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Una ciudad empapelada de anuncios

Algunos de los múltiples carteles que llenan de anuncios la ciudad. Díaz Japón

SEVILLA. Un cartel: «Se realizan trabajos de pintura, arreglos de persianas, limpieza de cocinas, instalaciones de barras y cuantas instalaciones necesite para su hogar. Preguntar por Rogelio». Otro: «Chica con experiencia, con la titulación en puericultura, se ofrece para cuidar niños. Llamar por la mañana». O este otro;«Venga a pelar su perro. Precios económicos». Son los reclamos de algunos de los múltiples carteles que podemos encontrar en marquesinas, farolas, portales, cabinas telefónicas o en los portales de las viviendas.

Existe una gran gama de modelos de estos carteles, que sólo tenemos que observar. En blanco y negro o de colores -que suelen ser de tonos fluorescentes para captar la atención de los destinatarios-; de sofisticados diseños o hechos a mano con un rotulador; con mensaje corto o con extensa información compensada. Sin embargo, sea cual sea su presentacón, todos tienen en común un número de teléfono o una dirección a la que acudir. Los precios en la mayoría no aparecen, siendo una característica básica de los carteles que encontrábamos hace unos años en los tablones de anuncio o en comercios, ya que los hay que prefieren que el interesado llame y consulte el presupuesto. De este modo, reconocen algunos de los anunciantes, «podemos enganchar».

Los «empapeladores»

Aunque parezca sencillo colocarlos, algunos de estos «empapeladores» del mobilliario urbano reconocen que antes de iniciar su tarea tienen que planificar una estrategia para pegarlos. «No se trata sólo de buscar un lugar visible y al alcance de todos, sino pensar qué ofrecemos y a qué personas puede interesar», explicó Javier, que desde hace varios años conoce el oficio. Él lo hace para «sacar unas pelillas» mientras estudia la carrera de Derecho.

Como en todas las prácticas comerciales, los carteles también tienen sus épocas. Y no sólo en lo referente a la cantidad sino al contenido de los mismos.

Al comienzo de los meses estivales abundan los anuncios de clases de recuperación, tanto de academias como de estudiantes universitarios, que imparten clases a los de menor nivel, o de servicios de limpieza. Unos reclamos publicitarios a los que también se suman los de alquieleres de pisos de estudiantes, que en una semanas ocuparán cualquier hueco posible, sobre todo en los tablones de anuncios de las facultades.

El primero que llega es el que ocupará un lugar preferente en la pared. En esta práctica, de colocar con fixo o grapas, el papel anunciador no existen normas establecidas, según la opinión de María -que se encontraba colocando un cartel en una marquesina-, «sólo el respeto del anuncio que hay puesto antes que el nuestro», añadió. Sin embargo, no siempre se respeta. De hecho, «cuando coloco un cartel, suelo pasarme cada dos días para reponerlo, por si acaso lo han quitado». A pesar de la competencia, que está ahí, «debemos jugar limpio, así nos beneficamos todos los que nos dedicamos a esto de colgar carteles», concluyó.

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