Hola, soy yo

Hasta que supo decir con absoluta desenvoltura esquinando su timidez eso de, hola, soy yo, Carmiña Leiva y no sentirse como una oveja viendo pasar el tren, esta profesional de las relaciones públicas lo pasaba fatal en los saraos donde tenía que presentarse para realizar su trabajo, trago que me asegura logró superar hace tan solo tres años. Resulta un tanto irónico que una mujer como ella, con el suficiente mundo en lo alto como para recrearlo en tan solo unas horas, tuviera como peor aliado un rasgo de su carácter que, para la profesión que desempeña, resulta tan incompatible como ser pirómano y aspirar a guardabosques. Aquel miedo escénico lo superó como Dios le dio a entender y hoy disfruta aún más de lo que hace sin la pesada carga de una timidez que, en cualquier caso, publica instintivamente llevando sus manos, una y otra vez, a su corta melena, con la que juega, quizás, a no ser descubierta embozada en una discreta coquetería.

La Fiesta en Pilatos. Pero Carmiña tiene pocas cosas que descubrir porque ella misma, con entera sinceridad, te las descubre. Fue de las primeras mujeres de su generación en Sevilla que prefirió trabajar antes que completar estudios en Inglaterra o Irlanda. Quería independencia económica pese a que, en aquellos tiempos, y para una niña que se vistió de largo en Pilatos y conoció en tan glamuroso ambiente a Grace Kelly y Jacky Kennedy, que por cierto ni se miraron en toda la noche, dejar los estudios y dedicarse a trabajar suponía un borrón en el expediente social de la época. A pesar de todo comenzó a trabajar y, desde entonces, la chica bien no ha parado. Ha pasado por boutiques, congresos, oficinas de prensa, tiendas de antigüedades y, por fín, las relaciones públicas. Hoy es directora de producción de la firma «Telmo y Leiva» y está en posesión de una agenda de más de siete mil personas que, según lo rquiera el evento que organicen, son invitadas para darle musculatura social a la cosa en cuestión.

La ONU en Sevilla. La semana de Feria en Sevilla es para cualquier relaciones públicas una cita inaplazable con el juego social, tan vital para su trabajo. Citas, encuentros, contactos, paseos y más paseos integrarán la carrera oficial de Carmiña en una feria que, asegura, «es el mejor escenario para las relaciones públicas, quizás la ONU de nuestro trabajo». De una Feria de su adolescencia, en la caseta de Manolo Lapique, guarda un recuerdo imborrable. Salió Carmiña a bailar unas rumbitas en presencia de Lola Flores. Y cuando más metida estaba en los duende de su baile, observó cómo Lola la miraba y se reía. Carmiña se abucharó. Hasta que le dijeron que la Faraona no se reía de sus hechuras rumberas, sino de los puchos que llevaba colocados debajo del traje de gitana. Aquella mujer le impactó. Pero en su trabajo le han impactado personas como Orson Wells, por su mirada inteligente; como Cayetana de Alba, por la sencillez de su grandeza; como Antonio Gades,ay, por su capacidad de seducción; como Ignacio Pablo Romero, por su señorío sureño; como Juan Luís el de Tarifa, por su talento y gracia sin artificios; como José Mercé, por su humanidad; como Manuela Vargas, por su elegancia castiza y como Ana María Abascal, por la exquisitez de su apostura. Pudiera seguir dando más nombres y también continuar jugando con su pelo al que, durante el tiempo de la entrevista, le ha dado una soba muy cariñosa. Pero no viene al caso. Prefiero dejarla apurando el té y observando un pequeño pañuelo de seda que lleva en el bolsillo de su chaqueta Príncipe de Gales y pensar cómo a una mujer de su talla le pudo costar tanto trabajo decir: Hola, soy yo, Carmiña Leiva.