OCIO
Teatro Central de Sevilla: cuando se perdió la perra
La obra «La perra (o la necesidad de ser amado)», de Cristina Rojas, se presenta en el Central el sábado y el domingo 21 y 22 de noviembre a las 12 horas

Cristina Rojas estudió Farmacia, pero es actriz. Y directora. Vive en la frontera, de aquí para allá, con los niños, uno de un año y medio y otro de siete, que ahora no se quedan con nadie más que ella porque los municipios están cerrados y su madre, que está en Málaga, no puede hacerse cargo. Ella tampoco, pero ahí sigue. Un lío, vaya. Ahora una compañera embarazada, la función por la mañana, los aforos reducidos, financiación, rentabilidad. Los ensayos con mascarilla, el test de las bambalinas, su sobrina, que también viene, los bártulos, su estreno después de doce años en el teatro Central ... Lo que intuyo en su conversación: un lío.
En mitad de este embrollo, al que no hay que mirar demasiado, sino dejar que se vaya deshaciendo solo, o eso le digo yo, buen consejero, se detiene un segundo a recrearse en las sílabas intermedias que componen el título que presenta con su compañía, Tenemos Gato, los días 21 y 22 de noviembre: «La perra». Con mucha erre, estirando su sonoridad a ritmo de Harley Davidson. La perra, «rr», que se le perdió una Nochevieja en El Rompido y cuyo desenlace ha inspirado esta representación dramática con la que el público a veces se ríe. «Y encima cuando más lloro», apostilla sonriente, tal vez dolida.
Me cuenta, así bajito, aquella odisea real que ha decidido ficcionar y le pregunto, preocupado tras conocer a sus primos, hermanos, amigos, periodistas y anónimos que por allí pasaron, si apareció finalmente el animal: «Mejor no lo desvelo y así no destripamos nada a los espectadores». Es, en realidad, lo de menos. Porque lo profundo de su relato se halla en el desarrollo, en todos esos personajes que le tendieron una mano y los que no . Sus hallazgos personales, la confianza ciega, la congoja por la pérdida, el desinterés y el aliento que algunos le prestaron. Ese todo que se fue levantando aquel día que tan mal lo pasó siguiendo el rastro de su mascota, que hoy nos sirve como excusa para reflexionar sobre las emociones humanas en situaciones complejas. Por cierto, la desaparecida se llama Marisol.
Cada vez que menciona la triple erre que le añade a «La perra» entiendo que el humor aparece como un elemento recurrente en este montaje. «Humor oscuro, como ese que se desata en las películas de Woody Allen . Humor que surge del patetismo de vernos reflejados en determinados contextos», aclara Cristina Rojas, quien tiene la humildad de no tomarse demasiado en serio: «Así es. Yo he escrito esta obra pensando que cada actor ha de tener cierto espacio para la improvisación. Se lo recuerdo siempre. Hay un 5% del texto que se tienen que saltar. Confío en la intuición del momento, en lo que sucede de forma espontánea en la escena, aunque nunca se pierda el hilo conductor que está marcado. Solo un 5% que les pertenece a ellos en su totalidad». Cinco son también los intérpretes que dan vida a quince voces bien diferenciadas. Además de Rojas, Chema del Barco, Raquel Mirón, Mónica Mayén y Homero Rodríguez. «Me gusta que se vean las transformaciones camaleónicas», afirma.
En andaluz bien hablado, el suyo o el mío, el nuestro, con la única pretensión de hurgar sin moralejas rimbombantes y haciendo malabares con el horario, llega al teatro Central de Sevilla por vez primera. Marisol no está y todo esto es un caos.
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