cultos
El Buen Fin: La excelencia por la Virgen de la Palma
La hermandad está celebrando los cultos a la dolorosa en los últimos días de octubre en San Antonio de Padua ante un monumento religioso incomparable
![Los cultos a la Virgen de la Palma del Buen Fin](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/10/26/buen-fin-rechi-RK8qaHEj9ns90yXcHmnVpCN-1200x840@diario_abc.jpg)
La hermandad del Buen Fin no solo ha retomado la tradición de realizar grandes montajes para los cultos de sus titulares, sino que se aproxima ya a dos décadas manteniendo estos majestuosos altares. Esta dedicación constante en la presentación de sus imágenes engrandece tanto a sus titulares como a la propia corporación, reflejando su compromiso de ofrecer lo mejor al Señor y a la Virgen.
Con el paso del tiempo, cada montaje de la hermandad del Buen Fin logra ser único y distinto al anterior, conservando siempre una simbología específica y un mensaje propio. A pesar de esta constante renovación, todos mantienen una impronta característica que se reconoce de inmediato, dotando a cada altar de un estilo y personalidad inconfundibles, sello distintivo de la hermandad.
En el montaje del altar confluyen centenares de puntos de luz —unos 200 en total— que forman una candelería en disposición piramidal, una de las estructuras más complejas de realizar. Este diseño busca intensificar la sensación de divinidad y guiar al devoto hacia el cielo a través de su oración. La ubicación elevada de la imagen, generalmente enmarcada en un dosel, refuerza su presencia, otorgándole una posición destacada y sobre cualquier otro elemento, subrayando así su sacralidad y majestuosidad.
El sagrario ocupa un lugar preeminente a los pies del altar, acompañado de elementos fundamentales como el paño blanco, las credencias, las bandejas, el cáliz y las vinajeras. En la mesa del altar se disponen seis puntos de luz, que se incrementarían a siete si estuviera presente un obispo. Además, en el caso de la hermandad del Buen Fin, una baranda delimita el área destinada al culto, un detalle característico del siglo XIX que resalta la solemnidad del momento y preserva el espacio sagrado durante la celebración.
En esta ocasión, la Virgen de la Palma se encuentra dispuesta sobre una peana de gloria, resplandeciente en el tiempo actual. Flanqueada por ángeles que sostienen cada uno una rama de palma, esta disposición rinde homenaje a la advocación de la Dolorosa. La palma es un símbolo profundo que representa la victoria, el triunfo, la paz y la vida eterna. Además, evoca la victoria de los mártires y del espíritu sobre la carne, así como la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, integrando así múltiples significados en la celebración.
San Antonio de Padua se erige nuevamente como uno de los epicentros de estos montajes, que requieren numerosas horas de dedicación para lograr esta presentación tan deslumbrante. Cada elemento colocado busca transmitir un sentido profundo, reflejando un nivel artístico religioso de primera categoría. La atención al detalle y el compromiso de quienes trabajan en estos montajes son evidentes, elevando así la experiencia espiritual de los devotos y enriqueciendo la tradición.
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