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Jueves Santo en morado

Millán Herce

SEVILLA. Tarde gris del Jueves Santo. Decepción en las calles de Sevilla al contemplar como uno de sus días más grandes parece similarse a una de esas tardes del mes de noviembre.

Mientras, los sagrarios ocultos de algunos conventos comienzan a ser visitados. La lluvia del mediodía había destrozado la cuarta jornada de la Semana Santa. Las cuatro primeras cofradías del día habían decidido no salir a la calle, lo que hacía pensar que lo mismo ocurriría con el resto de las hermandades.  En la parroquia de la Magdalena, se reúne a las seis y media de la tarde la junta de gobierno de la Hermandad de la Quinta Angustia en cabildo extraordinario de oficiales para decidir si realizar la estación de penitencia o no. De repente, y rompiendo todos los pronósticos previstos, esta corporación dijo sí a que saliera la cofradía.  La hora de la salida quedó fijada a las siete y media de la tarde, momento en el que la cruz alzada cubierta por un trasparente velo morado cruzaba la puerta de la parroquia de la Magdalena.

Una gran cantidad de público se congregó en pocos minutos en los aledaños de este templo, queriendo presenciar la única cofradía que por el momento iba a transitar por las calles de Sevilla en el Jueves Santo. Las cruces arbóreas que portaban los penitentes de esta hermandad se confundieron por un momento con los gruesos troncos de los árboles que custodian la iglesia de la Magdalena.

Las personas allí congregadas no dejaban de elevar su mirada hacia los cielos, donde las nubes perdían poco a poco ese color ceniciento que habían tenido desde que amaciera el día. Desde dentro se organizaban los últimos tramos de la cofradía con la dificultad del gran público que se había quedado dentro de esta iglesia tras la celebración de los oficios. No obstante, la cofradía pudo organizarse en un breve periodo de tiempo. Los primeros sones del coro de sorchantres comenzaban a escucharse y el paso de misterio del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo realizó su primera chicotá con ese andar serio y solemne que le caracteriza. Una vez fuera, la tarde alcanzó tintes de Viernes Santo, el cielo se oscurecía y recortaba el perfil de Jesús Descendido. Su Madre, esperaba a sus plantas el momento en que su cuerpo se colocara en el inmenso sudario que le serviría de mortaja. El Cristo apareció casi hundido en la canastilla al tener que salvar el dintel de la puerta.

Ya una vez arriado el paso, se fue elevando poco a poco, mientras que los árboles, sin hojas, parecían por un momento retorcerse para abrigar el cuerpo de Dios que iba a ser acunado por María Santísima de la Quinta Angustia, una de las mejores imágenes realizadas en el siglo XX. Mientras, en la iglesia de la Anunciación la Hermandad del Valle decidía si realizaba la estación de penitencia. Quizá movida por la postura de La Quinta Angustia, una vez que esta cofradía ya se encontraba en la calle, El Valle decidió que sí saldría. De repente, el público que se encontraba en la Magdalena, al oír la noticia atravesó los callejones de esta collación para llegar hasta la calle imagen.

A las ocho y cuarto, cuarenta y cinco minutos después de lo previsto oficialmente, la cruz de guía de esta hermandad señera del Jueves Santo se plantaba en la calle. El primer paso de la cofradía, el de la Sagrada Coronación de Espinas, iba presidido del pequeño pasito que porta el relicario de la sagrada espina, del que colgaban unas pequeñas campanillas que recordaban mañanas de Corpus Christi.

Este primer paso iba exornado con claveles rojos en los que se entremezclaban matas de romero. Arriba, la imagen del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas lucía la clámide roja con brocados, que la hermandad ha adquirido en un anticuario de Milán. Posteriormente, Nuestro Padre Jesús con la Cruz al Hombro salía a la calle  a los sones de la marcha que lleva su nombre y que fue interpretada por la banda municipal de Sevilla. Después, un gran silencio invadió el entorno de la antigua universidad.

Era el momento en el que se conocía la decisión de la Hermandad de Pasión de no realizar la estación de penitencia. La decepción que se reflejó en los rostros de los allí presentes se suavizó cuando en el zaguán de la iglesia se vio reflejada la luz de una candelería. La Virgen del Valle ya estaba fuera. Prodigio de primavera que renace cada Semana Santa y que el próximo mes de noviembre será coronada. La interpretación de su marcha al salir fue una de las pocas estampas que la triste jornada de ayer nos hizo recordar, que a pesar de todo, era Jueves Santo.  

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