José Domínguez Abascal y el sueño de una Sevilla abierta y tecnológica
Muere a los 70 años el que fuera catedrático de la Escuela de Ingenieros de Sevilla, expresidente de Abengoa y exsecretario de Estado de Energía
Su imagen contradecía al prototipo de una eminencia de la investigación en ingeniería industrial. Todos le llamaban Pepón, su apelativo familiar. Tenía una conversación seductora en la que nunca escatimaba una amplia sonrisa. Ideológicamente era progresista, pero defendía que el avance de la sociedad ... venía de la mano de la élite del esfuerzo en carreras tecnológicas, capaces de colaborar a la creación de empresas innovadoras.
Era profundamente sevillano y andaluz, racional como científico y bético hasta la locura (como José Moya, amigo y compañero de pupitre en Portaceli). Se implicó activamente en tareas como la restauración del Giraldillo o la fuente del Patio de los Leones de la Alhambra, pero denunciaba constantemente la «sobredosis de tradiciones» de esta tierra, su falta de apertura y el manido concepto de 'calidad de vida', entendido como el síntoma de una falta de ambición que relega el desarrollo profesional a una segunda escala de prioridades. Su trayectoria, que afrontó con plena pasión en cada una de sus facetas, era la constatación de que era posible soñar con una Sevilla más internacional y tecnológica.
Ha fallecido José Domínguez Abascal, protagonista de una peripecia poliédrica. En el ámbito universitario alcanzó casi todas las cotas de éxito posibles. Tras haber ejercido como investigador en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) obtuvo su cátedra en la Universidad de Sevilla en 1982. Fue maestro de varias generaciones de profesores e investigadores, y obtuvo reconocimientos de enorme prestigio como el Premio Nacional de Investigación en Ingeniería 'Leonardo Torres Quevedo' en 2004, así como su entrada en la Real Academia de Ingeniería y en la Academia Europea en su sección de Física e Ingeniería.
Como vicerrector de la Universidad de Sevilla (1990-1992) y director de la Escuela de Ingenieros (1993-1998) peleó por forjar una gran escuela politécnica en Andalucía, capaz de sumar esfuerzos para potenciar al máximo la especialización y la excelencia en todas las ramas de la ingeniería. Se encontró con una férrea oposición de la jerarquía universitaria y, arrastrado por ésta, también de la Junta de Andalucía. «Pepón, tú te quieres ir a la universidad buena y que yo me quede con la mala», dicen que le contestaba socarronamente Antonio Pascual, consejero de Educación en aquellos días.
No es la única vez que se enfrentó a los rectores. Entre 2004 y 2008 asumió la secretaría general de universidades de la Junta. Aplicó los conceptos que ya había desarrollado la Escuela de Ingenieros para generar una regulación autonómica que permitiera que los grupos de investigación pudieran crear empresas mercantiles basadas en la innovación, impulsando así un cambio de cultura. Las primeras 'start up' andaluzas -empresas de base universitaria- nacieron bajo su batuta.
Pero no era una figura políticamente correcta, no escondía que su objetivo era privilegiar el mérito y la excelencia en la universidad, y chocó frecuentemente con los rectores en sus planteamientos de ordenación universitaria, lo que le llevó a no querer repetir un mandato.
Abengoa Research
Fue entonces cuando saltó a uno de los puestos que, a la postre, le hicieron más popular. Felipe Benjumea le fichó para desarrollar Abengoa Research, un instituto de investigación que debía articular toda la política de innovación de la multinacional sevillana.
Desde esta posición organizó un equipo de investigación aplicada en la que había 300 personas trabajando -entre ellas se contaban varios catedráticos y medio centenar de doctores- que generaban toda la tecnología que, posteriormente, era la base sobre la que Abengoa debía construir su negocio.
Abengoa Research llegó a registrar 160 patentes anuales en áreas como la energía termosolar, la bioenergía o el hidrógeno verde. «Era el trabajo que siempre había soñado, generar conocimiento tecnológico para una empresa internacional que se gestiona desde Sevilla», reconocía.
Gran amigo de Josep Borrell, fue clave en su fichaje como consejero de Abengoa, y en la atracción de investigadores como el economista Ricardo Hausmann.
Pero su vida da un giro inesperado en 2015. Abengoa entra en crisis total y las entidades acreedoras obligan a Felipe Benjumea a abandonar la presidencia, que da un paso al lado pero, a cambio, exige el nombramiento de un hombre de su plena confianza, como era entonces Domínguez Abascal. Este ingeniero industrial se encuentra de improviso gestionando la mayor insolvencia empresarial de la historia de España.
La situación era imposible: Domínguez Abascal está atrapado entre las presiones de las familias accionistas (que están además divididas y enfrentadas ante el colapso de la multinacional) y las exigencias de entidades y fondos que financian a Abengoa, que imponen duras condiciones para cerrar una refinanciación que impida la quiebra definitiva de la compañía. Una vida entre varios fuegos cruzados en el que ni unos ni otros acaban fiándose de él.
Tras varios meses de acelerado desgaste personal, termina dando un paso lado. La solución: emprende un largo Camino de Santiago para tratar de expurgar las tensiones acumuladas y reinicia su vida como profesor, atendiendo ofertas como las del Center for International Development de la Universidad de Harvard, donde ejerce como profesor visitante.
Secretaría General de Energía
Pero el destino aún le aguardaba una última gran responsabilidad. Tras la moción de censura que propicia la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno, es nombrado Secretario General de Energía, entre junio de 2018 y enero de 2020. En ese año y medio dirigió la elaboración de uno de los documentos que más ha influido en el desarrollo económico de España en esta década, el denominado Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que determina cómo debe ser el modelo energético del país en 2030, y que sirve de guía para toda la regulación que se ha desarrollado posteriormente.
Hombre de ciencia y hombre de acción, atesoraba una dilatada trayectoria y una conversación brillante. Su presencia siempre era un reclamo en cualquier acto o conferencia, porque trazaba siempre un análisis certero de la situación del mercado energético, de permanente actualidad en estos tiempos. También asesoraba a empresas del sector, y presidía actualmente la filial española de la compañía Envisión.
Su vida ha sido el sueño de una Sevilla más tecnológica, más internacional, más abierta y más influyente. Una aspiración tan compleja y tan real como que su nombre infantil, su apelativo Pepón, se haya nombrado con absoluta reverencia en los círculos científicos más prestigiosos de España.
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