En guardia por el euro
La Constitución y la cultura económica nacional obligan a Angela Merkel a liderar la defensa del euro y la construcción política europea

Angela Merkel espera que la «revisión limitada» del Tratado de Lisboa y las nuevas reglas de disciplina presupuestaria —intentando salvar la «esencia» del siempre renovado y jamás cumplido Pacto de Estabilidad— permitan evitar la implosión del euro, víctima de las mismas divergencias que ya dinamitaron el difunto Sistema Monetario Europeo (SME).
La canciller alemana acepta el apoyo táctico de Nicolas Sarkozy, sin hacerse ilusiones: Merkel y las élites políticas alemanas no han olvidado que la indisciplina francesa, inglesa, italiana y española ya precipitó la gran crisis del SME de 1994, saldada con la salida de la libra y el cambio flotante de la peseta. Apenas diez años más tarde, la indisciplina de Schröder, canciller de Alemania, y Chirac, presidente de Francia, ya arruinó el primer Pacto de Estabilidad, cuando España hizo unos esfuerzos que no han durado una década.
Un quinquenio más tarde, la indisciplina generalizada y los programas de lucha contra la crisis vuelven a restar credibilidad al euro y la declinante prosperidad europea.
Triple crisis
Como Kohl hace veinte años, Merkel está al frente de la lucha europea contra la triple crisis —nacional, europea y mundial—, por las mismas razones culturales, económicas y locales. Y se ve forzada a aliarse con el presidente francés por las mismas razones que obligaban al canciller alemán de la época a aliarse con Mitterrand: evitar la ruptura con el aliado estratégico que sirve de puente entre la Europa partidaria del rigor y la austeridad (Alemania, sus vecinos y aliados) y la Europa mediterránea más indisciplinada y menos rigurosa (Francia, Italia, España, Grecia, Portugal).
Hace cincuenta años, Harold Macmillan ya temía un nuevo imperio Carolingio, integrado por el dúo franco-alemán, que entonces manejaba la doble espada estratégica del arma nuclear y el «Deutsche mark» («el arma atómica de Alemania», en palabras de Mitterrand). David Cameron tiene hoy las mismas reservas que su antepasado en el liderazgo del Reino Unido.
Futuro hipotecado
El futuro del euro y de Europa están hipotecados a esos equilibrios inestables. En Alemania, la Constitución, el Tribunal Constitucional y la cultura económica nacional obligan a Merkel a liderar la defensa del euro y la construcción política europea, intentando imponer una disciplina germánica: así, el Tratado de Lisboa debe adaptarse a las normas económicas constitucionales alemanas; el resto de los miembros de la Unión Europea deben adaptarse al modelo alemán de producción de riqueza y salida de la crisis; la UE debe adoptar normas de disciplina tan severas como las alemanas; la UE debe imponer a sus miembros unos «castigos» semejantes a los que Alemania se impone así misma a través de una disciplina presupuestaria ratificada por su Constitución.
Tanta disciplina es aceptada como indispensable en casi todos los países del área germánica, pero es rechazada con espanto en el resto de Europa. Comenzando por Francia.
Sarkozy prometió la «ruptura» con el inmovilismo de izquierda (Mitterrand) y derecha (Chirac).
Incluso, sugirió incluir en la Constitución francesa un rigor presupuestario vagamente parecido al alemán. Tres años después de ser elegido presidente, esas promesas siguen sin cumplir. Y Francia se encuentra en el grupo de los países poco disciplinados en materia presupuestaria. Consciente de esa deriva, Sarkozy hace frente común con la canciller, rebajando las exigencias germánicas en la medida de lo posible.
Tras la catastrófica experiencia de la participación de Londres en el difunto Sistema Monetario Europeo (SME), Cameron se limita a salvar el principio cardinal de su política: poner un techo al gasto público europeo que la extraña pareja Merkel-Sarkozy espera poder controlar.
¿Y España, en ese rosario de equilibrios inestables...? Felipe González fingió aceptar la disciplina Kohl-Mitterrand. Pero no puedo evitar la flotación de la peseta. Aznar-Rato impusieron a nuestro país una disciplina que Chirac-Schröder fueron incapaces de cumplir. José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra en situación de «libertad vigilada», condenado a aceptar que la Comisión Europea «revise» las cuentas nacionales para evitar un varapalo de Alemania-Merkel.
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