Opinión: Día 19
Dicen que en Sevilla hay grandes avenidas. Cierto. Y grandes suntuosos edificios. También es verdad. Pero es otra realidad, absolutamente diáfana por desgracia, que existen barrios en ruinas. Bolsas de población viviendo en zonas indigentes donde los hogares ven agrietarse las paredes y hundirse las casas. Calles y rincones testigos de otros tiempos -moradores de la ciudad estrecha y clásica- antiguamente sanos y hoy carcomidos por decadente abandono. Inmenso dolor penitencial de una ciudad acostumbrada a vivir cuaresmas excesivamente largas. Porque díganme, si no, qué se puede sentir por plazas y calles entrañables de barrios con solera que huelen a picota y a derribo. ¿Acaso alguien puede decir que no es eso penitencia, y gorda? Después existen quienes se quejan de que la ciudad tirite en estas fechas, aunque pueda salir con fuerza el Sol de mediodía. ¿Alguna vez, piensa Sevilla, será tan duro este sufrimiento cuaresmal que se prórroga casi todo el año, que muera antes de alcanzar el día 40? No. O, al menos, sería terrible que así fuera, cuando sabemos que ya sólo nos quedan 21 días para la gloria.
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