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Novela

Félix Machuca: «Sin una fuerte base documental, la novela histórica es Astérix y Obélix»

El periodista, escritor y colaborador de ABC de Sevilla completa su trilogía sobre Roma con «Los dioses han muerto»

El escritor y periodista sevillano Félix Machuca ABC

Jesús Morillo

Félix Machuca está de vuelta. No a las páginas de ABC de Sevilla , donde es habitual encontrar a este colaborador con sus perspicaces artículos sobre la actualidad, sus evocaciones canallas del «Reloj de arena» o el fino escalpelo con el que disecciona a los personajes de sus entrevistas de «El rincón de...» . No. Porque a donde ha regresado este escritor sevillano es al terreno de la novela histórica , con la culminación de su trilogía sobre los emperadores béticos, cuya último libro, «Los dioses han muerto» (Algaida) llega este jueves a las librerías. Un relato trepidante por un imperio, bajo el mando de Marco Aurelio , que se asoma al abismo a su decadencia, sumido en una crisis económica, acosado por los bárbaros y afectado por la pandemia.

Con «Los dioses han muerto» culmina su trilogía, ¿con Marco Aurelio se asoma el imperio a la decadencia?

Podríamos decir que las bases del futuro declive son visibles. La crisis económica es brutal por falta de plata; una pandemia de peste venida desde China (probablemente sarampión o una gripe, vaya usted a saber si fue un virus del mismo tronco que la Covid-19) diezma la población, los campos y el ejército; la presión de los bárbaros en las fronteras es cada vez más numerosa y, para colmo, a Marco Aurelio, los antisistema de la época, los cristianos, le niegan el culto al emperador. Todos estos problemas los afronta Marco Aurelio con su capacidad política y el estoicismo de su formación. Pero intuía que la gran Roma alto imperial tenía los días contados. Vislumbraba el principio del fin.

Esa oposición al culto al emperador era un golpe mortal para el sistema.

Claramente. El emperador, el culto tipificado y constituido a la divinidad de su persona, era fundamental para mantener cohesionado un imperio de más de sesenta millones de romanos. Los cristianos sostenían que solo rendían culto a Jesús y no a un ser mortal como el emperador. Además, al menos al principio, se declararon pacifistas y animaban a no enrolarse en el ejército. La situación no era fácil. Estamos ante el principio del final. Que fue largo y con dientes de sierra. La caída de Roma no es una gráfica vertical hacia el abismo. Pero es un hecho que el imperio de Occidente no fue capaz de sobrevivir en el tiempo como lo hizo el de Oriente, abierto y en funcionamiento hasta años antes del descubrimiento de América.

Portada de la novela que publica la editorial Algaida

No hay que hilar muy fino para encontrar paralelismos entre aquellos tiempos y los actuales..

Son tan similares que cuando terminé de escribir la novela le comenté con retranca al catedrático Genaro Chic, el sabio que me ha guiado y facilitado la exhaustiva documentación de toda la trilogía, que solo nos faltaba una peste como para que nuestro tiempo fuera calcado al de Marco Aurelio. Dos años después de estar escrita, China nos regalaba el bichito de Wuham. Las legiones que luchaban en Persia fueron las transmisoras de la peste por Europa; hoy la peste china nos la han transmitido los agentes de la globalización y la ocultación delictiva de la pandemia que las autoridades del partido comunista chino y la Organización Mundial de la Salud tuvieron a bien acordar en los dos primeros meses del gran contagio.

Roma contaba, al menos, con un hombre de la talla de Marco Aurelio para pelear contra tanta adversidad. ¿Tenemos hoy a alguien de su talla?

¿Se refiere usted a Occidente?

Sí, claro.

En el foro de Davos ya ha visto usted lo que ha sucedido. El artista invitado a la fiesta era el presidente chino, Xi Jinping. Biden envió a uno para que escuchara y no hablara. Lo mismo hicieron Macron y la Merkel: no decir ni «mú». Allí quien habló como un nuevo césar fue el presidente chino que se jactó de cómo su sanidad y economía han superado la pandemia frente a las democracias occidentales, tan destruidas como las torres gemelas. También dejó claro que tras la pandemia el mundo sería otro y que no habría una potencia que se impusiera a otra. ¿Me sigue?

