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Bienal de flamenco de Sevilla 2024

Esperanza Fernández desborda alma y voz en su reencuentro con la Bienal

La artista trianera pone el acento en el cante y se sumerge en el universo de los creadores y creadoras del flamenco en 'Corazones del agua'

El flamenco y yo

Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés en el cante por soleá de 'Corazones de agua' Laura León
Rocío Vázquez

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El Auditorio Nissan Cartuja se asienta sobre el antiguo Pabellón de Canadá de la Exposición Universal y bien esta noche podría haber sido una de aquellas de 1992 en las que Sevilla copaba la atención de todo el mundo. El flamenco tiene una atracción ... magnética de la que no escapan ni latitudes, ni idioma, ni sentimiento. Porque caben todos. Quizá Triana no sea una nación, pero sí una patria o mejor expresado (para evitar el neologismo), madre patria. La historia de este penúltimo sábado en la Bienal se alojaba en la matriz. En las que gestan y dan vida, en el origen y la raíz, en las que alimentan y sustentan. Sea la mujer, sea la tradición. Sea una madre, la tierra o el agua. Esperanza Fernández, que recién ha publicado su álbum 'Sevilla 40.0', volvía a este festival que la premió en 2008 con un espectáculo de corte clásico, de raza pura y con la única pretensión de poner el acento en el cante. La previa del festivo se notaba en la indumentaria del público: chaquetas, tacones, lentejuelas. La gitanería de la artista o el intento de mimetismo de los aficionados extranjeros que asistían al estreno dejaban ver en la puerta mantoncillos bordados, aunque más que con garbo, sus dueñas pisaran con chanclas. Mientras subimos la escalera que nos lleva al anfiteatro, ante tal imagen y el hecho de que en el merchandising sólo hubiera visto el disco de 'Se prohibe el cante', una se pregunta sobre la expectativa de estos aficionados 'guiris' con la velada. Pues si querían flamenco, dos tazas. La de una Esperanza que camela, la de una Fernández que desgarra. O tres. La del rasgueo del inconmensurable Miguel Ángel Cortés.

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