novedad editorial
Tony Gratacós: «Se demoniza a Hernán Cortés, pero fundó el primer hospital del continente americano»
El escritor y periodista publica su nueva novela, 'Todos sabrán mi nombre' (Destino), en la que pone en tela de juicio la leyenda negra que pesa sobre el conquistador
La gesta literaria de Tony Gratacós llega a buen puerto con 'Nadie lo sabe', un retrato alternativo de Elcano
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Tony Gratacós (Barcelona, 1967) sorprendió en el año 2021 cuando se autopublicó 'Nadie lo sabe', un thriller histórico que le daba otra vuelta de tuerca a la primera circunnavegación al mundo y que ofrecía una mirada totalmente distinta de Juan Sebastián Elcano ... . Un año más tarde Destino editó el libro, sacó una tirada de 20.000 ejemplares y el autor logró un gran éxito editorial gracias al apoyo de los lectores. Ahora este escritor y periodista regresa con otra historia narrada por el joven Diego de Soto, 'Todos sabrán mi nombre' (Destino), una novela en la que el gran protagonista es Hernán Cortés, uno de los personajes más controvertidos e injustamente tratados en la historia de España. La entrevista se ha realizado junto al colegio de las Irlandesas de Castilleja de la Cuesta, que alberga el palacio donde murió el conquistador el 2 de diciembre de 1547.
—¿Le produce vértigo esta segunda novela después del éxito de 'Nadie lo sabe'?
—Es un gran reto. Ya me comentó el director de Destino, Emili Rosales, que fue editor de Ruiz Zafón en su momento, que una segunda novela es muy importante porque hay que ver si todo ha sido un relámpago en la botella o hay algo detrás. Eso, unido a los 20.000 lectores que esperan una nueva entrega de una primera novela que les ha gustado, te somete a presión porque con 'Nadie lo sabe' no tenía presión. Pero creo que la hemos superado. Puede gustar más una novela o la otra, pero aseguro que las dos están al mismo nivel, ya que en ambas me he dejado la sangre, el sudor y el alma.
—De nuevo aparece como cronista Diego de Soto, un personaje ficticio que le está dando mucho juego porque siempre aparece rodeado de personajes reales.
—En 'Todos sabrán mi nombre', Diego de Soto y otros dos personajes que están en su esfera son los únicos que he ficcionado. Todos los demás que aparecen son reales. Para mí era una responsabilidad muy grande ser lo más fiel posible al espíritu de los personajes y contar la historia tal y como fue. No sé si lo he logrado o no, pero ha sido mi intención.
—¿Qué le ha atraído tanto de Hernán Cortés?
—Pues que a medida que lo he ido conociendo mejor te vas enamorando de un personaje así. Hernán Cortés tenía una capacidad de seducción impresionante. Todos nos hemos quedado con que este quemó sus naves en agosto de 1519 para que sus hombres no se volvieran. En verdad no las quemaron, sino que las hundieron. Cortés llegó de Cuba y no decidió hundir las naves de una forma unilateral, sino que después de fundar la primera ciudad en todo el continente, Veracruz, reunió a sus hombres y les debió dar un discurso para convencerlos de que solamente había un camino, que era seguir adelante, para dar gloria a Dios y al emperador. O sea, que no había vuelta atrás y sometieron a votación el hecho de hundir las naves.
—¿Cómo fue el primer encuentro en Tenochtitlan con Moctezuma?
—Los españoles se quedaron sorprendidos cuando llegaron a esa ciudad. A diferencia de Colón, Hernán Cortés fue el primer conquistador que se encuentra con un imperio como era el azteca con el que se podía tratar de tú a tú. No eran cuatro indios, sino todo un imperio. Además, según las crónicas de la época, Tenochtitlan les dejó con la boca abierta. A mí siempre me ha gustado la película 'Apocalipto', pero ahora la he vuelto a ver para mi investigación y creo que Mel Gibson mostraba ese imperio como algo demasiado asqueroso. Pero si usted lee las crónicas del propio Hernán Cortés, cuando llegaron a Tenochtitlan se quedaron alucinados. Es verdad que había sacrificios humanos y que existía antropofagia porque se comían los cadáveres de sus víctimas, pero eso convivía al mismo tiempo con una ciudad muy bella. Eso se puede comparar con la época actual. Uno trata a los mexicanos y son gente maravillosa, pero luego te enteras por las noticias de las animaladas que cometen los cárteles de aquel país, de sus asesinatos, y no te lo puedes creer. Esa rareza de la actualidad era la misma que hace 500 años.
—¿Hernán Cortés era un dios o un diablo?
