Episodios locales
La última sede vacante
El cardenal Ilundáin falleció en 1937, como consecuencia de un enfriamiento durante la solemnidad del apóstol Santiago, a sólo cinco días de la procesión de la Virgen de los Reyes
![Imagen del entierro del cardenal Eustaquio Ilundáin en agosto de 1937](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/08/15/entierrocardenalilundain-U602190944053qvD-Rg8ysRCjr4rF19zbp8SBrQO-1200x840@diario_abc.jpg)
La bandera nacional a media asta y los campanarios de la ciudad doblando a muerto indicaban que algo grave había sucedido. El último parte médico, que se expuso al público, lo corroboraba: «Once y media de la mañana del día 10 de agosto de 1937. En este momento y a consecuencia de una bronconeumonía doble hipertóxica que padecía ha fallecido Su Eminencia Reverendísima el señor cardenal Ilundáin y Esteban, cardenal arzobispo de Sevilla (que santa gloria halle). El médico de cámara, Dr. Blázquez Bores».
Eustaquio Ilundáin había sufrido un accidente de tráfico en junio volviendo de Estepa, pero del choque con un árbol no le había quedado lesión alguna, al menos aparentemente. Un mes más tarde, presidiendo el desfile de la tropa durante la solemnidad de Santiago Apóstol, con el calor propio del verano, sobrellevó un enfriamiento —se le cortó el sudor— con síntomas de asfixia, que se repitieron al día siguiente en la parroquia de Santa Ana para celebrar la festividad de la patrona trianera.
Una quincena después, convaleciente de la pulmonía que había pillado el día de Santiago, el cardenal expiró. La noticia de ABC se detenía en los pormenores: «La noticia de la muerte del ilustre purpurado cundió por la ciudad rápidamente, acudiendo al Palacio Arzobispal, primeramente el general jefe del Ejército del Sur, don Gonzalo Queipo de Llano». Una sección del regimiento de Granada, al mando de un alférez, llegó a las tres de la tarde para montar guardia ante el cadáver, al que se tributaron honores de capitán general con mando en plaza.
En parihuela, el cuerpo sin vida del cardenal fue conducido desde la cámara mortuoria a la capilla alta del palacio arzobispal, que preside la Virgen de la Paloma. «En el centro de dicha capilla, en cama de tablas cubiertas de tela de seda, fue colocado el cadáver, rodeado de luces». Tras los primeros sufragios por su alma, el mayordomo «abrió un cajón de su mesa particular y entregó al vicario un sobre, que contenía el testamento ológrafo». Había expresado su deseo de que lo enterraran en la capilla de la Virgen de la Antigua, coronada en 1929.
El viernes 13 pasó por última vez por la puerta de los Reyes, por donde había entrado dos veces
A primera hora de la madrugada, se trasladó de la capilla al salón Santo Tomás en la planta baja, donde el cadáver fue depositado en un arcón con tapa de cristal rodeado por tres altares en los que se oficiaron diversas misas. «A los pies del cadáver se instaló una mesa de altar; sobre ella, dos candeleros con velas y misal, calderilla [acetre], asperge e incensario. Sobre ella un roquete, estola y capa negra».
El entierro tuvo lugar el viernes 13. Sacerdotes con roquete portaban a hombros el féretro forrado de seda con galones de oro, donde se había introducido la caja de zinc soldada. La procesión fúnebre atravesó por última vez en la Catedral por la puerta principal, por la que había entrado dos veces: al tomar posesión de la sede y como legado pontificio del congreso mariano de 1929.
Al término de la misa exequial, el secretario del cabildo, acompañado del maestro de ceremonias y el pertiguero, voceó por tres veces, vuelto hacia el pueblo: «Sede vacante». Fue la última vez que la archidiócesis quedó sin pastor.
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