Ensayo
El concurso de Cante Jondo de Granada de 1922 contado por sus protagonistas
José Javier León ofrece una visión del certamen y su legado para el flamenco en el libro 'Burlas y veras del 22', que incluye testimonios de Falla, Manuel Machado, Galerín y Gómez de la Serna, entre otros
![Caricatura de Antonio López Sancho para la crónica de ABC, en el momento del gran chaparrón que cayó en Granada en la segunda jornada del concurso](https://s2.abcstatics.com/abc/sevilla/media/cultura/2022/04/30/s/concurso-cante-sancho-U65185512673vJc-1248x698@abc.jpg)
Un «error fértil». Con esa expresión califica el doctor en Literatura de la Universidad de Granada y especialista en flamenco y estudios lorquianos, José Javier León, el famoso Concurso de Cante Jondo que organizó Manuel de Falla en 1922 ... en la Alhambra , del que se cumplirá el próximo junio un siglo. Con ese calificativo se refiere este investigador al desigual balance que, en su opinión, un siglo después puede hacerse de un concurso que permitió al flamenco tener resonancia internacional pero también estableció concepciones con un efecto «negativo» sobre este arte, como la exigencia de pureza o la división entre cantes grades y chicos.
Estas son algunas de las conclusiones del libro 'Burlas y veras del 22' (Athenaica), un interesante ensayo por proponer un balance mesurado de lo que supuso para el flamenco y la cultura española este concurso, pero que tiene también entre sus principales atractivos recopilar una serie de textos en los que algunos de los protagonistas y testigos del certamen ofrecen sus opiniones en primera persona.
Así, en sus páginas desfilan las reflexiones de Manuel de Falla, Ramón Gómez de la Serna —el encargado de presentar el concurso—, Manuel Machado , periodistas como Galerín , que cubrió el certamen, o el pintor miembro de la Generación del 27 Manuel Ángeles Ortiz . Textos que se complementan con otros más recientes de especialistas en flamenco, de José Luis Ortiz Nuevo a José Manuel Gamboa , que contribuyen a ofrecer una visión a la vez de conjunto y caleidoscópica del acontecimiento.
Tras la celebración del concurso, «las figuras dispusieron de nuevos y mayores aforos», sostiene este investigador
Porque el concurso de Granada, celebrado el 13 y 14 de junio en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra, fue todo un acontecimiento, recogido en periódicos como ABC. Para empezar porque lo apoyaban algunas de las personalidades de la cultura en España, como el mencionado Falla, pero también Federico García Lorca, Joaquín Turina, Andrés Segovia , Manuel Ángeles Ortiz, Ignacio Sánchez Mejías , Ignacio Zuloaga ...
El objetivo era recuperar lo que consideraban el cante verdadero, frente a lo que entendían como su degeneración comercial. Lo resumía muy bien Falla en una carta a Zuloaga: « Resucitar ese admirabilísimo canto cuyo estilo puro desaparece de un modo lamentable».
Objetivo contradictorio
Un objetivo contradictorio, por fijarse en una época dorada de grandes cantaores, como la Niña de los Peines, Tomás Pavón o Manuel Vallejo , algunos de los cuales llegaron a actuar en Granada, pero fuera de concurso como invitados por formar parte del jurado, como Antonio Chacón y Manuel Torre . Como señala León: «El descarte de los profesionales en un arte que llevaba décadas de profesionalismo junto con la exaltación del aficionado , del aprendiz, mejor si aislado y humilde, virtuoso por incontaminado, poco importa si baqueteado septuagenario, fue desliz superior del concurso granadino».
Esta contradicción ya generó críticas en su día, como recoge Galerín en una crónica del 7 de junio en 'El Liberal' en una conversación con Manuel Centeno . «Los aficionados que cantan bien aceptan contratos, porque hoy un gran cantaor cobra buen dinero», señalaba el mítico saetero, antes de concluir que «eso no lo han estudiado bien».
Aún mejor lo explicaba en un artículo Manuel Machado: «La historia del cante flamenco va adscrita al nombre de los profesionales de esa especie de cante. No creo yo que los cantaores hayan inventado la mayor parte de esas coplas, en cuanto a la letra, pero sí en cuanto al modo especial y peculiar de cantarlas, en cuyo sentido, y no sin razón, las llamaron y llaman suyas».
![La Plaza de los Aljibes en plena celebración del concurso en 1922](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/cultura/2022/04/30/s/concurso-cante-jondo-U58258434877mRu-510x349@abc.jpg)
De hecho, el cantaor más recordado del concurso sería un joven Manolo Caracol , más que el ganador 'El Tenazas', presentado como aficionado, aunque como recuerda Galerín «fue profesional hace treinta años».
Este debate no fue el único que introdujo el certamen. Otro fue el de la división de cante grande (seguiriya, soleá, martinete...) y pequeño (derivados del fandango, de ida y vuelta), entre lo jondo y lo flamenco. La intervención de Chacón en el concurso, con una granaína que fue «¡Lapoteosis!», como la calificó La Macarrona parecía desmontar entonces es división. Lo recuerda Manuel Ángeles Ortiz: «Algunos creíamos que el cante es grande o pequeño según como se cante. Pero la autoridad de Don Manuel era indiscutible para todos».
Definición de vanguardia
Pero estos son solo dos de los temas que aborda este libro a través de las opiniones de los contemporáneos del concurso, donde también hay sitio para el verbo afilado de Gómez de la Serna, con una definición vanguardista de la saeta como «la cerbatana que busca a Dios en lo alto»; o la entrevista que le hace Bagaría a Chacón lamentando que se haya «perdido el hermoso cante por seguiriyas de Curro Dulce ».
Años después los textos de Ortiz Nuevo, Luis Lavaur , Miguel Cerón y Gamboa, recogidos en el volumen, van dando cuenta del legado, en la forma de entender el flamenco, que irán marcando buena parte del desarrollo de este arte. De allí salieron algunos «yerros» , como señala este investigador, como la partición en cantes grandes y pequeños, la idea de pureza , la prevalencia del cante sobre el baile y el toque o la «supremacía de lo lúgubre sobre lo festivo».
Pero también se logró para el flamenco un «evento de resonancia internacional » y un «genuino interés por la conservación de estilos —la cabal de Silverio o el martinete— que a causa de su escasísimo tirón comercial, tal vez estarían extintos hoy».
Pero quizás el mayor legado del concurso fue uno de esos errores fértiles, según este investigador, como conseguir el fin no buscado de «alentar a la profesión misma. Tras su celebración, el espectáculo amplió enormemente sus formatos y las figuras del género (aquellos que lo sostenían y sostienen, pero que para Falla y Lorca lo corrompían) dispusieron de nuevos y mayores aforos ».
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