Devoción
Juan Belmonte y la Virgen del Patrocinio
La dualidad de los barrios de la Macarena y Triana, representada en la amistosa rivalidad de los toreros Gallito y Belmonte, llegó también en la década de 1920 al mundo de las cofradías
Con esta pretensión surgió posiblemente la idea de redefinir el paso de palio de la hermandad del Cachorro, a cuya nueva dolorosa empezó el pueblo sevillano a denominar 'La Señorita de Triana'
Triana sanó las heridas de la Virgen del Patrocinio
Este año que se cumplen cien de la primera salida el Viernes Santo en 1923 de la antigua Virgen del Patrocinio perdida en el incendio de 1973, quizá pueda servirnos la efeméride para resaltar una serie de actuaciones, no muy conocidas, en las que se ... involucró el torero Juan Belmonte dentro del seno de su hermandad del Cachorro. Buena muestra de la mucha ayuda económica, apoyo personal y artístico que siempre brindó con tanta generosidad en la adquisición de enseres y distintos elementos de su conjunto patrimonial, como torero y bienhechor, son las potencias de oro realizadas por el orfebre José Moguel, y el paso que labró Castillo Lastrucci para el Cristo. Belmonte nunca escatimó esfuerzos para facilitar la organización de festivales taurinos a beneficio de su hermandad, en los que se obtuvieron importantes recaudaciones.
Pero el proyecto en el que se involucró con un especial interés fue en el de la redefinición del estilo artístico de la Virgen del Patrocinio, y la realización del conjunto de su paso de palio, entre los años de 1920 y 1926, en cuya majestuosa obra intervinieron la diseñadora Herminia Álvarez Udell, y los talleres del Hijo de Olmo bajo la dirección técnica de Concepción Fernández. Aquellos años asesoraban técnicamente a la hermandad del Cachorro personalidades del panorama artístico de la ciudad tan relevantes como Joaquín Bilbao, Adolfo López, el orfebre trianero Jorge Ferrer, don Ignacio Gómez Millán o el mismísimo don Aníbal González. Un ramillete de selectos artistas atraídos hasta el Cachorro por las poderosas familias que componían su Junta de Gobierno.
Aquella ambiciosa renovación efectista aspiraba a encumbrar el nuevo paso de palio y su Dolorosa entre los mejores de Sevilla, para que estuviese a la altura de una imagen titular tan carismática como el Cachorro, o, al menos, que no desmereciese demasiado la excelencia del primero. Para ello, Belmonte corrió personalmente con muchos de los gastos que se ocasionaron, además de ayudar a adquirir el hermosísimo busto de la Virgen, una meritoria efigie del siglo XVIII con un semblante juvenil bellísimo, que poseía el coleccionista sevillano de arte don Alberto Ramírez Fito en su domicilio particular.
Aunque Juan Belmonte no había nacido en Triana, vino a establecerse en ella desde joven, por lo que cuando saltó a la fama residía ya en la calle Castilla, cerca de la ermita del Patrocinio. Se convirtió en uno de los devotos más fanáticos del Cachorro de Triana desde adolescente, después de haberse encomendado en innumerables ocasiones al Cristo agonizante por excelencia, en sus correrías de las Ventas de Cara Ancha y Camas, donde aprendió a torear y superar el miedo a la muerte. En la superstición del torero resultaba providencial la protección milagrosa que le deparaba el Santísimo Cristo de la Expiración, retrato del drama que tuvo que sentir tan cerca cada vez que pisaba el ruedo. Sin ser trianero de cuna, amó a Triana hasta la médula a través del Cachorro de su alma.
Devoto también de la Virgen del Rocío
Nuestro torero fue un fervoroso devoto también de la Santísima Virgen del Rocío, íntimamente unida al mundo del toro y el barrio de Triana. La patrona de Almonte y Reina de las Marismas, que guardaba una estrecha vinculación con la gente del campo y los ganaderos, había encontrado en el arrabal trianero el asiento corporativo de su hermandad desde el año 1813, de la que Belmonte llegó a formar parte en los albores del siglo XX.
Como capillita, su Virgen predilecta fue la del Patrocinio, la exquisita Dolorosa que acompañaba en la estación de penitencia al Santísima Cristo de la Expiración, a cuyo crucificado le rindió una ciega devoción. Este torero de rostro serio, profundas convicciones católicas y fiel cumplidor de los preceptos de la Iglesia, perteneció a su Junta de Gobierno en distintas etapas, después de que los hermanos Daniel y Armando Herrera, grandes comerciantes agrícolas con pleno dominio sobre las embarcaciones mercantiles del puerto de Triana, influenciasen sobre él cuando era un mozo como apoderados suyos que eran, para que se hiciese hermano de nómina.
