cultura
Los espías que usó la Inquisición para vigilar a los ciudadanos en el siglo XVII
Hallan en el Archivo Municipal de Sevilla unos documentos que certifican a dos personas como familiares o informantes del Santo Oficio
La UCI para los documentos y libros antiguos del Archivo Municipal de Sevilla
Documento expedido por la Inquisición en Sevilla en 1642 por el que se designaba a Marcos Colmenero familiar del Santo Oficio
Tradicionalmente, la Inquisición en España estuvo formada por personas vinculadas al estamento eclesiástico que velaban por que se cumplieran los preceptos morales que marcaba la Iglesia. Sin embargo, existió una figura menos conocida que fue la de los familiares del Santo Oficio. Se trataba ... de unos títulos que expedía el Santo Oficio para ciudadanos de clase media -no eran nobles ni debían tener ningún voto monástico ni ingresar en el clero-, cuya función era la de servir de informantes, integrando así como una especie de red de espías para controlar a la población. En los últimos años han aparecido en el Archivo Municipal de Sevilla dos documentos del siglo XVII en los que se otorgaba ese título de familiar de la Inquisición a dos personas identificadas con sus nombres y apellidos. Ambos se utilizaron durante siglos como cubiertas para forrar unos libros que no tenían nada que ver con su contenido original, pero han sido rescatados del olvido, recuperándose de esa forma su alto valor histórico.
Comenta el director del Archivo Municipal de Sevilla, Marcos Fernández, que «estos títulos se expedían para velar por la religiosidad y las buenas costumbres de la población», de modo que se nombraban a los familiares, que «eran realmente unos amigos de la Inquisición», aclara. Se trataba de personas particulares que habían certificado sus buenas costumbres, tenían una sangre limpia y exenta de cualquier origen judío o musulmán y que se dedicaban «a vigilar y a fiscalizar a sus vecinos exactamente igual que lo hace la vieja del visillo», bromea Fernández.
Como los archivos de la Inquisición en Sevilla se perdieron a partir de las sucesivas desamortizaciones de la Iglesia, estos documentos pudieron ser localizados gracias a que en ambos casos se utilizaron como cubiertas de libros. Esa práctica era muy común en siglos pasados, ya que tradicionalmente lo que se publicaba era la tripa de los libros, sin que estos llevaran un lomo y unas cubiertas. Por eso, dichos escritos antiguos eran reutilizados para forrar los libros, ya que los pliegos de pergamino rechazan a los insectos llamados bibliófagos. «En el Antiguo Régimen había una ley de oro: si tú quieres proteger algo que esté escrito, encuadérnalo», subraya Marcos Fernández, quien añade que «hemos tenido documentación encuadernada y otra sin encuadernar. Mientras la encuadernada ha resistido normalmente el ataque de las termitas, en la no encuadernada las termitas han hecho sus canales».
Uno de estos documentos está fechado en Sevilla, en concreto en el Real Castillo de Triana, el 12 de marzo de 1642 y certifica que los inquisidores del Arzobispado de Sevilla y del Obispado de Cádiz nombran a una persona llamada Marcos Colmenero, «vecino de Sevilla», como familiar de la Inquisición. Se trata de un pergamino que tiene unas dimensiones de 31,5 x 21 centímetros. En este se usan tintas rojas, ocre, azul y dorada. El documento fue utilizado como guarda de encuadernación y se localizó en 1994 en el depósito que el Archivo Municipal tiene en la calle Oriente.
Buen estado de conservación
«Ese documento sevillano debió de tener su sello, pero lo ha perdido. El pergamino está prácticamente limpio y los insectos sólo lo han podido atacar en una pequeña parte del lateral derecho», dice el director del Archivo Municipal, quien subraya también la existencia de unos orificios por donde se cosió este pergamino al libro al que iba unido. «Es el más bonito de los dos porque está pintado con varias tintas. Supongo que la gente lo tendría colgado en un lugar noble de su casa porque para ellos era un honor ser familiar de la Inquisición en un momento tan represivo para la sociedad española», comenta Marcos Fernández.
El segundo documento de la Inquisición tal y como apareció después de haberse usado como cubierta para un libro de medicina de Manuel Tissot publicado en Venecia en el año 1769.
El otro documento -que mide 21,3 x 25,5 centímetros- está firmado por los inquisidores del Obispado de Cartagena y Orihuela a favor de Francisco Hidalgo de Qui[...], «vecino de la villa de Montealegre [del Castillo] (Albacete) (siglo XVII)». Según dice el archivero sevillano, «este pergamino estaba unido a un libro de medicina del siglo XVIII, en concreto a uno de Manuel Tissot publicado en Venecia en 1769. Probablemente habrá estado expuesto en algún sitio en el que le haya dado el sol porque la tinta y el color se han ido. Estaba plegado para adaptarse al libro. Si hacía falta, cortaban los pliegos para que pudiera servir de cubierta».
Estos pergaminos estaban originariamente en el depósito que tiene el Ayuntamiento de Sevilla en una nave próxima al Colegio Borbolla, que está en la calle Luis Montoto. Los documentos aparecieron en unos legajos que había de documentación más antigua. «Allí también apareció una edición única en el mundo de la 'Gramática' de Nebrija que no se conocía y que mandamos a la Biblioteca Nacional», señala Fernández.
Las formas de los dos documentos son parecidas, ya que ambos presentan el emblema de la inquisición y las primeras líneas del texto cuentan con un módulo de letra mayor. «En aquella época se cuidaban de no ser demasiado explícitos en estos escritos, pero estos familiares de la Inquisición debían de ser unas personas bastante temidas. Al final, el Santo Oficio, más que una institución religiosa, era una institución que velaba por la moralidad de las personas. Todos podían ser investigados», subraya Marcos Fernández.
El Archivo Municipal de Sevilla ha digitalizado ambos pliegos, lo cual permitirá que puedan ser estudiados en el futuro por investigadores e, incluso, alguna que otra vez se han prestado para formar parte de una exposición.