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BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA

«Arquitectura de luz y sombras»: Una bendita locura flamenca en el CAAC

El baile de Rubén Olmo y Luisa Palicio se adueña de las salas de exposiciones del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Rubén Olmo con el espectacular vestuario de «Arquitectura de luz y sombras» ABC

MARTA CARRASCO

Una sala blanca, inmaculada. Un tablao blanco y el fondo igual. Sobre el escenario Rubén Olmo vestido de arlequín, con un traje elaborado con acetatos de colores. Su cara está pintada de blanco. Así comienza esta locura de obra que lleva por título «Arquitectura de luz y sombras» que este sábado se ha podido ver en las salas de exposiciones del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, dentro del programa de la Bienal de Flamenco. Rubén Olmo y Luisa Palicio son los protagonistas de esta bendita locura.

La música es un collage musical compuesto por varios autores: Agustín Diassera los movimientos titulados «Picasso» y «Caballero de los espejos»; «Gaudí» de Oscar Roig, para finalizar con el aria de Madama Butterfly de Puccini. Todo encajaba bien, como una joya desmontable.

El vestuario es fundamental en esta obra por cuanto, a su complejidad de ejecución –está realizado con material de encuadernación como acetatos y otros elementos–. se une el diseño alejado de los cánones flamencos , pero que sin duda le imprime ese carácter especial. El vestuario ha sido realizado por la arquitecta Myriam Hurtado.

Asimismo hay que destacar las proyecciones de Fernando Brea , primero sobre Picasso, el Guernica, y luego con otra serie de imágenes absolutamente hermosas con las que interactuan los bailarines.

Luisa Palicio ABC

Rubén Olmo es un bailarín excepcional, además de un intérprete que le saca partido teatral a cualquier puesta en escena. La coreografía está ajustada a su forma de expresar, muy aérea, con enorme amplitud, y tanto él como Luisa Palicio, que por cierto está ataviada con un traje de tiras de encuadernación, llevan a cabo un paso a dos hermosísimo en el que cada uno imprime su estilo propio.

En este caso la bata de cola la llevó Olmo, un atuendo realizado con acetatos de colores para recordar los diseños de Gaudí.

Si para Rubén Olmo es habitual salir de su zona de confort, no así para Luisa Palicio, a la que se la vió cómoda , a pesar de no estar en donde habitualmente se sitúa en el flamenco, pero se adaptó muy bien.

Casi una hora donde la estética y la danza primaban por encima de todo, donde el espectador se vió sumergido en una obra que producía el sabor de estar viendo algo hermoso . El flamenco inmerso en un lugar donde no hay que pensar en si es contemporáneo o no porque simplemente, es bello e inolvidable.

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