Más de 700 kilos de hachís se cargaron en la nave de «El Gordo» la mañana del crimen
El autor confeso del asesinato ha desvelado a la juez los turbios negocios de su patrón
![Dispositivo policial durante el levantamiento del cadáver de Manuel J. G. el pasado 27 de noviembre](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/sevilla/2016/05/23/s/droga-gordo-nave--620x349.jpg)
El guardaespaldas y exmilitar cubano Alberto Hernández Blanco , autor confeso del mal llamado crimen de la gasolinera (el cadáver terminó en un surtidor del polígono Calonge pero el asesinato se cometió en realidad en la urbanización Mataluna de Carmona), ha declarado ante el juez que la misma mañana del suceso se cargaron entre 700 y 800 kilos de hachís en la nave donde acabó con la vida de Manuel J. G. con dos tiros de escopeta a bocajarro.
Así consta en el sumario del caso. La revelación evidenciaría que su patrón, José María Y. T. alias «El Gordo» (cuya desimputación decretó la juez instructora hace un par de semanas antes de recabar testimonios y realizar supuestamente que la acusación particular considera claves), supuestamente podría haber utilizado su empresa de transportes como tapadera , y a la vez, como lanzadera del presunto negocio del narcotráfico.
A Alberto Hernández, el único imputado por el asesinato el pasado 27 de noviembre de Manuel J. G., parece que se le ha ido soltando de la lengua entre rejas y al menos en dos ocasiones ha destapado una supuesta trama de drogas y tabaco ilegal en la que estaría implicado directamente su patrón, dando pelos y señales de una supuesta descarga de cerca de una tonelada de hachís que habría presenciado en la nave industrial apenas seis días antes del suceso.
El exmilitar cubano asegura que el empresario desimputado participó en el traslado de la droga
Ese material habría sido cargado providencialmente por el empresario y un colaborador (familiar directo del asesinado) pocas horas antes del crimen, con lo cual cuando acudió la Policía Nacional de madrugada a la nave no encontró ni rastro de la droga . Además, como las imágenes de las cámaras de seguridad se velaron extrañamente tras el crimen —hasta justo cuando entraron los especialistas de Homicidios—, tampoco hay vídeo que permita comprobar si hubo manejo de fardos de hachís.
Aunque hay severas contradicciones en los sucesivos relatos de los detenidos en relación al crimen, en general vienen a coincidir en que el 27 de noviembre Manuel J. G. se desplazó en su coche desde Mercasevilla a la urbanización carmonense de Mataluna pasadas las 15 horas junto a tres acompañantes. Acudía a reclamar una deuda a J osé María Y. T. , al que le unía una vieja relación, pero al poco de entrar en la nave industrial se habrían vivido momentos de gran tensión, porque de una habitación anexa salió Alberto Hernández armado con una escopeta de caza y uno de los que acompañaban al fallecido cogió una barra de hierro del suelo.
Entre reproches de unos hacia los otros, el exmilitar cubano terminó disparando dos tiros a bocajarro a Manuel J. G., el segundo para rematarlo en el suelo . Los acompañantes acabaron cargando el malherido en su coche para incorporarse a todo gas por la SE-30 en busca del hospital más cercano, pero en la Gota de Leche se encontraron con el habitual atasco y reclamaron (atribuyendo el suceso a un accidente de caza) la asistencia de una ambulancia, que cuando llegó a la gasolinera de Calonge —en cuyo carril de acceso detuvieron el vehículo— no pudo más que comunicar a la Policía Nacional la muerte violenta.
Investigación trabada
A partir de ese momento la investigación empieza a dilatarse y tropezar. Los agentes policiales tardaron muchas horas en inspeccionar el lugar del crimen. Las sospechas de que éste se pudo manipular son enormes, entre otras razones (aparte del demoledor testimonio del guardés de José María Y. T. ante el juez) por el detalle de que se perdieran las imágenes tomadas por las cámaras de videovigilancia , que sólo empezaron a grabar pasadas las 4 de la madrugada coincidiendo justo con el momento de la llegada de las patrulleras a la nave de Mataluna.
«El Gordo» no estaba ya allí porque, nada más cometer el crimen su subordinado, abandonó la provincia camino de un pueblo de Badajoz limítrofe con Portugal con la excusa de ir a visitar a unos familiares. Y al cubano Alberto Hernández tardaron una semana en echarle el guante encima porque, como profesional entrenado en la guerrilla nicaragüense, supo sobrevivir en pleno campo robando fruta y durmiendo en casas abandonadas.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete