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Crónica del Miércoles Santo en Sevilla

El Buen Fin y el Carmen, las dos negaciones a San Pedro

A las tres de la tarde, pese al nefasto pronóstico, desafiaron al tiempo y se mojaron durante todo el recorrido

A la misma hora, el Cristo de Burgos suspendió su salida con seis horas de antelación, como hicieron el resto

Así hemos contado el directo del Miércoles Santo de 2024

El misterio del Buen Fin por la Avenida, bajo una manta de agua Manuel Gómez
Javier Macías

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El titular de esta crónica podría haber sido «Buen fin contra todo pronóstico». Pero no pudo ser. Porque, cuando a las tres el hermano mayor de la cofradía de San Antonio de Padua comunicó la decisión de salir, a pesar de que en todos los partes meteorológicos anunciaban lluvia durante toda la tarde y de forma progresiva, a la ciudad se le vino a la memoria lo ocurrido el Lunes Santo. La noticia estuvo sincronizada con la que se ofreció en Omnium Sanctorum: el Carmen también salía. Según informaron, meteorología daba un claro desde ese momento hasta las diez de la noche y, por eso, todo el recorrido se haría con premura. No ocurrió como tenían previsto, el deseo se impuso a la razón y, nada más salir ambas cofradías, comenzó a chispear, luego se tradujo en chaparrón, y luego otra llovizna breve. Así fue toda la tarde, que se convirtió en el Lunes Santo, sí, pero en el de 2022, cuando las hermandades desafiaron a las leyes de la física, quisieron hacer compatible la estación de penitencia con el agua, y eso es imposible. Más aún cuando en el Buen Fin se estrenaba el misterio de Darío Fernández, que fue bautizado nada más salir, y la restauración del palio de la Virgen de la Palma. Ésta y el Carmen fueron las dos negaciones a San Pedro este Miércoles Santo de esta Semana Santa de infausto recuerdo.

El apóstol al que tanto hemos rezado para que nos cure la sequía mandó agua para el campo y los pantanos otro día más. Y, precisamente desde San Pedro llegó el siguiente comunicado sorpresivo. Todo ocurrió en torno a las tres de la tarde. Ya habían suspendido las estaciones de penitencia la Sed y San Bernardo, sin mediar prórroga. El Cristo de Burgos, con seis horas de antelación, en una decisión insólita que sólo encuentra paralelismo con la que se tomó en el pasado Corpus Christi el día antes, anunció que no salía. Quería evitar así que sus nazarenos se desplazasen al templo a sabiendas de que no saldrían dadas las previsiones que confirmaban un 100% de lluvia para más allá de las diez de la noche. Fue, no obstante, otra decisión controvertida, porque pareció una enmienda total al Carmen y al Buen Fin, que se llevaron los focos, sí, pero también todo el agua del esta nueva jornada tormentosa.

La Sed y San Bernardo

Desde primera hora de la mañana estuvo el día negro como las túnicas de la hermandad de Nervión. Allí, en la parroquia de la Concepción, no se repartieron los cirios, ni se formó la cofradía. Todo era pesimismo y el 'no' estaba sobre la mesa desde el principio, aunque apuraron más allá de las 12 para confirmar la suspensión de la estación de penitencia. No llovía, aunque sí chispeaba de forma intermitente, y eso quizá motivó que el entorno de la Gran Plaza y de la parroquia de la Concepción estuviera lleno de público.

Para una cofradía como la Sed, con quince horas en la calle, era inasumible echarse a la calle al no tener refugio alguno hasta llegar a Santiago. La hermandad permitió a los nazarenos permanecer una hora en la iglesia para rezar ante las imágenes y los convocó a las siete de la tarde para rezar el vía crucis justo a la hora en la que la cofradía debía estar en la Catedral.

Pasaba el foco a San Bernardo. Al contrario que en la Sed, que quizá por ser la primera congregó más público, en el viejo arrabal no parecía que fuera Miércoles Santo. Los bares y peñas de la calle Ancha, que hacen su agosto cuando sale la cofradía, nada más veían otoño y ruina. Hasta se estuvo cómodo en el interior de la parroquia porque se ausentaron numerosos nazarenos.

Justo a las dos de la tarde comenzó a llover fuerte en Sevilla. No hizo falta esperar el cuarto de hora que restaba para la salida de San Bernardo, porque esa fue la confirmación exacta de que el Miércoles estaba ya roto. Apenas fueron unos minutos de agua, pero ya no había esperanzas, como el Lunes, ni lindes horarias que trajeran la cola del frente, porque si Nelson acabó con la Armada Española en Trafalgar -el faro que marcaba el ecuador entre dos mares-, este otro Nelson en forma de borrasca que atracó en Sevilla en va camino de acabar con la Semana Santa más penosa del siglo, sin contar los años del Covid. Justo a la mitad, sólo ha salido el 33% de las hermandades: 12 de 36.

«El pronóstico no nos da garantías para poder hacer una estación de penitencia digna», comunicaba Javier Gómez, el hermano mayor, a sus nazarenos. Pero, poco tiempo después, ni una hora de reloj, en el Carmen y el Buen Fin retumbaban los aplausos. Ambas cofradías lanzaban una moneda al aire a sabiendas de que tenían un margen horario algo mejor que el resto, ya que salían pronto y entraban antes. Sólo debían correr. Pero salió cruz.

La velocidad es el resultado de la división del espacio por el tiempo. Este Miércoles Santo, este último valor no estaba de su parte en la acepción climatológica. El viento a las tres era terrible. Los vecinos de la calle San Vicente tenían que agarrar las colgaduras de los balcones para que no salieran volando. En Omnium Sanctorum, al palio se le embarcó literalmente la bambalina trasera encima del techo de palio a cuenta del aire. La cofradía salía tan rápida y cogió tan de sorpresa que a la Policía no le dio tiempo a cortar al tráfico la Alameda.

Por el Buen Fin, salía el misterio y tímidamente el sol bendijo a las nuevas figuras, pero duró poco, porque nada más enfilar la plaza comenzó el chispeo incesante. Se confirmaban dos cosas: Sevilla gana un misterio contemporáneo con el que se hace justicia a un escultor y recupera a la banda de la Centuria, que está en su mejor momento.

En la calle Eslava empezó a apretar. En el público se comentaba que el pergamino que porta Nicodemo debe tener tinta indeleble porque la cofradía seguía adelante. Salía el imponente palio de la Virgen de la Palma, que completa una cofradía cuajada de elegancia, y rodeaba la plaza de San Lorenzo con 'Coronación' y 'Hossanna in excelsis' ante el Gran Poder. Fue con 'Sevilla cofradiera', al girar hacia Cardenal Spínola, cuando se desató el primer aguacero. Las dos iglesias estaban cerca, pero la hermandad decidió seguir al frente.

Eran las cinco de la tarde, la hora taurina del Baratillo, que ponía cordura y suspendía la salida de la cofradía. Pocos minutos después, la Lanzada hizo lo propio. No era cuestión de relojes ni de espacios, sino de los nubarrones negros que se ceñían sobre Sevilla.

Al Señor de la Paz del Carmen se le colocaba un capote en Sierpes, pero siguió camino de la Catedral. Era como si la Anunciación no existiera. El objetivo era el templo metropolitano, como una obsesión de las dos hermandades. En la Campana llegaba a un ritmo pausado el palio del Buen Fin con 'Pasan los Campanilleros', la marcha de Farfán que cumplía cien años dedicada a las Siete Palabras. Se cantó la letra, como estaba previsto, pero fue a la otra cofradía de San Vicente.

En un balcón O'Donnell estaba Emiliano García Page, el presidente de Castilla la Mancha, que se trajo la lluvia de los campos de su tierra. Vio cómo se mojaban las dos cofradías que salieron porque, a las seis, ya era un aguacero lo que cayó del cielo. El Carmen esperó en la Catedral y el Buen Fin apretó el paso dejando estampas desagradables.

La última decisión fallida

La tarde estaba imposible, no paraba de chispear, como mínimo, pero el Carmen decidió volver a casa pese a todo. Los charcos eran enormes, los nazarenos llevaban los pies empapados pero la junta de gobierno se obcecó en volver. Hasta nueve chaparrones le cayeron, hubo quien los contó.

El Buen Fin, por contra, decidió quedarse en la Catedral a la espera de regresar en los próximos días. Mientras, en Orfila, ya había bulla esperando una salida que debía demorarse hora y media. Los Panaderos era la siguiente en decidir. Sorprendió la mera sugerencia del Carmen de tomar por Cuna para recortar, cuando en todo ese espacio se forma la cofradía de San Andrés.

Finalmente, tuvo que tomar su recorrido previsto, dando la vuelta a las Setas. Fue muy deslucido el regreso: la cera apagada de los pasos, el capote, apenas sonó la música... A las ocho, los Panaderos decidía quedarse en casa y, media hora después, las Siete Palabras. Eran las nueve de la noche cuando el palio del Carmen entraba en Omnium Sanctorum poniendo fin a un Miércoles Santo triste y fallido.

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