Ignacio Camacho: «Sevilla no es de mentira, aunque a veces parezca un simulacro»
El escritor y columnista de ABC y el artista Ricardo Suárez presentan su libro ilustrado 'Sevilla. El pretérito perfecto'
Ignacio Camacho retrata el último cuarto de siglo a través de sus obituarios
Ricardo Suárez, Carlos Herrera e Ignacio Camacho, durante la presentación en la Fundación Caja Rural del Sur
«Sevilla habita en la certeza de vivir en un pasado por delante». El punto y final del libro 'Sevilla. El pretérito perfecto' (editorial Tintablanca) de Ignacio Camacho y Ricardo Suárez invita a la reflexión sobre el futuro de una ciudad exagerada en sus formas y sentidos. En una prolongación del delirio barroco más allá de sus cuestiones estilísticas. Una ciudad imaginada, un trampantojo, una ensoñación. Una Sevilla recargada y vacía de certezas. Un río, dos orillas. Una marca, un mito. Un huracán de energía, un magma por erupcionar. La Sevilla vista por el escritor y columnista de ABC Ignacio Camacho y dibujada por el artista Ricardo Suárez ha cristalizado en un libro joya editado por la editorial Tintablanca, especializada en literatura de viajes e ilustrada y que engrosa su colección con la que, a juicio de su editor, Manuel Mateo Pérez, se convertirá en la «obra canónica que mejor define y cataloga a Sevilla».
La Fundación Caja Rural del Sur ha acogido la presentación de este libro en un acto abarrotado en el que se han dado unas pinceladas de la profunda, preciosista y erudita composición que han creado los dos autores de este «mapa o guía» de una ciudad que, según ha destacado Camacho, no es más que un «simulacro». Ha acompañado a los firmantes de la obra el periodista Carlos Herrera, que ha ejercido de conductor de una charla a la que han acudido numerosas autoridades. Entre otros, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y las consejeras Carolina España, Rocío Blanco y Rocío Díaz. Además, han estado presente dos exregidores de la capital andaluza, Alejandro Rojas-Marcos y Soledad Becerril.
El locutor de Cope ha comentado que 'Sevilla. El pretérito perfecto' es una «joya inaudita» que de vez en cuando se encuentran en las librerías y ha alabado la «heterodoxia» de Suárez y la «literatura creativa» del escritor marchenero. Su asociación ha servido para «revisitar» una Sevilla que no existe. «Pertenece al terreno de lo mitológico. ¿Es una invención o un desvarío?», le ha cuestionado Herrera a Camacho, a lo que éste ha respondido que «todo un poco». Los dos autores comparten la visión crítica y constructiva sobre su ciudad. Una Sevilla definida por Antonio Burgos como un «mito». «Una ensoñación construida a través del arte, sobre todo a través de la literatura y cuya realidad se desvanece», ha destacado el autor, que ha citado a otros grandes 'padres' de esa idea de una Sevilla irreal como Joaquín Romero Murube o Luis Cernuda. «Es un engaño, un artificio, Sevilla no es de mentira, es de verdad, aunque a veces parezca un simulacro», ha sentenciado.
Rocío Díaz, Carolina España, José Luis Sanz, Rocío Blanco y Ricardo Sánchez
Suárez ha apuntado a esa idea de ciudad hiberbólica heredada del Barroco que llegó hasta la celebración del 29 y que hace de Sevilla «la más hermosa de las mentiras». En este sentido, Camacho ha abundado en que la forma de pensar y entender la ciudad, de comportarse, de relacionarse, es una amalgama de circunstancias. Un retablo de nosotros mismos. Detrás no hay nada, hay polvo y sequedad».
El escritor habla de una «tensión existencial», una mezcla de fe, vida y muerte que se expresa en la Semana Santa, la verdadera «estructura» de la ciudad. Su mapa, su «adn». También, la más perfecta manifestación de su desbordante energía. En este sentido, los autores han lamentado que si la ciudad aplicase ese ímpetu a otros proyectos sería una ciudad «imparable». «Pero, ¿qué le vamos a hacer? es lo que nos gusta, la expresión barroca, la primavera, la Feria, los toros...», ha apostillado Camacho.
Para el literato, la Sevilla de hoy es heredera del fulgor que dejó un periodo de esplendor que cercenaron dos hechos, la peste y el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz. «No sólo se ha hecho asociada a ese momento, sino también como colectividad se ha creado a partir de esa doble pérdida. Desde entonces, no ha habido un liderazgo de nada». Su compañero de páginas, lo ha definido como una ciudad de «apneas». Cogió aire con la Exposición Iberoamericana, volvió a un estado de letargo y de nuevo se llenó los pulmones con la Expo del 92. «Sevilla navega en una esperanza eterna», en una constante dualidad que trasciende a la camiseta de fútbol, el gusto por un toreo u otro o la devoción a una imagen. Entre el gracioso y el 'saborío', para Camacho éste último una construcción que toma una distancia despectiva en una ejercicio de «tontería». Se ejemplifica en el camarero entrometido. «Es el sevillano de Ortega que se ofrece a los turistas, que ejerce de comparsa de su propio decorado».
Es Sevilla una ciudad escrita desde la ausencia, de un exilio físico, pero también melancólico. De la invención de Montesinos, Manuel Mantero, Sierra y Laffón. Pero también de Cernuda, José María Izquierdo, el citado Murube o Chaves Nogales. Es Sevilla una ciudad que desdeña a sus mitos, al «vividor zascandil» Don Juan y a la «mujer fatal» Carmen, según ha destacado Herrera. Para Camacho, Don Juan es hoy un personaje «arrinconado, indefendible en el presente» y aunque la figura de Carmen sí se ha tomado como un referente feminista, para el escritor ambos han quedado para la exhibición ante los turistas.
Unos visitantes que colapsan y amenazan con sabotear una identidad estereotipada. La muestra, Triana. Pese a la «gentrificación», la salva Suárez. «Es verdad que pese a que es uno de los barrios que más ha perdido autenticidad, aunque sólo quede un alfarero, es un barrio que en lo social sí sigue manteniéndose auténtico y eso es gracias a las hermandades sobre todo». Así, Camacho ha aprovechado la presencia de las autoridades políticas para reclamar un cambio de un modelo que permita no sólo vivir del turismo, aunque ha reconocido que se trata de una reivindicación que se lleva barruntando desde los años 70. «¿El embrujo de su marca universal la hace indestructible?», le ha preguntado Herrera. A lo que el escritor ha respondido que no se puede vivir de un sólo monocultivo. «Hemos vivido de fundamentándonos en un esplendor de nuestra historia. Ya es hora de que añadamos algo más».
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