Le sigo.

Pues quédese con esto. Sí, hay una nación y un hombre que está por encima de lo que ha pasado y que es el nuevo emperador del mundo. Se llama Xi Jinping y sus legiones son el nuevo capitalismo comunista chino. Permítame la traslación histórica: occidente, tras la pérdida de prestigio y poder de EEUU, el dólar no es casi nada frente al yuan, se encuentra tan solo como Roma cuando la asaltó Alarico. El emperador estaba refugiado en Rávena y los romanos se sintieron solos y, quizás, traicionados por sus aristocracias dirigentes.

Alterna los hechos históricos con los literarios. ¿Es esencial para usted mantener ese equilibrio en sus novelas?

No entiendo la novela histórica sin una fuerte base documental. Si no se da ese equilibrio estamos haciendo otra cosa. Quizás tan exitosa y divertida como Astérix y Obélix, pero no estamos haciendo novela histórica. Que, en absoluto, tiene porqué ser aburrida.

En «Los dioses han muerto» ¿es real la incursión de los marineros gaditanos hacia el Atlántico sur?

Los marineros gadiritas dominaban con sus célebres embarcaciones llamadas «caballos», por su mascaron de proa, lo que se conocía como el Oceanus Gaditanus. Es sabido que llegaron más allá del cabo Juby, de las islas Canarias y de las Azores por el sur. Por el norte fueron moneda corriente sus viajes comerciales buscando ámbar en el Báltico y en las islas británicas. El problema de esos periplos hacia el sur, bordeando la costa occidental de África, era el tornaviaje. Los vientos no ayudaban. Y solo el conocimiento de la navegación a bolina te permitía la vuelta por el mismo camino.

Con la trilogía recorremos puntos diversos: la Dacia, Britania, Alejandría... ¿quería ofrecer también una panorámica geográfica del imperio?

Una de las cosas que más me ilusionaban de la serie cinematográfica de 007 era, precisamente, la ubicación en lugares exóticos del desarrollo de la película. Cuando era juvenil y me comía el desamparo de la España cortita, me encantaba viajar en películas como esa. En este caso me ha pasado algo parecido. Hemos viajado por el imperio desde Híspalis a Alejandría, desde Itálica a Roma, desde Gades a Britania, desde Tingis a la tierra de los hombres monos, como conocían a los gorilas africanos Aquella primera gran globalización del mundo fue fascinante y para un escritor absolutamente atractiva.

«La trilogía es una lanza más rota en la pelea contra la leyenda negra. En este caso, contra la leyenda de los emperadores sin cuna»

¿De los tres emperadores béticos con cuál se quedaría?

Me llevo estupendamente con los tres. Anteriormente he dicho que Trajano fue el Rommel de la época, Adriano el Gorbachov del imperio y Marco Aurelio el Churchill adelantado de un tiempo que exigió sangre, sudor y lágrimas.

¿Lamenta que la mayoría de los andaluces desconozca la vida y obra de estos hombres?

Esa fue una de las razones que me empujaron a escribir la trilogía. Me desesperaba contemplar cómo las escuelas alemana y británica de arqueología e historia desnaturalizaban a Trajano y Adriano, como si no hubieran sido hijos de esta tierra y llegaran a la cima del poder del mundo gracias al empuje de las familias béticas a las que pertenecían. Se puede decir que la trilogía es una lanza más rota en la pelea contra la leyenda negra. En este caso, contra la leyenda de los emperadores sin cuna.

¿Sus próximo pasos seguirán los caminos de la novela histórica?

Ese paso ya está dado. Algaida, la editorial que supo ver el valor histórico y pedagógico de esta trilogía, ya tiene en su poder una novela de carácter policiaco en la Sevilla del XVII en la comunidad de los negros.

¿Puede ser más concreto?

No debo. Pero estando en casa le diré que la novela se desarrolla en la Cuaresma de 1641, con la independencia de Portugal de fondo, las revueltas insurgentes de Cataluña y el empeño de varias familias aristócratas andaluza, comandadas por el Duque de Medina Sidonia, por desconectar Andalucía del reino de Felipe IV.

¿Y qué hacen ahí los negros sevillanos?

(Risas) Enreá…

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