Loco o vil asesino: El triple crimen de Guadalcanal que dividió a la comunidad médica
crónica de sevilla en negro
Hace más de un siglo, un individuo acabó a cuchilladas con una mujer que trabajaba de guardabarrera y con sus dos hijas de solo cinco y tres años
El crimen de Utrera: Una anciana usurera, la doncella y el falso culpable
![La prensa llegó a definir a Antonio Hernández como el hombre fiera](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/12/17/rabazo-guardia-civil-RCCyHQyx7FfeMA89OaS5lWK-1200x840@abc.jpg)
Lo ocurrido hace más de un siglo en Guadalcanal podría clasificarse como uno de los peores crímenes de la historia de esta provincia. Un hombre mata a una madre y a sus dos hijas pequeñas de tan sólo cinco y tres años ... en un robo desquiciado y acaba sentenciado a muerte. Antes de ser ajusticiado mediante garrote vil, se sucedieron numerosas peticiones de indulto para que le conmutaran la pena de muerte por presidio. Entre esos ruegos, el del arzobispo Cardenal Illundain. No hubo clemencia y poco después del golpe de Estado de Primo de Rivera fue ejecutado. Ésta es la historia del Rabazo, la versión doméstica del hombre del saco en la zona de Guadalcanal.
Se llamaba Antonio Hernández y es el personaje central de una historia investigada por Manuel Barbancho, que publicó un libro sobre este episodio fundamental de la crónica negra sevillana. Su narración arranca prácticamente el mismo día del triple asesinato: el 1 de junio de 1920 en la caseta número 91 de la línea ferroviaria Sevilla-Cáceres.
En esta humilde vivienda residía la guardabarrera Carolina Merchán con su marido y sus dos hijas. Aquel día, la mujer recibió la visita de Antonio Hernández, el Rabazo, al que conocía desde pequeña porque se habían criado en la misma calle de Cazalla. El marido de Carolina no estaba en ese momento en la vivienda. La víctima no temió nada cuando vio aparecer a su amigo de la infancia mientras ella se afanaba en el huerto.
Sin mediar discusión ninguna y tras un cruce cordial de palabras, el Rabazo atacó por la espaldas con un cuchillo a Carolina a la que mató de varias cuchilladas en el cuello. En la declaración que haría ante la Guardia Civil tras ser detenido y que fue recogida por ABC aseguró que le «entraron unas ganas irremediables de matarla».
![Imagen - En su confesión ante la Guardia Civil, Antonio Hernández aseguró que atacó a la guardabarrera «porque le entraron unas ganas irremediables de matarla»](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/12/17/rabazo-crimen-detenido-U66304804886IDU-170x170@abc.jpg)
En su confesión ante la Guardia Civil, Antonio Hernández aseguró que atacó a la guardabarrera «porque le entraron unas ganas irremediables de matarla»
Pero Carolina no fue la única víctima mortal. Su hija Carmen, de 5 años, que estaba jugando dentro de la caseta, salió y al ver a su madre en el suelo, se lanzó sobre ella. El Rabazo la cogió y le asestó varias puñaladas en el cuello. Consumaba así su segundo asesinato.
Relatan las crónicas y el libro de Manuel Barbancho que el asesino entró entonces en la vivienda y no dudó tampoco en matar a la pequeña de la casa (3 años), que dormía en su cuna. Después se puso a buscar dinero y tras revolver la estancia, localizó 350 pesetas dentro de un arcón y se las llevó. No sin antes intentar lanzar los cuerpos de las niñas a la pocilga donde estaban los cerdos para deshacerse así de los cuerpos. Un macabro detalle que no pudo llevar a cabo porque al abrir la puerta, se escaparon los animales.
Cinco días después era detenido por la Guardia Civil tras el hallazgo de una camisa suya con restos de sangre que había tirado en el campo. Desde un primer momento, los periodistas describieron a un asesino que podría presentar alguna enfermedad mental con adjetivos muy despectivos.
En diciembre de 1922, Antonio Hernández fue sentenciado a muerte. Durante el juicio había negado su participación en los hechos y aseguró que aquella primera confesión la había realizado bajo la presión de la Guardia Civil. Su defensa se esmeró en intentar demostrar que su representado presentaba un trastorno mental. Lo cierto es que el principal debate en la vista oral fue el estado mental del procesado ya que había teorías enfrentadas.
Y es que el caso del Rabazo suscitó el interés clínico de numerosos médicos que intentaban dar respuesta a un triple crimen cuajado de ingredientes con poca lógica. Algunos de esos especialistas visitaron en la prisión a Antonio Hernández, quien no pudo esquivar el garrote vil. El 7 de febrero de 1924, poco después de las ocho de la mañana, era ajusticiado en Sevilla. Meses antes se había producido el golpe de Estado de Primo de Rivera que según algunos investigadores fue determinante para que se materializaran muchas ejecuciones que estaban pendiente.
La prensa fue fiel testigo de todo un movimiento a favor de indultar al Rabazo con cartas dirigidas al rey Alfonso XIII, entre ellas la misiva firmada por el cardenal Illundain, el alcalde de Sevilla o los propios compañeros de presidio que lo definían como un «hombre inútil, ignorante, incapaz...». Unas peticiones que coincidieron en el tiempo con otra sentencia histórica, la de los anarquistas que asesinaron al presidente Eduardo Dato. Pedro Mateu y Luis Nicolau fueron condenados a muerte, pero sí consiguieron que se conmutara esa pena por la cadena perpetua que no llegaron a cumplir. Tras proclamarse la II República, llegaría la amnistía y su puesta en libertad.
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