Reportaje
Sevilla, la ciudad que un día fue conventual
La marcha de los trinitarios es la última de una larga lista de retiradas en una ciudad que llegó a tener casi cien conventos y monasterios en su historia y que a mitad del XVIII fue hogar de más de 11.000 eclesiásticos
El anuncio de que los trinitarios, la orden fundada por San Juan de Mata con ayuda de San Félix de Valois a finales del siglo XII, se marcha de Sevilla no ha pillado, por desgracia, a nadie por sorpresa. El lento e inexorable declive ... del clero regular se evidencia en el repliegue de las órdenes y congregaciones que se ven obligadas a cerrar casas y fundaciones por carecer de personal para atenderlas.
Los urbanistas María Teresa Pérez Cano y Eduardo Mosquera tienen inventariados 94 conventos (56 masculinos y 38 femeninos) con suficiente implantación en diferentes etapas históricas como para dejar huella reconocible en el urbanismo hispalense. Muchos de ellos, hoy abandonados o reconvertidos con desigual fortuna con diferentes usos que casi se ha olvidado su carácter monástico original: la Cartuja, San Jerónimo, el Carmen, la Merced, la Anunciación, los Remedios, la Trinidad…
En el caso de los trinitarios, la fecha de fundación es tan reciente como el 1 de diciembre de 1988 para hacerse cargo de la parroquia de San Ignacio de Loyola del Polígono de San Pablo y de las capellanías de las cárceles y la delegación de Pastoral penitenciaria de la archidiócesis de Sevilla. Pero eso no quiere decir que su presencia en la ciudad se limite a los últimos 36 años.
La Orden de la Santísima Trinidad, tal es su título actual aprobado por la Santa Sede en 1984, es continuación de los trinitarios descalzos según la reforma de San Juan Bautista de la Concepción en el siglo XVI. De hecho, todavía hoy España sigue encuadrada en la primitiva provincia del Espíritu Santo, ahora con Italia, Marruecos y Corea del Sur. Ello da idea del repliegue general que ha vivido la orden y que se evidencia con la marcha de Sevilla, anunciado tras el capítulo provincial celebrado hace tres semanas.
En realidad, los trinitarios llegaron a Sevilla con Fernando III, apenas medio siglo después de su fundación. Quizá en ello influyera el hecho de que San Luis, rey de Francia, dispusiera de tres confesores trinitarios con acceso al monarca galo. El rey castellano y leonés recurrió a las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) para la evangelización de la población musulmana que se había quedado y de mercedarios y trinitarios para la redención de cautivos en Granada y la costa berberisca.
Llegaron en la primera oleada tras la conquista de la ciudad por el rey Fernando III
A los de San Juan de Mata les repartió una zona extramuros, en lo que hoy es el colegio salesiano de la Trinidad, donde se guardaba memoria de la cárcel donde las santas patronas Justa y Rufina habían sufrido cautiverio antes de su martirio. Su presencia en la zona no se limita a un recuerdo topográfico o en el hábito de la cofradía del Sábado Santo. Justo enfrente, el Beaterio de la Santísima Trinidad viene atendiendo desde 1719 de manera continuada a la infancia, primero a niñas huérfanas, más tarde sin recursos y ahora como colegio concertado.
Los trinitarios llegaron a tener otras casas en Sevilla. En 1607, el reformador de la orden, San Juan Bautista de la Concepción (Almodóvar del Campo, 1561-Córdoba, 1613) fundó un monasterio de la rama descalza en la Calzada con Gabriel de la Asunción como primer prior. De allí pasaron a otra casa mayor, siempre extramuros, cerca del humilladero de la Cruz del Campo, pero unas rentas impagadas provocaron su desahucio. Entonces, la benefactora María de Solís y Miranda les concedió unas casas en la zona del Mesón del Rey, en la actual plaza del Cristo de Burgos.
El rótulo de la calle Descalzos corrobora que allí estuvo el monasterio trinitario desde 1610, erigiéndose una iglesia en el siglo XVII, rematada con la torre (prácticamente el único vestigio en la actualidad) que proyectó un lego ruso que le confirió el aspecto singular que todavía hoy puede contemplarse con un chapitel bulboso que recordaba a los de su tierra como remate.
A finales del siglo XVIII, en el censo del conde de Aranda de 1768, la proporción entre clero secular (los curas de parroquias, simplificando) y el clero regular (religiosos conventuales sometidos a regla de vida) era favorable a estos últimos. En la provincia de Sevilla residían 4.054 clérigos diocesanos y 7.606 religiosos (de ambos sexos). En total, 11.660 eclesiásticos, un tercio de todos los que moraban en Andalucía.
Siete décadas después, la exclaustración obligada de 1835 acabó con muchas comunidades. Sólo en Sevilla había entonces 37 conventos masculinos y 33 femeninos. El doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla Manuel Martín Riego tiene un estudio de la presencia monástica en la archidiócesis en la década inmediatamente anterior, gracias a la circular del provisor y gobernador del arzobispado de Sevilla solicitando datos a todos los conventos.
