualquier manera estaré pendiente de este pueblo porque soy funcionario municipal», comenta.
![En El Madroño hay dos bares con tiendas](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/11/tienda-pueblo-pequeo-U46447417122vWK-624x350@abc.jpg)
Por lo demás, El Madroño es el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla, donde los vecinos están tan relajados que dejan las llaves del coche puestas y las puertas abiertas, al igual que las de sus viviendas. Es el mismo lugar donde el joven Cristian Bernal (21 años) insiste en pegarse a la tierra después de haber estudiado un Grado Medio de Aprovechamiento y Conservación del Medio Ambiente: «Me gusta el campo, la naturaleza y este es el lugar idóneo».
O, también, el pueblo donde Juan Martín, repartidor jubilado -nació el 18 de mayo de 1936-, pasea cada mañana a Furia, un yorkshire terrier que le hace compañía desde que murió su mujer. «No tuve hijos pero en el pueblo me cuidan», asegura.
Y si tienen un mal recuerdo en su historia reciente, este se remonta al incendio que asoló la sierra que los rodea el 27 de julio de 2004 y que obligó a desalojar a todos los vecinos del pueblo. En una enorme piedra a los pies de la casa consistorial, una placa mantiene presente el día que marcó un antes y un después en el municipio. El fuego arrasó el 80 por ciento del monte, ardieron 50.000 hectáreas y fallecieron dos personas. Para el alcalde «desde este día sabemos la tragedia que trae el fuego».
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