Arte y demás historias
Las memorias del Rey Sol
El rey Sol sobrevivió a su hijo, a su nieto y a su primer bisnieto, por lo que fue su segundo bisnieto fue el llamado a ocupar el trono bajo el nombre de Luis XV

Luis XIV está considerado uno de los monarcas más carismáticos de la historia. No en vano su figura se nos muestra esencial para comprender no solamente la Europa del siglo XVII a nivel político, social y artístico, sino también por su gran repercusión posterior. El protagonista del reinado más largo de la historia, 72 años y 110 días, fue el primogénito de Luis XIII y la infanta española Ana de Austria, hija de Felipe III, una pareja pésimamente avenida desde el comienzo de su matrimonio. Tras veintitrés años casados sucedió el milagro y en 1638 vino al mundo el futuro Rey Sol que fue bautizado como Luis Diosdado (dado por Dios). Dos años más tarde nacería su único hermano, Felipe, duque de Orleans.
Luis XIII falleció en 1643 en medio de una compleja situación política, cuando su primogénito contaba tan solo cinco años. En aquellos momentos Francia se vio sacudida por las guerras de la Fronda, una serie de insurrecciones civiles desatadas, en parte, por la fuerte carga impositiva que exigió la Guerra de los Treinta Años. La Fronda (1648-1653), no solamente dispuso a importantes familias de la alta nobleza contra la monarquía, sino que incluso una parte de la propia familia real se sublevó. Estas experiencias influyeron decisivamente en la personalidad del futuro rey.

La regencia fue ejercida por la reina viuda Ana de Austria con el cardenal Mazarino al frente del gobierno. Luis XIV fue declarado mayor de edad en 1651 y coronado en la catedral de Reims en 1654. Seis años más tarde, y con motivo de la firma de la Paz de los Pirineos con España, contrajo matrimonio con su prima hermana por partida doble la infanta María Teresa de Austria, en la iglesia de San Juan de la preciosa localidad costera de San Juan de Luz. En 1661 nació Luis, su primogénito, el llamado el Gran Delfín, único de los seis hijos de la pareja que llegó a la edad adulta. Ese mismo año falleció el cardenal Mazarino, el «Principal Ministro de Estado», que dejó un país en paz que, con sus diecinueve millones de habitantes, se convirtió en la primera potencia europea. Ante la estupefacción general Luis XIV decidió que él mismo se pondría al frente de los asuntos de Estado. Nos encontramos, por tanto, ante una nueva manera de ejercer la función real. En sus Memorias sobre el arte de gobernar destinadas a guiar y aconsejar a su hijo, Luis XIV dejó un interesantísimo testimonio acerca de sus ideas e intereses. Así comienzan: «Hijo mío: Muchas razones, y todas muy importantes, me han decidido a dejaros, con bastante trabajo por mi parte y entre mis mayores ocupaciones, estas Memorias de mi reinado y de mis hechos principales».
Luis XIV era un hombre de apenas treinta años, pero ya había recorrido un largo camino. En sus memorias hace un exhaustivo repaso a la situación económica, social y política de Francia, sin olvidarse de sus propios fallos: «No sé si debo poner en el número de los míos el no haber tomado desde un comienzo por mí mismo la dirección de mi Estado. Si ha sido un error, he tratado de repararlo más adelante; y puedo aseguraros con toda resolución que jamás ha sido efecto de negligencia ni de blandura de ánimo». A su juicio, la persona que detentaba el poder tenía ante sí una ingente tarea: decenas de decisiones que tomar y de peticiones que atender. El monarca debía ser autoritario, pero también razonable y su juicio no debería nublarse por los halagos y alabanzas que recibía constantemente. Por otro lado, su inteligencia le habría de prevenir acerca la codicia y el afán de poder de los que le rodeaban: «Hijo mío, no os engañéis jamás en esto: los hombres no son ángeles, sino criaturas a quienes el poder excesivo termina casi siempre por darles alguna tentación de usarlo.»

El rey decidió que se pondría a trabajar asistido por profesionales competentes, atendiendo los asuntos durante unas ocho horas al día. Según sus propias palabras, «Dos cosas, sin duda, me eran absolutamente necesarias: un gran trabajo por mi parte y una buena elección de las personas que pudieran secundarme». Esta resolución no le provocó cansancio o hastío, sino que le dio ánimos para afrontar su destino: «Sólo entonces me pareció que era rey y nacido para serlo». Rodeado de una serie de funcionarios eficaces, y a pesar de las continuas guerras, convirtió a Francia en un Estado absolutista y centralista con él mismo a la cabeza. Según expresaba, «Francia es una monarquía. El rey representa a la nación entera, y cada particular no representa otra cosa que un solo individuo respecto al rey. Por consecuencia, todo poder, toda autoridad reside en manos del rey, y sólo debe haber en el reino la autoridad que él establece. Sed el dueño; escuchad, consultad a vuestros consejeros, pero decidid. Dios, que os ha hecho rey, os dará las luces necesarias, en tanto que mostréis buenas intenciones». Por desgracia, el rey Sol sobrevivió a su hijo, a su nieto y a su primer bisnieto, por lo que fue su segundo bisnieto fue el llamado a ocupar el trono bajo el nombre de Luis XV. Les aconsejo la lectura de las memorias de Luis XIV, una obra interesantísima de un hombre convertido en mito antes de su muerte, todo a mayor gloria de Francia y su monarquía.

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