El recuento es el que sigue: agustinos calzados en San Agustín y San Acacio (calle Sierpes); agustinos descalzos en el Pópulo, capuchinos en Santa Justa y Rufina (ronda de Capuchinos); carmelitas calzados en Nuestra Señora del Carmen, San Alberto y Santa Teresa; carmelitas descalzos en el Santo Ángel y los Remedios; clérigos menores en el Espíritu Santo; seis conventos de dominicos; franciscanos observantes en San Francisco y San Buenaventura además del Valle; franciscanos angelinos en San Antonio; franciscanos descalzos en San Diego y San Pedro de Alcántara; terceros franciscanos en la calle Sol; mercedarios calzados en la Merced y San Laureano; mercedarios descalzos en San José; mínimos en San Francisco de Paula y la Victoria; y trinitarios en Santa Justa y Rufina los calzados y en la Trinidad los descalzos. En total, treinta comunidades con 575 monjes sin contar los del Oratorio de San Felipe Neri ni los hermanos de San Juan de Dios.
Camino a América
¿Por qué Sevilla concentraba tal número de monasterios y conventos? Se explica por la necesidad de establecer conventos que sirvieran de albergue temporal para los religiosos que pasaban a América. El convento de San Pablo, hoy convertido en parroquia de la Magdalena, era el noviciado dominico para las Américas; idéntica función a la que cumplió San Luis de los Franceses en el caso de los jesuitas.
Estos dos institutos religiosos todavía continúan con su presencia en la ciudad, si bien ha ido menguando paulatinamente. La Orden de Predicadores (los domini cani) llegó a contar con seis instalaciones en el casco de la ciudad: el convento de San Pablo desde la reconquista, aunque con diferente construcción, además del de Porta Coeli del siglo XV, y los de Monte-Sión (calle Feria), Regina Angelorum (calle Regina) y Santo Tomás (calle Santo Tomás) a partir del siglo XVI. El más tardío fue el de San Jacinto en el siglo XVII y el último que ha abandonado la orden, en 2016, aunque sigue atendiendo la parroquia trianera.
En la actualidad, queda una sola comunidad de frailes dominicos en el convento de Santo Tomás de la calle San Vicente, que antes fue de monjas con el nombre de Santa María del Real hasta su traslado a Bormujos. Además, las monjas dominicas mantienen abierto el convento de Madre de Dios de la Piedad en la calle San José.
Penuria vocacional
El repliegue de la Compañía de Jesús es todavía más ilustrativo, si cabe, de las penurias vocacionales por las que atraviesan las grandes congregaciones religiosas en nuestra tierra. Los hijos de San Ignacio llegaron a tener en Sevilla los colegios de San Gregorio (calle Alfonso XII), San Hermenegildo (plaza de la Gavidia), San Patricio (calle Jesús del Gran Poder) o la Inmaculada (calle Becas) además de San Luis o la Casa Profesa, actual templo de la Anunciación.
El último reducto en el Centro era la iglesia del Sagrado Corazón, cuya comunidad se reunió con la de Portacoeli. Conforme a la Plataforma Apostólica Suroccidental (PASO), son trece jesuitas los que residen en Sevilla, en dos casas: la de Eduardo Dato, donde está el colegio, y la de Torreblanca, cuya parroquia atienden. Desde aquí, cumplen su misión en el Portaceli, siete centros SAFA, la Universidad Loyola, el Centro Arrupe, Magis, la fundación Claver, la casa de ejercicios San Pablo de Dos Hermanas, la capellanía castrense y la causa de beatificación del padre Tarín, cuyo enterramiento dejaron en el Centro de Sevilla cuando se replegaron en 2021.
La exclaustración obligada de 1835 acabó con muchas comunidades
También la otra gran orden mendicante del siglo XIII ha venido replegándose poco a poco. Los franciscanos ocupaban la llamada Casa Grande, que abarcaba todo lo que es hoy la Plaza Nueva hasta el convento de San Buenaventura, que es el último reducto de los frailes menores en Sevilla capital junto con un piso en Palmete después de entregar el convento de San Antonio de Padua de la calle San Vicente a la hermandad del Buen Fin.
En realidad, los franciscanos son una gran familia con tres grandes ramas: observantes, conventuales y capuchinos. Una pequeña comunidad de frailes menores conventuales, por ejemplo, se encarga de la parroquia de los Desamparados del Parque Alcosa y los capuchinos atienden la parroquia de la Divina Pastora junto a su convento de la ronda histórica y la capilla de San José, actualmente en restauración.
La presencia femenina es más numerosa: clarisas en Santa María de Jesús de la calle Águilas y Santa Inés, y capuchinas en Santa Rosalía de la calle Cardenal Spínola. Por lo general, los cenobios femeninos han resistido mejor o al menos habían resistido mejor hasta ahora con la incorporación de vocaciones de otros países como Kenia o India.
Pero la cifra de órdenes y congregaciones masculinas que abandonaron Sevilla es extensa. Por aquí han pasado benedictinos, establecidos en el convento del prado de Santa Justa del que sólo conocemos en la actualidad su iglesia, en el barrio de la Calzada; cistercienses, aunque fuera en la vecina localidad de Santiponce en el monasterio de San Isidoro del Campo, todavía pendiente de uso, que fue después cenobio de los jerónimos, establecidos con anterioridad en San Jerónimo de Buenavista; cartujos en Santa María de las Cuevas, cuya ligazón con el Descubrimiento de América es innegable; basilios en la calle Relatos que llegó a contar con 62 monjes o mínimos de San Francisco de Paula en el convento de la Victoria.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete