cultura
Las 'noches locas' de la Generación del 27 en Sevilla
La fiesta moruna y flamenca en la finca de Sánchez Mejías, la visita al manicomio de Miraflores y la juergas en Triana quedaron en la memoria de los poetas
La Universidad Menéndez Pelayo se adelanta al centenario de la Generación del 27 con un curso que analiza su vinculación con los toros
«Concluyó la excursión / Juntos ya para siempre», cerraba Jorge Guillén su poema 'Unos amigos', con el que resumía el viaje al sur que no sólo marcaría las trayectorias vitales de él y el resto de colegas, sino el devenir de la literatura ... española. «Sevilla / Y surgió Luis Cernuda junto al Betis/ Plaza del Salvador /En voz baja me dice: Me gusta aquella imagen/ «Bien radiador, ruiseñor del invierno»/ Alberti, Rafael. Un torerillo/Que fuese gan espada/Intensamente Dámaso cordial. Y su talento se prodiga a chorros/ Bergamín el Sutil/ Dueño en su laberinto. Sobra Adriana /Gerardo Diego en serio / Se lanza de repente a una cabriola. Es un ¡Hola! A su Lola/ Chabás -'con una voz como una barba'-. Sonríe siempre desde su Levante/ Y Federico/ Ah, los hospitalarios sevillanos /Allí Joaquín Romero a la cabeza / gran alcaide futuro de su Alcázar».
La Generación del 27, a diferencia de otras, lleva el orgullo de la unidad de sus miembros, de la amistad forjada en aquel año en el que, con la excusa de la conmemoración del tercer centenario de Luis de Góngora, unos jóvenes y casi desconocidos poetas movieron los cimientos de la literatura académica oficial y se subieron en la ola de las vanguardias. Buena culpa de esa unión fue esa 'excursión' al sur en diciembre de aquel año. A Sevilla. A través de la correspondencia posterior entre sus miembros, de las fotografías -mítica la de los escritores en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País en la calle Rioja- y de versos como los de Guillén recogidos al principio de este reportaje, se han ido desvelando los detalles de aquellas jornadas convocadas por el Ateneo de Sevilla los días 16 y 17. La intrahistoria de la visita aún esconde momentos que, con la cercanía del centenario, a buen seguro irán desvelándose y tratándose.
La Universidad Menéndez Pelayo (UIMP) organiza estos días en la capital hispalense un curso centrado en la literatura y su relación con la tauromaquia, 'Los toros y el 27', que aborda uno de los temas preferidos de los poetas de la edad de plata: la tauromaquia como expresión popular y a la vez de vanguardia. El curso cuenta con el patrocinio de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y la colaboración del Ateneo. Estas jornadas, dirigidas por Eduardo Dávila Miura y Eva Díaz Pérez, contará además con la participación del periodista Francisco Robles, el abogado y escritor Eduardo J. Pastor, Rogelio Reyes Cano y Jacobo Cortines, además de una lección práctica a cargo de Rafael Peralta Revuelta e Ignacio Moreno de Terry Enríquez.
![Montera que perteneció a Joselito el Gallo, amigo y cuñado de Sánchez Mejías y anterior dueño de la finca](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/04/10/montera-joselito-gallo-kGIH--760x427@diario_abc.jpg)
Hablar de la Generación del 27 es también hacerlo de Ignacio Sánchez Mejías. El torero y escritor, además de hombre polifacético -entre otros hitos de su biografía están los de la actuación, jugador de polo e incluso presidente del Betis-, fue también mecenas de la mítica reunión de aquellos lluviosos días de final de año. Las de esta semana de la UIMP han abierto las puertas de su finca en Pino Montano, donde tuvo lugar la famosa fiesta de disfraces y velada flamenca. Casi un siglo después, las paredes de la casa que fuera de Joselito el Gallo, amigo y cuñado de Sánchez Mejías, todavía rezuman el espíritu de esa noche loca. Los herederos que viven en la hacienda -donde también se celebran banquetes- han conservado todos los recuerdos de la época, las fotos de los matadores, la montera de Joselito el Gallo y otras evocaciones taurinas. Un cuidado jardín da la bienvenida a la casa, con una clara y mantenida influencia mudéjar.
Visita al psiquiátrico de Miraflores
En la finca también se mantiene la llamada salón de los moros, en alusión a aquella «fiesta moruna en la que se bebió largamente», como contó Rafael Alberti en 'La arboleda perdida' y en la que Manuel Torres dio muestra de su 'invento' flamenco: las placas de Egipto. Tal fue el influjo de sus palabras y el quejío que el cantaor jerezano desató entre los presentes con su «tronco de faraón», en especial en García Lorca, que el granadino le dedicó los poemas de las 'Viñetas Flamencas' incluidas en el libro 'Poema del cante jondo', compuesto durante la celebración del Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922, pero publicado en 1931. El carácter transgresor del movimiento literario también se reflejó en la manera de divertirse de sus impulsores, como demuestra que en esa fiesta hubiese hasta un sesión de hipnosis promovida por el poeta y ganadero Fernando Villalón.
Los días y noches sevillanas de Alberti, Lorca, Chabás, Bacarisse, Guillén, Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego pasaron entre la Sociedad Económica de Amigos del País -en esas fechas el Ateneo estaba ocupado en la organización de la Cabalgata de Reyes-, el hotel París de la Plaza de la Magdalena -hoy Radisson Collection Hotel-, la citada finca, las tabernas de Triana y otros sitios insospechados como el manicomio de Miraflores. «El domingo 18, los intelectuales acudieron a la Venta Antequera», cuenta la periodista y escritora Eva Díaz Pérez, que en su novela 'Hijos del mediodía' ficciona sobre la mítica reunión literaria. «En la novela fantaseaba con la idea de que a través de la hipnosis Villalón se buscara el fantasma de Góngora», apunta.
![Libro de Benito Arias Montano, quien figura en las escrituras como primer propietario de la finca. Su 'Campo de las flores' fue siglos después la casa de Joselito el Gallo, cuñado de Sánchez Mejías](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/04/10/libro-arias-montano-kGIH--760x427@diario_abc.jpg)
Muy cerca de la finca de los toreros se encontraba el psiquiátrico de Miraflores en el que trabajaba José María Romero Martínez, responsable de literatura del Ateneo, poeta y médico del manicomio. Rogelio Reyes, también experto e investigador de aquella reunión en Sevilla, descubre la figura de este personaje, que tuvo que dimitir meses después porque la institución se gastó 2.000 pesetas en organizar unas jornadas en las que, paradójicamente, apenas acudió público. Romero Martínez acabó fusilado por las tropas de Queipo, pero su biografía también está vinculada al viaje al sur de los poetas. Su trabajo en el manicomio propició que éstos entraran en sus instalaciones, probablemente impulsados por el propio Sánchez Mejías, que había sido estudiante de Medicina y por entonces estaba escribiendo 'Sin razón', una obra sobre los problemas y las tesis freudianas sobre el mundo del sueño, el psicoanálisis y la neurosis.
«En aquel viaje siempre vi la Giralda de noche», le escribió Jorge Guillén a su primera esposa, Germaine Cahen, sobre esos días que sentaron las bases de la histórica generación. En una de esas salidas nocturnas, los amigos acabaron en una tasca en Triana cercana al todavía no construido puente de San Telmo, por lo que tuvieron que cruzar el Guadalquivir en barcaza, que a causa de la crecida del río estuvo a punto de zozobrar y los borrachuzos, que venían calientes, se quedaron helados. Esta experiencia dio después para una reflexión poética de Dámaso Alonso, comparándola con el declive de la España de la guerra, en el prólogo del tratado de 'Poetas españoles contemporáneos' compilado en la década de los 60. «Ay, Lorca, quién diría que tú ibas a ser el primero».
«Es muy bonito ese espíritu que rodeó a la Generación del 27. Los recuerdos de todos en Sevilla son muy luminosos, lo recordaron intactos, como un momento feliz», explica Eva Díaz Pérez sobre estos amigos preocupados en la nueva poesía. «La elección de Góngora como figura para esta reunión ya guarda una intención rompedora», abunda. No sólo las 'noches locas' en la capital andaluza demuestran ese carácter surrealista pegado a la tradición de aquellos intelectuales. «Hicieron los juegos del agua de la Academia, un auto de fe que representaba a los académico y encargaron un funeral a Góngora, una especie de performance que hizo creer al propio cura que Bergamín era un familiar del fallecido». Y Sevilla como colofón en esa puesta en escena del colectivo que pasó a la historia como una nueva edad de oro de la literatura española.
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