recuerdo
Así fue el Pregón de Garrido Bustamante: «Qué bien se llevan los pasos andando sobre los pies»
Aún se recitan extractos de la pieza literaria que anunció la Semana Santa de Sevilla de 1990
Muere José Luis Garrido Bustamante, medalla de Sevilla, pregonero y la voz de la Semana Santa
José Luis Garrido Bustamante: «A mi Cristo que duerme le pido que me saque del mundo agarrado a su mano»
![José Luis Garrido Bustamante](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/11/18/pregon-garrido-bustamante-RGRHnFDZThVtpMgRdRROA6K-1200x840@diario_abc.jpg)
«Qué bien se llevan los pasos andando sobre los pies». Puede ser la frase más conocida del Pregón de José Luis Garrido Bustamante del año 1990. Sin embargo, el periodista sevillano dejó para la historia numerosos pasajes en la pieza literaria que aún se recuerdan generación tras generación. El anuncio de la Semana Santa de aquel año dejó para los asistentes cómo un nazareno del Calvario se escapaba para ver a la Macarena en un momento de la estación de penitencia. O cómo el texto estaba estructurado en el Padrenuestro y parte del Ave María. O cómo es la vuelta de la hermandad de los Gitanos a la parroquia de San Román en esos años 80 donde parecía que la mañana del Viernes Santo era eterna.
Garrido Bustamante, con su voz que lo envolvía todo, contó en el Pregón cómo la Giralda era la «Torre de la Fe de Sevilla» al mismo tiempo que ensalzaba el papel de los costaleros recordando a figuras como 'El Balilla' o Rafael 'Fatigas' con versos que todavía se recitan en muchas reuniones de cuadrillas y amigos:
«Qué bien se llevan los pasos
andando sobre los pies
con las mecidas cortitas
y acompasado el vaivén.
El paso se ve de lejos
que de cerca no se ve
porque hay que ver el trabajo
de los que pueden con él
y las levantás de ensueño
sin que se caiga un clavel.
Qué bien se llevan los pasos
andando sobre los pies».
Vinculación con sus hermandades
Además, el periodista recordó a su familia contando sus vinculaciones con las hermandades a las que pertenecía. Comentó que «el pregonero es vecino del Gran Poder. [...] El pregonero nació predestinado para ser nazareno del Gran Poder y tiene a gala hoy, como si del más codiciado título nobiliario se tratara, haber alcanzado un número tan bajo en la hermandad que le permitiría hacer la estación penitencial muy cerca del paso».
Garrido Bustamante también explicó su relación con otra corporación de la Madrugada del Viernes Santo como es El Calvario: «Pero nunca salió en la cofradía porque sus pisadas nazarenas siempre tuvieron como destino El Calvario».
«El Gran Poder era la cofradía de la madre. El Calvario, la del padre. La voz cantarina y querida de al viejecita santa lo llamaba cariñosamente 'Granpodé bendito' y, arrodillada ante Él, clavaba en el rostro atormentado del Señor miradas largas de incontenible arrobo».
Además, en su alocución, también tuvo versos para la Esperanza de Triana en la noche mágica de la Madrugada:
«Olé la pena bonita
olé la gracia del barrio,
Esperanza de Triana,
Capitana de los barcos:
Me duele mucho tu pena,
tu tormento me hace daño,
pero vas tan guapa, Madre,
en la joya de tu paso
que, pareciendo locura,
prisionero de tu encanto,
al verte pasar te digo,
con temblor enamorado:
¡Olé la pena bonita.
Olé la gracia del barrio,
¡qué guapa vas, Madre mía!
¡Cuánto me gusta tu llanto!»
El Calvario
Y al final del texto, Garrido Bustamante habló de El Calvario, donde comentó que había celebrado en 1990 sus bodas de plata como hermano y se refirió al crucificado con estos versos:
«Van las blandas pisadas sobre piedras desnudas.
Largas filas de negros hombres encapuchados,
altos los capirotes, toscos las suelas rudas,
y el esparto que ciñe con rigor los costados.
Cristo viene a lo lejos, entre cuatro blandones.
Con el alba que sale ya los pájaros pían,
en la calle San Pablo, se evaporan los sones
y los goznes del templo, al abrirse, chirrían.
En el viernes sagrado, es la entrada silente
del Señor del Calvario que termina el regreso
y se asombra la aurora y enmudece la gente
y la luz que se estrena le dedica su beso...
Y a mi Cristo que duerme con su más dulce muerte
yo le pido que, cuando me desprenda lo humano,
se libere de clavos, de su sueño despierte
y me saque del mundo agarrado a su mano».
El final de una pieza literaria que fue aplaudida durante varios minutos en el teatro Lope de Vega y que se sigue recordando por generaciones y generaciones de cofrades que lo escucharon en los programas y retransmisiones de televisión, finalizó con:
«El sevillano tornará a ofrecerse con su cruento sacrificio penitente sobre la etérea patena y será, otra vez, ejemplo testimonial y clave comprensible del secreto de su Semana Santa. Porque mientras, evangélicamente, su mano izquierda siga sin saber la generosidad de su derecha, ocultará a los ojos de los demás los estigmas de su oblación nazarena: el dolor de su costado tras las largas horas de apoyar en él su pesado cirio en una cofradía de negro; las heridas de sus pies tras haber ido descalzo en una cofradía de capa o el morado y lacerante cardenal en el hombro o en el cuello tras haber llevado una cruz o una trabajadera [...]
Por eso, en este Templo abierto bajo la bóveda celeste, en esta ciudad hecha de Iglesia mayestática, con las calles convertidas en naves y las avenidas en cruceros, se alzará la voz sacerdotal del pueblo mismo y clamará con firmeza:
'Continuación de la proclamación del Santo Evangelio, según Sevilla...'
Y, entonces, cuando nos llevemos a la frente los dedos cruzados para signarla con la señal de la Cruz... estará la primera en la Campana».
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