arte
José Luis Mauri: «Yo pensé: 'Si Murillo pintó en Sevilla, yo también'. Y no me fui»
José Luis Mauri, a sus noventa y tres años, inaugura este jueves en Espacio Santa Clara una exposición antológica de su obra
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Entrar en el estudio-casa de José Luis Mauri (Sevilla, 1931) es como darse un paseo por su vida. Las paredes están repletas de cuadros de sus distintas épocas como pintor, pero sobre todo, de su vida.
A la entrada, un documento con la ... firma de Sor Ángela de la Cruz. «Nací con el paladar abierto y mi abuela vivía muy cerca de Sor Ángela, eran amigas y la conocía. Me llevó a verla. Eso fue un año antes de su muerte, y me cogió en brazos», comenta el artista.
Junto a esta carta firmada de Sor Ángela, muchísimas fotos de sus seis hijos y de sus nietos, «como un reguero», dice el pintor. Un retrato de su hija Araceli, fallecida en el año 2000, realizado por Carmen Laffón, y una curiosa foto de Torcuato Luca de Tena, fundador del diario ABC, muy pequeño con sus padres y hermanas, una de ellas bisabuela de la esposa del pintor.
Este jueves 2 de mayo se inaugura en Espacio Santa Clara una gran exposición del artista que podrá verse hasta septiembre y que reúne más de 100 cuadros.
Mauri, como se le conoce en el ambiente pictórico, ha vuelto a su caballete después de un bache de salud que ha superado. «A mi edad sigo pintando todos los días. Ese cuadro -dice señalando un pequeño paisaje- es lo último que he hecho. Gracias a Dios los ojos no me fallan».
El caballete preside el espacio donde aparecen algunas alcayatas en las que faltan cuadros. «Están en la exposición», dice Juan Lacomba, comisario de la muestra que se titula 'José Luis Mauri, pintor', con un segundo epigrama: '¿Has pintado hoy, José Luis? Un día sin pintar es un día perdido', «esa es la frase que siempre me decía mi maestro», comenta Mauri.
Para Juan Lacomba, «esta es una exposición merecidísima que se ha hecho esperar. Ya le tocaba y tiene un carácter antológico. Son 116 piezas, de las cuales 100 son de Mauri y el resto del contexto generacional, porque pone en valor su pintura con respecto a su generación. Intenta revelar por dónde ha transitado su vida pictórica, porque él estaba formado con 16 años antes de entrar en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde ingresa y toma contacto con Miguel Pérez Aguilera, su maestro».
Madrid y París
José Luis Mauri viaja en 1953 a Madrid porque gana la beca de paisaje del Paular y allí toma contacto con Antonio López, Lucio Muñoz, Feito... «Mauri era un vanguardista joven a los veinte años, y esto se pone en valor en esta exposición, su valores se le suponían, pero no se habían hecho explícitos», subraya Juan Lacomba.
Recuerda José Luis Mauri que fue una amiga de su madre quien le puso en contacto con la pintura. «Se llamaba La Saleta, tenía formación británica y me enseñó lo que era la pintura como aficionada. Yo me iba a su casa y me hacían copiar grabados ingleses. Y luego otra amiga de mi madre me llevó a Bellas Artes».
Tras su formación y beca, a José Luis Mauri le surgieron contratos en París y en Madrid, «pero no, no quise irme de Sevilla. Primero, porque lo más importante para mí era mi familia y echaba de menos Sevilla muchísimo. Además, yo pensaba que Murillo pintó aquí y por qué no iba a pintar yo. Y no me fui». Dice que nunca se ha arrepentido de quedarse en Sevilla. «Mi verdadera creación ha sido mi familia, por encima de todo. Y mis amigos, tengo muy buenos amigos. Mi mujer siempre me decía que qué les daba yo que todos me querían, y yo no hacía nada...», dice sonriendo.
Después de París vuelve a Sevilla, y también hace un viaje con Ignacio Burguillos por Italia. «los dos en Vespa cargando con los caballetes y las pinturas. Recorrimos toda Italia. Tengo un recuerdo precioso de Asís, y después de Giotto, fuimos a conocer la capilla de Santa Clara, y mira por dónde, que ahora hago esta exposición en Santa Clara. Parece mi santa protectora».
Siempre se ha sentido muy rodeado de los pintores de su generación. En la entrevista está otro artista, Quino, quien le echa una mano y ha trabajado también para esta muestra de Santa Clara.
«Además de mi maestro, Pérez Aguilera, mis amigos me han apoyado, e incluso han sido pintores los que han organizado muchas de mis exposiciones, la primera que hice me la organizó Joaquín Sáenz. También estaban mis amigos Diego Ruiz Cortés, Burguillos... Recuerdo que con Carmen Laffón nos íbamos a pintar al río, a las azoteas y por el campo. Ella tenía 13 o 14 años y yo 16, y ya pintábamos juntos», rememora sonriente.
Durante el proceso de organización de la exposición, confiesa Mauri que el comisario «ha descubierto cuadros que yo no recordaba haber pintado». «Se trataba -dice Lacomba- de poner a Mauri en su sitio encontrando las piezas con cierta urgencia, porque se ha hecho todo en cuatro meses. He contado con ayuda de su entorno familiar, y he encontrado piezas muy interesantes que describen la mentalidad de por dónde ha transitado. Él no ha sido un pintor naif, sino un ingenuísta con sus razones y sus tesis, algo que se ve en esta exposición».
En el año 1964 ya estaba Mauri insertado en el debate nacional artístico con la exposición que hizo en la galería Fortuny de Madrid. Posteriormente expone en colectivas en las galerías Biosca y Juana Mordó, también de Madrid. «Mauri era un personaje puntero en los sesenta».
La obra de este pintor está dispersa entre Madrid, Sevilla, Cádiz y Huelva, que ha sido su territorio. «En la temática hay una clara decisión vocacional hacia el paisaje. Él se crio en un jardín en Heliópolis y tiene una relación muy cernudiana con el paisaje, viviendo el gozo de la existencia en la Naturaleza», asegura Lacomba.
José Luis Mauri sonríe ante las apreciaciones de su colega Lacomba. «La verdad es que yo me lo he pasado muy bien con mi profesión», y como profesor de Dibujo Natural, dice Quino, «eran clases magistrales». «Yo siempre les decía a mis alumnos que les enseñaba a ver, no a dibujar», explica el pintor. «Para Mauri lo fundamental ha sido y es pintar todos los días y eso le da una fe en el mundo y se emociona con las cosas que pinta».
Es un pintor a los que todos califican como «muy sevillano», «no en el sentido del costumbrismo light, porque en su juventud tanto Carmen Laffón como él se van a Madrid huyendo de eso. Él no ha sido un regionalista, sino que ha atendido al desarrollo de una individualidad propia, y eso lo ha defendido siempre», señala Lacomba, quien se muestra más que satisfecho con la exposición, «sorprendido por la categoría de pintor que es».
Un joven de 93 años
Con su espíritu joven de 93 años sigue yendo con los amigos, en este caso con Quino, a pintar a un estudio en Tomares, el que era de Félix de Cárdenas. «Allí pintan médicos, ingenieros, abogados, etc. Estoy muy a gusto y si me pasa algo, tengo el médico allí mismo», bromea el nonagenario artista. «Todo el mundo lo quiere», dice Lacomba. «Eso me suena a Lola Flores. Si me queréis, irse», ríe Mauri.
En la exposición hay una voluntad de estilos, algo de lo que se habla en el catálogo. «José Luis tiene el valor y gracia de lo directo, es un expresionista contenido, y eso tiene mucha personalidad. Ya en las obras de París, en 1958, se ve esa personalidad definida, con influencias internacionales. Él estuvo en el debate de la pintura europea de la Escuela de Paris de Modigliani, Utrillo, Matisse..., y tiene también una etapa un poco existencialista. Siempre ha estado en su tiempo. Y luego vuelve a Sevilla y traduce el mundo del París de las afueras a esta ciudad, coincidiendo con el subdesarrollo, la construcción de Los Remedios, la Corta de Tablada, la cava de los gitanos..., dibuja la ciudad periférica. Tuvo una mirada no agraviada social, y sí descriptiva».
Para Juan Lacomba, ver la pintura de Mauri es también ver la evolución de Sevilla. «He procurado que sea así en la exposición. También en otros autores como Pérez Aguilera y Rodríguez Trujillo y otros. Mauri capta la ciudad de una manera tierna y expresionista», asegura.
En el momento del 'boom' urbanístico son los arquitectos quienes más le compraban obra, «y también en la galería Biosca me compraron mucha obra para los paradores nacionales», dice Mauri.
Las series han caracterizado la obra del pintor, «pero vuelvo de vez en cuando a los jardines del Alcázar», comenta el artista, quien no puede decidirse por ninguna de sus series, porque ha pintado más de mil cuadros y siempre al natural. «Tengo mucha producción porque he pintado todos los días. Si veo un detalle que me emociona, lo pinto. No tengo remedio».
Hace poco le hicieron un homenaje y después presentaron un cuadro suyo en el museo de Alcalá de Guadaira, «y ahora la exposición de Santa Clara. Me van a matar de emociones», bromea el pintor mientras se dirige a la ventana y revisa sus lápices de colores, de esos colores que reflejan a través de sus manos la luz y los paisajes de Sevilla.
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