GOTA A GOTA
Primer golpe. Alfredo Flores
Alfredo Flores se alineó en los años oscuros de San Gonzalo con los que habían sido apartados del corazón de la hermandad. Todo un teniente fiscal no con las élites sino con los «desheredados»
Cuando Alfredo Flores llegó desde Salamanca a la Fiscalía de Sevilla lo primero que hizo para arraigarse fue buscar un vínculo con las hermandades de sus amigos. A través de Pepe Ibáñez y de los hermanos Marín, Flores llegó a Los Gitanos (en cuyo columbario reposan sus restos desde esta semana) pero sobre todo a San Gonzalo. En aquella hermandad de los años 70, humilde, de barrio y muy viva, el fiscal halló la esencia de la religiosidad popular que le encandiló. No se metió de costalero como sus amistades pero profesó una gran admiración por aquel grupo de hombres liderados por un adolescente Manuel Garduño que cogió el martillo con solo 16 años. Cuando a San Gonzalo, en 1979 le llegan las horas oscuras de la gestora presidida por el pluriempleado canónigo Hernández Bastos, Flores se alinea con los que habían sido apartados del corazón de la hermandad. Todo un teniente fiscal no con las élites sino con los «desheredados» Por eso lo eligieron de líder para el movimiento juvenil de apertura que logró derrotar a la oficialidad en unas elecciones. Lo eligieron pregonero en 1981 por su capacidad oratoria forjada en los juzgados. Le llamaban «el verbo». Lo que hoy es San Gonzalo nace de dos movimientos de renovación, el de Antonio Garduño y el que consolidó Alfredo Flores, dos hermanos tras la muerte de Alfredo esta semana se han vuelto a encontrar en los cielos limpios del Barrio León.
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