La mañana del segundo domingo de Cuaresma dejó hasta cuatro traslados, cada uno con su propio estilo, singularidad y personalidad. Una vez más, la mirada se dirigió al cielo, aunque la jornada transcurrió con total normalidad. El ambiente, cargado de la esencia propia de esta época del año, reflejó la intensidad y emoción característica de la de esta época.
La jornada comenzó a primera hora con la función principal del Museo, con el Cristo de la Expiración en el altar mayor de San Andrés. Los hermanos madrugaron para asistir a este acto, que bien mereció la espera por su intensidad y recogimiento. Igualmente emotivo fue el posterior traslado de regreso a la capilla, donde el crucificado de Marcos Cabrera se mostró a plena luz del día, recibiendo en algunos momentos los rayos del sol, que realzaban la belleza de una talla de incalculable valor artístico y devocional.
Sus rasgos y fisonomía podían admirarse como nunca, con su rostro visible desde prácticamente cualquier ángulo, erguido sobre unas andas nuevas que recibieron una acogida positiva por parte de los presentes. El traslado discurrió por dos feligresías prácticamente unidas: la de su origen y la actual. El Museo regaló una mañana espléndida y extraordinaria, como corresponde a una cita de tal relevancia.
Mientras el Cristo de la Expiración regresaba a su capilla, en Triana comenzaba el traslado de los titulares de la Estrella desde San Jacinto. En esta ocasión, se realizó el recorrido previsto, con petaladas a la Virgen con la alegría que le caracteriza, con aplausos, con velas rizadas, con la Oliva de Salteras que no cesó en ningún momento de interpretar marchas a una Virgen de la Estrella que lucía radiante.
Más tarde, desde la iglesia de San Marcos, se vivió otro de los momentos más esperados de la jornada: la salida de la Virgen de los Dolores de los Servitas bajo palio en el día grande de la hermandad. La música de capilla interpretaba 'Siervos de tus Dolores' mientras Antonio Villanueva dirigía con maestría la salida de las andas, fruto del gran esfuerzo de los costaleros. El sol, que se abría paso entre las nubes, tampoco quiso perderse el momento. El traslado, breve por la cercanía de ambos templos, fue un deleite para todos los sentidos.
La mañana concluyó, aunque ya pasadas las tres de la tarde, con la salida del Cristo de las Aguas desde la parroquia del Sagrario. La función principal se celebró este año en este templo debido al cierre temporal de la iglesia de la Caridad por las obras de rehabilitación. El traslado dejó una estampa singular, con el crucificado de Illanes ante el remozado retablo mayor de la iglesia de San Clemente, en presencia del Cristo de la Corona, que se encontraba en besapiés. Fue un traslado breve, sin apenas cortejo, en el que la imagen, recientemente restaurada, se mostró a plena luz del día.
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