literatura
Lutgardo García: «La sociedad señala, pero no perdona ni olvida»
El médico y poeta sevillano publica 'Senderos de Gloria' (Númenor), poemario que mira hacia lo trascendente y que denuncia la barbarie de la guerra de Ucrania
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Lutgardo García: «Mi mejor poesía está en el pregón porque está mi visión de Sevilla»
![Lutgardo García está alcanzando cada vez una voz poética más madura](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/19/lutgardo-garcia-dos-Rt9if6wW7QgpvKDDPBxa34M-1200x840@abc.jpg)
La mirada poética de Lutgardo García (Sevilla, 1979) se dirige siempre hacia lo sublime y lo trascendente, pero tampoco es ajena al dolor humano que están sufriendo miles de personas en conflictos bélicos que aún tienen las heridas muy abiertas, como la guerra de ... Ucrania. El médico y poeta sigue siendo fiel a su estilo, depurando cada vez más sus versos de la «hojarasca» y haciendo homenajes a buenos amigos que ya se han ido, como Ismael Yebra o Aquilino Duque. Todo esto se ha reflejado en su nuevo poemario, 'Senderos de Gloria' (Númenor), título que homenajea a la película antibélica de Stanley Kubrick, pero que también remite al camino que lleva hacia lo divino.
—Como bien señala en el prólogo Juan Lamillar, en este poemario hay temas recurrentes en su poesía como lo religioso y también están presentes otros aspectos como el perdón y la redención.
—La verdad es que Juan Lamillar ha hecho una disección perfecta en su prólogo. El poemario no es un libro de poemas temáticos, pero sí es cierto que gran parte de los poemas están muy influidos por la lectura de Dostoievski. Durante la pandemia leí 'Crimen y castigo' y 'Los hermanos Karamazov', y esta última obra sobre todo me hizo pensar en la necesidad del perdón como sociedad. Eso influyó mucho porque la mayoría de los poemas están escritos en ese tiempo de incertidumbre del Covid. Una gran parte de los versos reflexionan y tienen ese trasfondo del perdón.
—El perdón es un concepto que por desgracia la sociedad actual no maneja mucho, ¿no es así?
—Yo creo que no lo maneja nada. Como sociedad hemos perdido el sentido católico del perdón, de la redención. Estamos viviendo en una sociedad acostumbrada a acusar y las redes sociales se están empleando como herramientas arrojadizas de acusación. La sociedad señala, pero no perdona ni olvida. De hecho, las redes sociales impiden muchas veces el perdón y que las personas se equivoquen y que puedan empezar de nuevo.
—En este libro hay un poema muy largo dedicado a la guerra de Ucrania.
—Sí, se titula 'Balada de Ucrania'. Se empezó a escribir en esa Cuaresma de 2022. La guerra de Ucrania comenzó el 24 de febrero, fecha cercana al Miércoles de Ceniza de aquel año, que fue el 2 de marzo. De algún modo, pensé que cuando el sacerdote imponía la ceniza ese día en la iglesia, lo que estaba poniendo era el polvo de la destrucción de los edificios de Ucrania. Entonces eso me removió y me conmovieron las imágenes de las personas corriendo hacia los refugios llevándose los crucifijos y las imágenes sagradas, las cúpulas de las iglesias devastadas. Eso me hizo ver que estaba siendo una Cuaresma de sangre en aquel país, y de ahí surgió ese poema.
—Muchas veces se tiene la idea equivocada de que la poesía vive ensimismada, pero poemas como ese de Ucrania demuestran que no es ajena al dolor humano.
—El poeta no puede vivir aislado de su tiempo y hay momentos en que los poetas tienen un compromiso con la sociedad que le ha formado, le ha inspirado y en la que vive. El poeta no puede vivir separado de eso. Pablo Neruda, Miguel Hernández, Antonio Machado y otros fueron sensibles a todo lo que ocurría a su alrededor.
—Hay también un poema muy emotivo dedicado a uno de sus hijos.
—Sí, estábamos saliendo ya de la pandemia y él es muy aficionado a la piragua. Es una postal, una fotografía de él pasando por el tramo del río entre el puente de Los Remedios y el de Triana, con todas las casas de la orilla de la calle Betis reflejadas en el Guadalquivir. Me pareció que era un rey o un emperador el que pasaba por delante de mí.
—Poemas así son como un reflejo perfecto del instante vivido, ¿no cree?
—Efectivamente, porque la poesía es como ese coleccionista que diseca una mariposa y la guarda o como cuando los insectos antiguos se meten en el ámbar. Ese ámbar es la poesía, que lo que conserva son las emociones y luego las transmite.
—Otro poema surge a raíz de una noticia del hallazgo de unas huellas de homínidos de la época del Pleistoceno.
—Fue la noticia de unas huellas antiguas del Pleistoceno que se encontraron entre Matalascañas y Mazagón. Esa zona me transmite mucho porque gran parte de mi infancia ha transcurrido allí. Yo salía a pescar de pequeño con mi padre. Es la reflexión sobre las pisadas de unos niños que eran como yo lo he sido y que han corrido por esas bajamares tan espléndidas de Huelva. Me conmovió el tema y de ahí surgió el poema. Hay un paralelismo entre las huellas conservadas por la historia y mis huellas conservadas en mi memoria
—También hay en este libro poemas dedicados a la memoria de dos buenos amigos suyos: Ismael Yebra y Aquilino Duque.
