Alcalá de Guadaíra se parte en dos con la llegada de los refugiados

Una parte de la población los defiende y dice que «no son ni delincuentes ni violadores»; la otra cree que «en este pueblo hay gente que duerme en los parques y no se les ayuda»

Alcalá de Guadaíra recibe a los refugiados de países subsaharianos

Uno de los 85 refugiados con un profesional que los atienden en el hotel Sandra de Alcalá C. G.

Carmen González

Alcalá de Guadaíra

Una semana después de la llegada de 85 inmigrantes a un hotel de Alcalá de Guadaíra, los vecinos están divididos. Hay quienes argumentan que la localidad no tiene recursos para todos y que, tarde o temprano, aumentarán los problemas de delincuencia. Sin embargo, ... otra parte de la población, está asombrada de tanto drama, de los insultos vertidos estos días en las redes y defiende que «son refugiados, ni delincuentes ni violadores».

Los inmigrantes están en proceso de solicitud de refugio político en España y llegan de varios países subsaharianos, la mayoría de Mali, un país de la zona de Sahel en África Occidental. Son víctimas de conflictos y han sufrido distintas vulneraciones de sus derechos o persecuciones en uno de los países más pobres del mundo. Han llegado de la mano de la ONG Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), responsable y gestora de esta acogida temporal, en principio hasta el 31 de diciembre.

La mayoría de los nuevos usuarios del hotel Sandra llevan ya un tiempo en España, desde una semana a varios meses, antes estaban en Granada. Forman parte del reparto que realiza el Gobierno español ante el problema del colapso que sufren algunos centros de acogida, principalmente de Canarias. Esta misma semana, a la isla han llegado dos embarcaciones en las que viajaban un total de 115 personas inmigrantes de origen subsahariano.

El hotel Sandra tiene cerradas las puertas y un guardia de seguridad es el encargado de controlar el paso. En el momento en que alguien se identifica como periodista, en un intento de hablar con algún encargado del hotel, la respuesta es «no se puede». Y vuelven a cerrar.

El establecimiento está en el barrio de la calle Silo, con un colegio de Primaria que lleva el mismo nombre. Calle comercial y de paso, es el barrio donde abrió el primer Instituto de Secundaria de Alcalá de Guadaíra, el IES Cristóbal de Monroy, reformado hace ya 20 años cuando en 2004 lo tuvieron que desalojar por riesgo de derrumbe.

Aprenden a saludar

Los nuevos usuarios del establecimiento salen y entran, generalmente en grupo. Y dan vueltas por el pueblo o se sientan tranquilamente cerca del inmueble. Bajo la sombra de un árbol, o echados en la pared de la fachada, escuchan música o echan un vistazo a las redes sociales con sus teléfonos móviles.

La mayoría no habla ni entiende español, pero han aprendido un puñado de palabras: hola, buenos días, buenas tardes, qué tal. Y con ellas saludan a los vecinos que se encuentran, por ejemplo, parados en uno de los comercios de la calle Silo, la que da nombre al barrio donde está el hotel.

«Son muy agradables. Esta mañana han pasado por mi lado y me han dado los buenos días», dice Carmen, una señora mayor que estaba parada con un comerciante hablando precisamente de estos nuevos vecinos del barrio. Cuando se les pide la opinión, generalmente no tienen problemas en darla, pero no quieren identificarse. «Son personas desesperadas que, si en su tierra lo están pasando mal, es normal que busquen otro lugar. Me dan mucha pena», dice esta señora.

Es la misma opinión que tiene otra joven alcalareña que no vive cerca del barrio. «No entiendo por qué hay que desconfiar tanto. Cuando oí lo que decían y vi los comentarios que habían puesto en las redes, pensé que sólo eran refugiados ni delincuentes ni violadores». Ella no ve mal que vengan, si se les puede ayudar y, asegura, «no entender dónde está el peligro».

Uno de los jóvenes acogidos junto a la puerta del hotel Sandra C. G.

Pero hay vecinos que, días después de su llegada, siguen sin entender la falta de información ofrecida por los responsables del Ayuntamiento alcalareño. «Me parece mal que no lo hayan notificado a la sociedad. Todo el mundo debe tener su oportunidad, pero organizados, no se puede meter a 85 personas en un hotel sin saber qué va a pasar con ellos», dice el propietario de uno de los comercios cercanos.

Hay otros vecinos que se preguntan también con qué recursos se pagan estos gastos, información que, según dicen, tampoco han aclarado. «Mi hija está todo el día en la carretera para ganar 700 euros, no puede independizarse. Y a nosotros en el último año nos han subido el impuesto de la basura 40 euros. Resistimos de milagro, también necesitamos ayuda».

En el mismo sentido se expresan tres jóvenes que están parados en la calle junto al hotel. Aunque cada uno con un matiz. El más radical asegura que «están convirtiendo Alcalá en Los Pajaritos (barrio de Sevilla). Aquí hay personas durmiendo en los bancos de los parques, uno se ha montado con cartones una cama y otro está en la misma puerta del Ayuntamiento. Estos me dan más pena».

Su pareja asegura que «a mi abuela le quitaron la casa y nadie del Ayuntamiento la ayudó. Los que vivimos aquí no tenemos trabajo, pero a cualquiera que viene de fuera le ponen un hotel a su disposición con pensión completa». La amiga declara que «no puede juzgarlos porque no los conoce, es cierto que aquí hay gente necesitada para las que no hay recursos, pero ellos no tienen la culpa».

Insultos en las redes

La reacción de la ciudadanía ha llegado a los insultos en esta última semana. La alcaldesa, Ana Isabel Jiménez, el martes en su cuenta de X, mostró parte de los agravios que había recibido y dejó un mensaje en su perfil: «Aún hoy las mujeres tenemos que soportar este tipo de ataques. Comentarios vejatorios que incitan al odio y a la violencia que, curiosamente, es de lo que acusas a otras personas simplemente por su color de piel. Estoy orgullosa de ser mujer y seguiré trabajando con más fuerza». Al respecto, ha anunciado que tomará medidas legales.

El PSOE de Alcalá de Guadaíra salió en defensa de la mandataria y, en un comunicado, rechazaba el comportamiento de algunos vecinos. «La alcaldesa ha recibido insultos machistas, soeces, que implican una gran violencia contra su persona y que incitan al odio y la violencia. Algo que está totalmente fuera de lugar en una sociedad democrática y que atenta contra la libertad de las personas», explican.

La vida sigue en el barrio. Poco antes de las dos de la tarde se abren las puertas del CEIP Silos que comenzó las clases el pasado 10 de septiembre. Los más pequeños todavía están en periodo de adaptación. Las familias esperan la salida y no quieren hablar. Aunque algunos no pueden evitarlo y contestan: «Los niños no están en peligro, hay gente muy exagerada».

A menos de cien metros del colegio, en la Plaza de la Zarzuela, cuatro jóvenes usuarios del hotel, conversan y otro, en un sillón aparte, aprende unas palabras en español escritas en un folio. En las instalaciones, a esa hora, se oyen risas y algo de música. Y empieza a oler a comida.

No se sabe nada de sus vidas, pero su aspecto se asemeja al de cualquier joven de Alcalá, calzonas blancas Nike, camiseta de publicidad y el teléfono en la mano, con el que se entretienen parte del día. Algunos vecinos se preguntan cómo es posible que, si no tienen recursos, lleven ropa, teléfono y auriculares de marca. Otros insisten en defenderlos: «Qué hay de malo en eso. Mientras sean personas de bien, bienvenidos sean».

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