Sevilla y Amén
Frío
Están los cuerpos fríos como un Cristo yacente. Como si el azahar de los alcorques fuese nieve. El viento zarandea hasta la túnica estofada del Señor de la Salud en la Candelaria y abufanda las gargantas de los saeteros
Cofradías de invierno. Están los cuerpos fríos como un Cristo yacente. Como si el azahar de los alcorques fuese nieve. El viento zarandea hasta la túnica estofada del Señor de la Salud en la Candelaria y abufanda las gargantas de los saeteros. Sólo debajo del ... canasto de San Benito sube la temperatura. Los kilos calientan. Los nazarenos del Cerro, que tantas veces han llegado con los cirios doblados a la Campana, celebran el terciopelo rojo sobre sus caras. Cientos de mejillas gélidas sueñan con la mano de Malco en San Lorenzo. El junco de San Esteban acompasa la vieja copla: «Quiero ser como la mimbre, / que el aire la bambolea / pero se mantiene firme». Menos mal que el Martes no tiene olivos. Porque ni las tubas de la Oliva de Salteras silban más fuerte que el viento detrás de la Virgen del Dulce Nombre. En la calle Sierpes se han caído unas cornisas mientras las nubes cogen sitio en Santa Cruz. La gente busca las bullas para salir de la tiritera en Omnium Sanctorum. Pero el frío de este Martes, clavo de la primavera, es un aprendiz del frío de Muerte (Buena Muerte) que imparte Cristo en la Universidad.
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