Entre las estampas sevillanas de costumbres y tipos populares que inmortalizó el fotoperiodismo español y extranjero desde el último tercio del siglo XIX, sobresale por excelencia la consideración alcanzada por la imagen del Cachorro sobre su paso en Semana Santa. Así apareció en 'La Ilustración Artística' el año 1895, junto a las vistas panorámicas de la ciudad: el río, la Giralda, la Torre del Oro, otras imágenes procesionales y algunos cuadros de Murillo. Ello evidencia que el Cachorro era un ya un icono de Sevilla perfectamente reconocible e identificable para toda España y el mundo entero en los compases finales de la centuria decimonónica. Por tanto, cuando Juan Belmonte se acerca a venerarlo, el insuperable crucificado del Siglo de Oro ya es universal.
Cuando le llegan los triunfos al torero entre 1913 y 1915 se desertó de inmediato una gran admiración por «El Pasmo de Triana», reconocida públicamente. Entonces comenzaron a difundirse imágenes del torero como otro de los símbolos identificativos más preclaros de Sevilla y España fuera de nuestras fronteras. Tan sonada llegó a ser la vinculación de Juan Belmonte con El Cachorro de Triana, que en aquellos años llegaron a emitirse postales del Cristo de la Expiración en su paso por la plaza de la Magdalena, junto a él vestido de torero, muy jovencito. La edición del suvenir es un claro exponente de la celebridad que alcanzaron tanto el Cachorro como Belmonte, de modo conjunto.
Emblemas de una Sevilla en la que todavía sobrevivían señoritos terratenientes, muchos de ellos representantes de una nobleza rural agropecuaria, aficionados al campo, los caballos, su doma vaquera y la tienta de toros con garrocha, que mandaban en la mayoría de las cofradías sevillanas, así como en el orden socioeconómico y político de la ciudad. La pertenencia a su Junta de Gobierno de destacados miembros de la élite económica de Triana como los Herrera, los Astolfi, el farmacéutico don Ignacio Gómez Millán o el propio Juan Belmonte favorecieron el engrandecimiento institucional y corporativo de la hermandad del Patrocinio.
Este potentado humano atrajo a devotos muy ilustres y distinguidos como los integrantes de la familia real en Sevilla: el infante don Carlos de Borbón y su esposa la infanta doña Luisa de Orleáns; y sus hijas doña Esperanza, doña María, doña Isabel Alfonsa y doña Dolores. Pero también a refinadas damas de la nobleza sevillana como a la señora marquesa de Argüelles, quien todos los años cedía a la nueva Dolorosa, popularmente conocida como la «Señorita de Triana» alhajas de su propiedad que ni ella misma se atrevía a lucir en la corte madrileña, debido a la superioridad que estas poseían con respecto a las joyas de la propia reina.
Belmonte y Gallito
Los dos toreros representaban como nadie la dualidad de los barrios de Triana y la Macarena. Si Joselito «El Gallo» personificaba a la Alameda, la Macarena y a Sevilla, al barrio de Triana, su «Señá» Santa Ana, el Altozano, el Rocío, la calle Castilla y el Zurraque quien mejor los encarnaba era Belmonte. El negro imperante de siglos pasados, la hermandad del Cachorro lo reemplazó por el rojo burdeos, por lo que en la impregnación del nuevo estilo que los dirigentes, Juan Belmonte entre ellos, le confirieron al nuevo palio del Patrocinio siguió muy de cerca el modelo (suntuosa riqueza y alegría) del paso de la Virgen de la Esperanza de la Macarena, barrio natal de Juan Belmonte, al que acudía todos los años por la mañana para ver la entrada de la Virgen, y saludar a su íntimo amigo José Gómez «Gallito», que iba siempre en la presidencia de su paso de palio.
El Viernes Santo de 1917, tras recogerse la Macarena, Belmonte y Gallito fueron sacados a hombros de una gran multitud por el Arco de la Macarena. Acontecimiento histórico aquel, pues nunca pudieron salir así los dos juntos por la Puerta Grande de la Maestranza. Belmonte movilizaba una cantidad ingente de personas, por lo que la popularidad que el torero le reportó en las décadas iniciales del siglo XX al Cachorro fue determinante para terminar de consagrar su prestigio devocional e institucional. Por ello no debe extrañarnos que en el año 1929 la imagen elegida para representar a la Semana Santa de Sevilla en los paneles cerámicos de la Plaza de España (hoy uno de los monumentos más visitados de todo el mundo), fuese el Santísimo Cristo de la Expiración sobre su paso cruzando el puente de Triana.
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