—Otra persona, al encontrar tanto oro y riquezas en el imperio azteca, hubiera tenido la tentación de independizarse y de montar su propio reino, pero no lo hizo. Si se leen las crónicas de los españoles que lo acompañaron en su época, muchos de ellos le traicionaron y hablaron muy mal de Hernán Cortés diciendo cosas como que se quedó con el tesoro. Cuando se encontraron Cortés y Moctezuma, debió de haber una entente entre ambos: cada uno le aportó cosas al otro y así estuvieron durante ocho meses. Pero al final no pudo ser porque Moctezuma murió asesinado (el pasado sábado 29 de junio se cumplieron 504 años). A este no lo mataron los españoles, sino sus propios hombres tirándole piedras y flechas cuando estaba intentando calmarlos desde la azotea de su palacio. Una vez muerto Moctezuma, Cortés sabe que ya no hay vuelta atrás y que tienen que salir de Tenochtitlan para conservar sus vidas.Salieron 600 españoles con el acompañamiento de los indios tlaxcaltecas, que eran sus aliados. Es la famosa 'Noche Triste', en la que Cortés lloró bajo un árbol tras haber perdido Tenochtitlan. Ahí fue cuando desapareció el famoso tesoro de los aztecas.
—¿Qué ocurrió con el tesoro?
—El lector debe leer la novela para saber qué pasó. A lo mejor aparece mañana en el sitio en el que yo he dicho que está. Se hablaba de un tesoro de unos 300 kilos de oro. Los españoles iban fundiendo el oro que encontraban en lingotes para transportarlo fácilmente, pero había piezas de un gran valor que estoy seguro que Hernán Cortés no quiso fundir porque había belleza en ellas y formaban parte de ese pueblo. Entre los 300 kilos de oro, coronas, joyas, etc., estamos hablando de un tesoro muy suculento. Bernal Díaz del Castillo habla en su 'Historia de la conquista de la Nueva España' de que estaban alojados en el Palacio de Axayácatl, que es el que les cedió Moctezuma. Al entrar los españoles encontraron una habitación con los tesoros del padre de Moctezuma. Hernán Cortés amenazó a Cuauhtémoc, que había asumido el poder de los aztecas, para que le dijese qué habían hecho con el tesoro, pero nunca se supo qué ocurrió.
—¿Cómo reaccionó la corona de Castilla ante la desaparición del tesoro?
—Como hubo acusaciones por parte de conquistadores de que Hernán Cortés escondió el tesoro, nunca fue reconocido. Eso le pasa a Cortés y a los grandes conquistadores que hemos tenido. Nunca hemos sabido agradecer a nuestros grandes hombres lo que hicieron por Castilla. Cortés conquistó un territorio que era tan grande como Castilla y muy rico. No se le nombró ni caballero de la Orden de Santiago. Se le dio el marquesado del Valle de Oaxaca en México, pero siempre estuvo quejándose a la corona porque nunca se le dio lo que se le había prometido.
Castilleja de la Cuesta, el vínculo sevillano de Hernán Cortés
—¿Qué vinculación existe entre Hernán Cortés y Castilleja de la Cuesta, algo que muchos sevillanos desconocen?
—Hernán Cortés se fue muy joven de su localidad natal de Medellín (Extremadura). Estuvo viviendo en Cuba unos siete años. Luego se va a una expedición a México por encargo del gobernador de Cuba, pero le desobedece porque decide conquistar, cuando el gobernador le había ordenado que podía ver y comerciar, pero no conquistar. Se queda a vivir en México y es nombrado capitán general de Nueva España. Pero al ver que desde Castilla le quitan la capitanía general, decide volver a España y tiene su primer encuentro con Carlos V. Luego regresó a México. Posteriormente vuelve a Castilla por segunda vez ya mucho más mayor. Cuando quiere volver a México en 1547 para que lo entierren, tiene que esperar en Sevilla porque el paso hacia México era generalmente a través de Sanlúcar de Barrameda. Hace tiempo en Sevilla hasta que consigue organizar la expedición. Ese tiempo de espera le coge en el palacio de Castilleja de la Cuesta, que posteriormente acabará siendo palacio de los duques de Montpensier. Desde 1899 se instalaron las monjas de la congregación de las Irlandesas, de ahí que actualmente sea un colegio de esta compañía. En su momento ese palacio era de Cortés, que murió aquí el 2 de diciembre de 1547. Si preguntamos a personas del pueblo por algún personaje histórico importante que murió en Castilleja de la Cuesta, a lo mejor alguno me lo dirá, pero mucha gente no lo sabe.
