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La naturalidad de Lora del Río se abrió paso entre el gentío con la Virgen de Setefilla

Los loreños portaron a hombros a su patrona durante una procesión en la que no renunciaron en ningún momento a lo que los hace únicos: su personalidad

El singular relevo de los loreños para portar a la Virgen de Setefilla al terminar la carrera oficial

La Magna de Sevilla: hagamos una procesión que nos tomen por locos

La Virgen de Setefilla, en el final del recorrido oficial de la Magna Víctor Rodríguez
Pepe Trashorras

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Uno de los aspectos más extraordinarios e inéditos de la procesión de clausura del Congreso fue la presencia de tres localidades de la provincia fervientemente marianas como son Lora del Río, Dos Hermanas y Utrera, con sus grandes devociones. El primero de estos casos fue especialmente llamativo por sus características tan propias y autóctonas.

Los devotos de la Virgen de Setefilla, al igual que su junta de gobierno, defendieron en todo momento que la imagen fuera portada a hombros de los loreños de la misma forma que cada 8 de septiembre en su procesión anual. Durante el recorrido oficial se establecieron una serie de relevos bien definidos con los hombres justos para no alterar en demasía el orden de la procesión. Sin embargo, una terminado, la Virgen ya era patrimonio exclusivo de su pueblo, que la llevaría hasta San Andrés a la manera que ellos conocen, la que han mamado, la única que el pueblo de Lora concibe para su patrona.

Así, una impresionante marea de loreños se encargó en todo momento de conducir a la Virgen portada a hombros por las calles del Centro de Sevilla, engalanadas para la ocasión con balconeras y guirnaldas de flores de papel celestes y blancas, hasta la iglesia de San Andrés. En ese enclave debía recogerse a eso de las doce y media, aunque finalmente lo hizo cerca de dos horas antes. Los loreños son soberanos y nadie mejor que ellos sabe las maneras, tiempos y formas en que hay que llevar a María Santísima. No faltaron las plegarias rezadas ni cantadas, a las que se unieron muchos sevillanos, ni tampoco los vivas a la Serranita hermosa y al pueblo de Lora del Río.

Este carácter arrollador tan diferente de la manera de procesionar en Sevilla no dejó indiferente a nadie. Por un lado, la admiración de una buena cantidad de cofrades, sorprendidos gratamente de encontrar un fervor tan genuino y sin imposturas; pero, por otro, la controversia en quienes están acostumbrados a otro tipo de procesiones y no terminaron de entender la forma de hacer las cosas de Lora.

Los estandartes de los gremios iban anunciando la llegada de la Virgen de Setefilla, que aún llevaba delante dos parejas de acólitos que apenas conseguían mantener rectos sus ciriales debido a la gran muchedumbre procedente de esta localidad de la Vega del Guadalquivir que se arremolinaba en la delantera de las andas procesionales. Sevilla entera quedó marcada de una forma u otra al descubrir una personalidad tan arrolladora y la naturalidad con la que Lora del Río se plantó en la capital hispalense con su lucerito de la sierra.

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