El viento se llevó las nubes pero trajo las sillitas y los aforamientos

A pesar del esfuerzo por parte del Ayuntamiento, los sevillanos se apalancaron en los alrededores de la plaza del Salvador y la calle Alfonso XII

La Policía Nacional decidió cortar el acceso del público a la calle Francos para ver el regreso de La Redención ante el bullicio que se había formado

Sillitas esperando a la hermandad de San Gonzalo MANUEL GÓMEZ

Mario Daza

Sevilla

El día en el que se fueron las lluvias regresaron algunos de los males de la Semana Santa de nuestros días. Había tantas ganas de disfrutar de un día tranquilo –obviemos los chaparrones hasta media tarde–que los sevillanos se echaron en masa a ... las calles para no perderse ni un detalle de este Lunes Santo. Una muchedumbre que permanecía oculta en sus casas y en los bares y que toda de golpe fue tomando posiciones en las esquinas más codiciadas de la ciudad. Con ella volvieron también las sillitas, las bullas incontroladas y los primeros aforamientos de este año. Y hasta se escuchó de nuevo aquello de «por aquí ya no pasa nadie más», repetido en la voz de una señora que creía que la loseta de la plaza de la Magdalena en la que esperaba a Las Aguas era de su propiedad. Se notaba ya que los sevillanos estaban a lo que tenían que estar.

Moverse de un lado para otro de la ciudad era misión imposible a última hora de la tarde. Para muestra de esta situación, lo que ocurrió en la esquina de Rioja con Tetuán, donde varias horas antes de que pasara la cruz de guía de la hermandad de San Gonzalo ya había varias filas de personas esperando a que llegara el misterio del Soberano Poder. Era una de las esquinas escogidas por la bulla para vivir con toda intensidad un Lunes Santo al que ya no le faltaba casi de nada. Eran en su mayoría jóvenes llamados por la espectacularidad del momento y ávidos por ver en acción a la cuadrilla del Barrio León en perfecta conjunción con la banda de las Cigarreras.

Había cofradías en las calles y a Sevilla, en su versión más jartible y novelera, no le hacía falta más para abarrotar el entorno de la Carrera Oficial. Ayer no fue día de rememorar en Youtube lo que la lluvia impedía ver en las cofradías y eso se notó desde primera hora de la tarde. Las calles volvieron a recuperar ese paisaje de sillitas contra el que el Ayuntamiento de Sevilla anunció que lucharía con todo su ahínco, pero la realidad es que se produjo la famosa teoría de la manta. Es decir, si la Policía actuaba en un punto concreto, los sevillanos se movían hacia otro. Y así durante buena parte del día. Para muestra, la Carrera Oficial improvisada que se armó en plena calle Alfonso XII para ver pasar los cortejos de las hermandades de Las Penas de San Vicente y El Museo en primera fila.

La estampa se repetía por varios puntos de la ciudad. El entorno del Salvador era otro de los lugares escogidos por la muchedumbre para plantar esta especie de campamento base desde horas antes de que pasaran La Redención y Santa Marta por esa zona. Se vieron sillitas plantadas en el suelo con total naturalidad en la desembocadura de la calle Álvarez Quintero, donde también se aprovechaban las aceras para esperar con calma la llegada de las cofradías. Lo curioso es que algunos incluso se colocaban debajo del cartel instalado por el Cecop en el que se dice claramente que ahí no pueden ponerse las sillitas. Pero o el letrero era transparente para ellos o simplemente decidieron hacer caso omiso a la recomendación.

Tuvo serios problemas la cruz de guía de la hermandad de Las Aguas para salir desde Zaragoza a Reyes Católicos. Menos inconveniente se encontró La Redención para transitar por una calle Francos en la que no cabía un alfiler. Le ayudó bastante el hecho de que la Policía Nacional pusiera aquí en práctica los primeros aforamientos de esta Semana Santa. Imposible pasar desde la esquina de Chapineros y desde la Cuesta del Bacalao. Era la consecuencia de una tarde masificada en la que la ciudad había decidido volver a ponerse el traje de capillita. Las ganas de cofradías eran ya un fenómeno incontrolable. Carpe diem, que dirían algunos.

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