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Gran Poder: La devoción del pueblo

Almanaques, azulejos, grabados, latas de carne de membrillo… Miles de objetos han contribuido a acercar la imagen del Señor a sus devotos. En lo sublime y en lo cotidiano, la ciudad de Sevilla hizo que el Señor del Gran Poder estuviera presente en su día a día

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Una vieja tradición aseguraba que San Cristóbal protegía durante 24 horas de la muerte a aquellos que rezaran ante su imagen. Es decir, que la sociedad del medievo sentía la necesidad de acudir diariamente a rezar a la imagen del Santo para garantizarse, al menos, no morir en esa jornada. Por eso la Iglesia comenzó a colocar a San Cristóbal en retablos y lugares cercanos a las puertas de las iglesias. Todos tenemos en mente la colosal pintura mural que hay en la Catedral , precisamente, junto a una puerta, la del Príncipe . Casi se les podía rezar desde la calle, no hacía falta interrumpir la misa. Tan sólo asomar los ojos por el dintel y, fácilmente, la imagen del Santo estaba a la vista de aquellos que buscaban su protección.

Por eso, cuando se popularizó el uso de la imprenta, las estampas y grabados más divulgados fueron, precisamente, los de San Cristóbal. Todo el mundo lo quería tener en sus casas. Todos querían tenerlo a mano para “garantizarse” un día de vida más. Algo parecido ocurrió en Sevilla con el Gran Poder . Todos quisieron tenerlo cerca.

Litografía con el rostro del Señor del Gran Poder

El Gran Poder , su portentosa zancada, su conmovedor rostro había conseguido penetrar en los tuétanos del barrio desde su capilla en la parroquia. San Lorenzo era el barrio con más casas de vecinos de la ciudad y, por tanto, el de mayor población. Cuando en los siglos XIX y XX se produce una progresiva desaparición de estos corrales la población del barrio se dispersa por toda la ciudad y, con ella, la devoción al Señor.

Relicario artesanal realizado por monjas

De esta manera, el Gran Poder se hace popular en los barrios, entre la gente humilde, en el equipaje de los emigrantes que salían de la ciudad en busca de oportunidades, en las capillas de los toreros, en las habitaciones de los hospitales…

En la lejanía, en las debilidades, en el día a día todos querían estar cerca, de algún modo, del Gran Poder y una manera de estarlo era a través de los numerosas reproducciones en muy distintos formatos que se hicieron.

Cromolitografía con la imagen del Señor, ya a color

El Señor del Gran Poder protagonizó miles estampas, láminas, litografías y grabados que eran colocados en las casas. Aquellas primitivas litografías o grabados no solían guardar tanta relación con el rostro como con la iconografía. Estos solían hacerse por autores que, en numerosos casos, no habían visto nunca al Señor, de ahí a que cualquier parecido con la imagen es pura casualidad. Con la divulgación de la fotografía, la reproducción de su verdadero rostro recorrió el mundo. En los conventos, las monjas se afanaban en la confección de relicarios en los que se combinaban sedas, tejidos, lentejuelas y se les daba relieve a la postal del Señor.

Pisapapeles con el Señor del Gran Poder de principios del siglo XX

En la primera mitad del siglo XX, en los hornos de Mensaque, Santa Ana, Montalván… se cocía su rostro sobre el barro. Cientos de casas de la ciudad estaban bendecidas por el Gran Poder desde el momento en el que se colocaba un retablo cerámico en la fachada, en el zaguán o en el patio principal. En las clases menos pudientes bastaba colocar una benditera o una chapa de metal sobre la mirilla o el dintel de la puerta para considerarse que el hogar ya estaba protegido.

Placa de metal que se instalaban en las puertas o en sus dinteles

En las primeras décadas del XX se popularizó el uso de todo tipo de objetos , por ejemplo, pisapapeles que figuraban en los despachos de médicos, abogados y notarios de la ciudad. Sin olvidar los almanaques, imprescindibles, en las cocinas de los sevillanos porque al Señor también se le encomendaban aquellas citas médicas que se anotaban en rojo bajo su mirada de papel.

Benditera con el Señor del Gran Poder

Para entonces, el Gran Poder ya se había convertido en símbolo inequívoco de la ciudad. Tanto como la Giralda o el Patio de la Montería del Alcázar . Por eso, no es de extrañar que su silueta, con la cruz a cuestas, se convirtiera en objeto de souvenir que, desde las primeras décadas, del siglo XX seducía al turismo que llegaba a Sevilla.

Azulejo de Cerámica Santa Ana donado por la hermandad en 1956 a la “nueva” barriada de Jesús del Gran Poder, en Nervión

El Señor de las Azulejos

El Señor del Gran Poder es, probablemente, la imagen más reproducida en los retablos cerámicos que, en la primera mitad del siglo XX proliferaron en la ciudad y fuera de ella. Instituciones, particulares y nuevos desarrollos urbanísticos quisieron verse amparados por la imagen protectora del Señor, de ahí a la proliferación de numerosos azulejos por toda Andalucía occidental, incluso, fuera del continente europeo. Gracias a esa producción, se ha podido condensar en el tiempo la impronta del Señor y su ajuar. Esto no solo ha cumplido su misión de extender y afianzar la devoción popular al Gran Poder; también ha servido para la protección de su patrimonio, facilitando que se puedan reproducir obras desaparecidas tales como la nueva túnica de los devotos. Una pieza bordada estrenada en 1817 y cuyo diseño se ha podido recuperar gracias a que la túnica siguió “viviendo” en los azulejos.

Nota: Objetos de la colección particular del actor, pintor y hermano del Gran Poder, Miguel Caiceo.

Pintura contemporánea de Miguel Caiceo titulada “Gran Poder: Religiosidad Popular”

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