«En Las Vegas las chicas le tiraban ropa interior a Tom Jones. En Sevilla no sé»

—Y esos vinilos no le desagradaban en absoluto…

—Siempre me gustó Tom Jones de niño y su estilo y forma de cantar me atraía mucho al verlo por la tele.

—Unos vinilos donde sonaban Paul Anka, Elvis Presley, Engelbert Humperdinck…¿quién los tuviera ahora?

—Desgraciadamente estas cosas se pierden con el tiempo. He vivido muchas mudanzas y cambios de residencia. Y se perdieron en los traslados. Una pena. Lo que sí conservo como una reliquia son las dos entradas del primer concierto que le vi a Tom Jones.

—En Las Vegas usted vio a cantar a Tom Jones a tres metros del escenario. Y eso se lo consiguió el hijo de un emigrante sevillano que trabajaba en la logística del hotel MGM. Esas cosas no se olvidan, ¿verdad?

—No se olvidan y, le puedo decir que, a día de hoy, mantengo una magnífica relación con José María Roldán, hijo del emigrante sevillano, que me consiguió el hotel y las entradas de Tom Jones.

—Del vinilo de sus padres al directo de Las Vegas ¿qué le revela el cantante galés de aquellos años?

—Me revela que las facultades de treinta años atrás grabadas en los vinilos de mi padre seguían intactas, pese a que en aquel concierto Tom Jones tenía cincuenta y ocho años. Aunque su edad biológica aparentaba la de ser un treintañero.

—Arrastraba a una legión de mujeres en sus conciertos. Siempre tuvo fama de cantante muy masculino, a la sombra de un concepto de macho que hoy resulta irreverente.

—Doy fe que, en el primer concierto, más del sesenta por ciento, era femenino. Y durante su actuación, las chicas, estaban completamente entregadas a la figura del Tigre de Gales.

—Muchas de ellas le llenaron el escenario de obsequios muy íntimos y personales…

—Al final del concierto, en las últimas canciones que interpretó, muchas mujeres se acercaron al escenario y le dejaron su ropa interior. Por encima de veinte braguitas llegué a contar.

—¿Los recogía y los devolvía a sus dueñas con cariño?

—En absoluto. Sonreía, pero no le sorprendía la situación. No era nueva. Estaba acostumbrado a esos agasajos…

—En alguna plaza de toros vimos en España a Jesulín de Ubrique engloriado de lencería femenina.

—Pues desconocía esa circunstancia del torero de Ubrique.

—En el año dos mil volvió a verle en el mismo hotel y en el mismo escenario. ¿Fue esa la ocasión en las que unas chicas griegas sentadas a su lado no se cortaron desprendiéndose de Victoria Secret?

—Fue en el 2000. A mi derecha había tres chicas con una pancarta que decías: «Venimos de Grecia solo para verte». Un empleado del MGM les retiró la pancarta. Pero una de ellas, justamente la que estaba a mi lado, se desprendió de las bragas y fue por el pasillo hasta el escenario para ofrendársela. De la manera más natural.

—Desde aquel concierto no ha vuelto a Ver a Tom Jones hasta el espectacular concierto del Icónica Fest de Sevilla. ¿Notó el paso del tiempo?

—Sin duda. Han pasado 24 años. El artista se conserva muy bien, pero el paso del tiempo se nota. Aunque es tan sabio que ha adaptado su repertorio a su actual potencial. No lo digo como demérito. Sino todo lo contrario.

—Pero me aseguran que la tradición de agasajar al ídolo con prendas íntimas no se rompió en Sevilla…

-Aquí le arrojaron cosas. Pero no puedo asegurar que le tiraran lo mismo que en Las Vegas. No estaba en una localidad tan cercana.

—¿Qué fue lo que más le gustó y asombró de Tom Jones en Sevilla?

—Lo que más me gustó es su gran estado de forma, no olvidó ninguna letra como, por ejemplo, le pasó a Sinatra con su misma edad. Estuvo lúcido y lucido durante toda su actuación. La banda que lo acompañaba me resultó espectacular.