—Es un tributo a ellos. Tanto un poema como otro tienen claves secretas de nuestra amistad que a lo mejor sólo yo o algún buen amigo íntimo pueden reconocer.
—Personas como Francisco Gallardo o Pablo Gutiérrez-Alviz hablan siempre maravillas de Ismael Yebra.
—Ismael era un santo en vida porque tenía una bondad auténtica y era una persona con una generosidad extraordinaria. Era un gran amante de las letras, un sevillano fino y frío también. Era un gran degustador de los secretos de Sevilla, de la Sevilla más profunda y verdadera. Fue un gran amante de la vida de los conventos y siguió esa estela de Morales Padrón de una Sevilla íntima.
—¿Qué supone para usted haber heredado el escritorio de Aquilino Duque?
—Por una parte me conmueve por el gesto de la familia de Aquilino. En los últimos años que vivió creo que fui uno de sus grandes amigos. Me parece que la última llamada telefónica que Aquilino hizo en vida fue a mí la noche antes de morir. Tener su escritorio supone también un compromiso porque la familia de Aquilino es muy sensible y ellos sabían lo que querían decir cuando me regalaban aquel escritorio. Los poetas nos pasamos unos a otros el fuego sagrado. He recogido un testigo que espero algún día poder transmitir.
«Aquilino Duque es un grande de la literatura nacional del siglo XX y no tengo la menor duda. Los que saben lo reconocen»
Lutgardo García
Médico y poeta
—¿Cree que la obra de Aquilino Duque está en el lugar que se merece? Lo digo sobre todo por las críticas que recibió a raíz de su pensamiento político.
—Mediáticamente y en el panorama de las letras no ha ocupado el lugar que le corresponde, pero sí que lo ocupa. Los que saben de literatura y de poesía, saben quién era Aquilino Duque. Él mismo se consideraba un poeta muy reconocido y se sentía muy orgulloso de los honores que había recibido en vida. Qué honor más grande que los propios literatos lo reconozcan como literato. Aquilino Duque es un grande de la literatura nacional del siglo XX y no tengo la menor duda. Los que saben lo reconoce.
—El título del libro, 'Senderos de Gloria', remite a la película de Kubrick, pero también señala al plano de lo celestial.
—El primer poema del libro se titula 'Senderos de Gloria' y es una visión poética del final de la película de Kubrick, pero también juega con la palabra Gloria con mayúsculas. El último poema, dedicado a Aquilino, acaba con la frase «senderos de Gloria» y está escrito después de verlo en cuerpo presente ya fallecido. Pensé que él iba hacia esa Gloria. Luego esa búsqueda de la Gloria es una filosofía que está presente en todo el libro porque de algún modo creo que todos los poemas míos buscan la Gloria, lo sublime, la trascendencia y lo infinito.
—¿Cómo se podrían definir formalmente estos poemas?
—Creo que son poemas de reflexión y de madurez. También son poemas de Dios. Cuando me eligieron como pregonero de la Semana Santa de Sevilla fue por esa mirada que yo tenía hacia Dios. Como he dicho alguna vez, si en mi Pregón no está mi mejor poesía, está casi la mejor. Es el tributo literario que le regalé a mi ciudad.
—¿Qué le han dicho tras le lectura del poemario?
—No son pocos los amigos que me han dicho que es el libro más redondo de los que he escrito. Probablemente es donde he llegado a mi voz poética más rotunda. Poco a poco, uno se aparta del follaje y busca lo verdadero. Decía Juan Ramón: «Quien entrevé, lo verá». Y yo cada vez voy entreviendo más.
![Cubierta del libro](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/19/senderos-de-gloria-U31276300846SQC-760x1000@abc.jpg)
—¿Qué influencias hay en este libro?
—Me gusta que en mi poesía encuentren influencias porque para mí la poesía es un encuentro entre amigos. Por supuesto Antonio Machado y Juan Ramón están ahí. Aquilino Duque está en alguno de los poemas y creo que tengo una influencia muy profunda de José Julio Cabanillas.
—Antes hemos hablado de Ismael Yebra y Francisco Gallardo, dos médicos escritores. Usted es médico ginecólogo y poeta. Es curiosa la relación que existe entre medicina y literatura.
—Muchísima. Están Chéjov, Bulgákov, Conan Doyle, Miguel Torga, Marañón, etc. El poeta y el médico tienen que descubrir en lo cotidiano una clave secreta. Eso se hace en la poesía y en el proceso diagnóstico. Médico y poeta son temperamentos muy parecidos. Aquí en Sevilla tenemos a un maravilloso poeta que es médico ginecólogo, José Antonio Gómez-Coronado. José María Jurado García-Posada es un poeta magnífico e ingeniero de telecomunicaciones. Cuando le preguntan qué relación hay entre ambas disciplinas, él dice que el poeta y el ingeniero identifican señales y las transmiten. Ahí está la verdad.
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