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Restos arqueológicos del siglo XVI confirman que la conocida como Casa de Cristobalina de Espartinas es la más antigua de la localidad

Propiedad en la actualidad de la familia Donaire Ibáñez, el hallazgo de elementos arquitectónicos mudéjares, ocultos dentro de un muro, ha permitido llegar a esta conclusión y la conecta con el claustro mudéjar del Convento de Loreto, que celebra 500 años en esta localidad del Aljarafe sevillano

Columnas y arcos encontrados dentro de un muro y restaurados en la conocida como Casa de Cristobalina ABC

S. P.

Sevilla

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La reciente restauración de una antigua casa de labor en la localidad sevillana de Espartinas ha traído consigo una sorpresa: los restos arqueológicos hallados en la misma confirman que se trata de la edificación más antigua de este municipio aljarafeño.

Conocida como la Casa de Cristobalina, la sabiduría popular siempre había afirmado que era de las más «viejas» de Espartinas. Situada en el número 73 de la avenida Alcaldesa María Regla Jiménez, antigua calle Real, y dotada de patio, corral y pozo, sus elementos edificatorios -fachada con huecos de ventanas desiguales y asimétricos-, así como su arquitectura popular, ejecutada a base de materiales cercanos, como tierra, ladrillos de barro y cal, hacían pensar que el edificio databa del siglo XVIII.

De padres a hijos se ha contado en el pueblo que fue hospital de las tropas de Napoleón en tiempos de la invasión francesa y que hace un siglo fue escuela de párvulos de Cristobalina, de donde adoptó el nombre. Posteriormente pasó como propiedad a la familia Donaire Navarro como casa de labor, con arados y mulos en tiempos pasados y tractores y gradas de discos en los contemporáneos. Durante el verdeo, sirvió de almacén y manta para limpiar aceitunas y casa para los serranos provenientes de Cabeza la Vaca, Santa Ollalla o Zufre, que venían a ordeñar manzanillas y gordales.

De izquierda a derecha, Alberto Donaire, Manuel Martínez de Pinillos, José María Cabeza, y el constructor J. J. Mateos ABC

Hace un año, el propietario y promotor, Alberto Donaire Ibáñez, inició unas obras de restauración, dirigidas por el arquitecto Manuel Martínez de Pinillos Morales y el arquitecto técnico José Manuel Sánchez Casado.

La sorpresa llegó cuando se inició la demolición de un muro de tierra en la primera crujía, que contaba con unos sesenta centímetros de grosor y que por su morfología se deducía una antigüedad de hace unos 200 años. Dentro del muro, descubren una columna de ladrillos, y al continuar la demolición, se descubre una segunda columna y dos arcos desiguales, uno de medio punto, y otro más rebajado, todo construido en ladrillo según la técnica y el estilo mudéjar propios del siglo XVI y de los alarifes que prestaron sus servicios tras la Reconquista a los cristianos que venían del norte para la repoblación de estas tierras, según afirma José María Cabeza, académico de Bellas Artes, exconservador del Alcázar y miembro del consejo asesor de Adepa, quien ha seguido de cerca el desarrollo de las obras. La técnica empleada guarda además relación con el claustro mudéjar del Convento de Loreto, que ahora está de celebración pues se cumplen este año los cinco siglos de presencia de los frailes franciscanos en Espartinas.

El hallazgo, por tanto, convierte a la antigua casa de Cristobalina en la más antigua de Espartinas, que cumple medio milenio con la puesta en valor de los elementos arquitectónicos que la hacen merecedora de esta mención.

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