En los jardines de los alrededores del palacio está también enterrado Cordobés, uno de los caballos que ayudaron a Cortés en la conquista. Una lápida con el nombre del equino lo recuerda. La conexión del gran conquistador con Sevilla no acaba ahí, ya que este fue enterrado en el monasterio de San Isidoro del Campo el 4 de diciembre de 1547 por la autorización de su amigo el duque de Medina Sidonia. Allí permaneció hasta que sus restos fueron trasladados a México en 1566. Actualmente su cuerpo reposa en la iglesia de Jesús Nazareno, en Ciudad de México. Junto a esta humilde tumba se encuentra la única escultura dedicada a este gran conquistador en el país azteca).
«Nadie pudo acusar nunca a Hernán Cortés de traidor a pesar de que lo intentaron. Él jamás se reveló contra la corona»
Tony Gratacós
—Siempre se le ha considerado un personaje muy controvertido, ¿no es así?
—Efectivamente. Ya en su época se le acusó de quedarse con el oro, de haber matado a su mujer cuando se la trajo de Cuba y de ser un promiscuo sexual, pues tuvo once hijos, etc. Pero nadie lo pudo acusar nunca de traidor a pesar de que lo intentaron. Él jamás se reveló contra la corona. Así como había conquistadores españoles que lo acusaban ante el rey en Castilla, los naturales, es decir, los indios, lo adoraban. Si Cortés volviese ahora a la vida se echaría las manos a la cabeza porque se horrorizaría ante las acusaciones de que él mataba a los naturales. Y alucinaría ante el hecho de que el actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, hubiese renombrado la Noche Triste como la Noche Victoriosa, cuando López Obrador es descendiente de los indios a los que Cortés salvó. En la novela hay un momento dado en el que Hernán Cortés dice que es muy importante preservar la historia porque, si no, «cualquier imbécil vendrá y contará lo que quiera». Nuestra obligación como españoles es preservar nuestra propia historia. Si no lo hacemos nosotros, quién lo hará, ¿Netflix? Un país que desconoce su historia no puede proyectarse hacia el futuro. Por eso es muy importante conocer los pilares que han cimentado la cultura de nuestro país.
—En la novela usted ofrece da una visión muy humana de Hernán Cortés.
—Claro, lo importante era ni demonizarlo ni llevarlo a los altares, sino humanizarlo. De lo que me siento más orgulloso es de haber humanizado a los personajes que existieron en ese momento, con las luces y sus sombras. Hernán Cortés no sale de rositas en 'Todos sabrán mi nombre', es el lector quien tiene que decidir. La obligación de un novelista que se dedica a reconstruir la historia es tratar de humanizar a los personajes que recrea. Una de las cosas que más me dolió es que España no celebrase el 500 aniversario de la conquista de México. Quizás sería mejor el término festejar, porque la conquista tuvo sus luces y sombras, pero nos hemos dejado pisotear. Muchas veces el español baja la cabeza como avergonzado porque no conoce su historia. Claro que hicimos animaladas, y en mi novela salen. Se demoniza a Hernán Cortés, pero al mismo tiempo hay que recordar que inauguró el primer hospital del continente americano. Es el hospital del Niño Jesús en México D. F., y aún sigue funcionando en la actualidad. Además, Cortés dio órdenes para que se atendiera a los indígenas. Estamos hablando de 1524. A lo mejor no era tan diablo como pensamos. El hospital está construido en el mismo lugar donde se encontraron por primera vez Cortés y Moctezuma.

—¿Era tanto el desequilibrio entre los españoles y los aztecas?
—Hay teorías de que Hernán Cortés conquistó México porque usó una gran tecnología. Esa tecnología eran quince caballos, trece mosquetones y trece culebrinas o cañones pequeños. Los españoles eran 600 y había seis millones de aztecas. Se dice que los indios pensaban que los españoles eran dioses. A lo mejor al principio lo creyeron por el brillo de sus armaduras y porque iban montados a caballo, pero en el momento en que le tiraron una flecha y vieron que sangraban vieron que de dioses no tenían nada. La ambición de poder estaba también en los aztecas. Durante los ocho meses en que Moctezuma les tendió un puente a los españoles seguro que hubo muchos aztecas que no estaban de acuerdo. Estoy convencido de que Moctezuma vio algo diferente en los españoles.
—¿Qué piensa del revisionismo y de la descolonización de los museos?
—Eso es fruto del complejo más absurdo. Todas las culturas son igual de respetables, pero no todas las culturas han dado la misma belleza. La cultura occidental, para bien o para mal, es la que quizás más haya aportado. No creo que valga igual un cuadro de Rafael o la Capilla Sixtina que una pieza de otras culturas. Hay que revisar, pero si tenemos que descolonizar nuestros museos, habría que exigir también que descolonizasen toda Hispanoamérica y que nos devolviesen todo lo que dimos, es decir, el valor inmaterial que aportamos, como las universidades, el idioma o la religión. No hay otra cultura que aportara universidades desde el principio de su conquista como hizo España.
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