Reloj de arena
Amós Rodríguez Rey, el gregoriano según Cádiz
Con su hermano El Beni formó la collera que trajo a la reseca Sevilla los vendavales atlánticos de la bohemia

Abrir los ojos al mundo en el barrio del Mentidero , donde el Hércules gaditano tiene calle, tan cerca del Falla y de la facultad de Medicina, le dio a Don Amós Rodríguez Rey dos dones preciosos. El primero el de saber lidiar ... con los leones del flamenco, donde la soleá le besaba las manos. El segundo la magia de sanar los espíritus más negros, gracias al torrente de ingenio, buen humor y desacomplejada imaginación que derrochó a lo largo de su vida. Dicen que fue hermano lego en un convento de Cádiz donde Juan Brito , el pintor que redecoraba sus techos, lo escuchó como voz solista de un coro, tan arrobado por el tono grácil de su voz que gritó desde el andamio: «¡Qué bien canta esa monja!» Y hay otros que aseguran que fue seminarista y se quedó a dos naranjazos de cantar misa. A José Luís Montoya , en el patio de San Telmo, tras una bienal de flamenco, le desgranó cómo fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca por su enciclopédico saber flamenco. Le describió tan doctoral escenografía con todo lujo de birretes y togas. Otra cosa es que fuera verdad. Pero escucharlo te hacía feliz. Y lo creías por la convicción de su simpatía. Retransmitiendo el paso de una cofradía presidida por el arzobispo Amigo Vallejo para radio América de Jesús Quintero , se esmeró en describir el porte elegante del vallisoletano: «Ahí viene el arzobispo, presidiendo con su mitra, el amito, el alba, el cíngulo, la estola, la casulla... ¡¡Sevillanos, qué pedazo de Arzobispo tenemos!!» Fue tan singular retransmitiendo cofradías, tan heterodoxo en sus comentarios, que llegó a decir que al paso de la Cena solo le faltaba un plato de bacalo con tomate…
«Hermano del Beni de Cádiz, fue comercial, flamencólogo, radiofonista y puntal del Colmaíto, por donde pasaron duquesas, toreros y flamencos»
«Retransmitiendo el paso de una hermandad presidida por Amigo Vallejo, describió su indumentaria y remató: «¡Qué pedazo de arzobispo tenemos!»
«José Antonio Blázquez fue de los pocos que lo sorprendió en asuntos flamencos al enseñarle la cartilla de la Seguridad Social de Manolo Caracol»
Culto, leído, instruído, libresco y sabedor de que al flamenco le sobraban leyendas y le faltaba investigación dio una conferencia en el Teatro Andalucía de Cádiz que pasó a los anales. Amós gustaba de crear climax intimistas en sus conferencias. Sobre el atril, un flexo; a su lado un guitarrista para arpegiar sus reflexiones; el teatro a oscuras y, por efecto de la luz, Amós lucía papada de cardenal renacentista. Hablaba de las hondas raíces clásicas del baile en Cádiz, citando a las famosas puellaes gaditanas. Desde la oscuridad un gracioso le gritó: «¡¡Qué buena papada para una berza!!» Y Amós, sin inmutarse, hielo absoluto, se quitó las gafas, las dobló cuidadosamente, se acercó como un duelista al micro y dijo: «¡¡Esta es la gracia de Cádiz. Y yo me cago en tus muertos!!» Y se acabó la conferencia. Hermano del Beni , juntos formaron la collera que trajo a la reseca Sevilla los vendavales atlánticos de la bohemia, levantándole en la taberna El Colmaíto el templo a tan divinos vientos. En aquel local disfrutaron con las pleamares de la casa desde Álvaro Domecq a la Duquesa de Alba, desde Curro Romero al Pirri, desde el Nano a José Antonio Blázquez , con el que mantenía una muy buena amistad. La taberna tenía dos mesas nada más. Y un impoluto camarero detrás de la barra vestido de blanco almirante. El Vargas , más serio que un tanatorio. Blázquez, gran periodista y crítico de flamenco de este periódico, le dijo cierto día a Amós: «Te voy a sorprender con una cosa». Amós lo miró con cierto distanciamiento doctoral, como diciendo ¿a Hércules les va a explicar lo que son los leones?. Y Amós reconoció que lo sorprendió porque José Antonio le llevó la cartilla de la Seguridad Social de Manolo Caracol , recuerda Fernando Orgambides , asiduo de aquel Colmaíto de bendiciones mundanas.
Sus conocimientos de flamenco eran enciclopédicos. Dicen que se sabía casi todos los cantes y recopiló letras perdidas en las cajas fuertes de los discos de pizarra. Montó el espectáculo «Andalucismo» junto a Manolo Sanlúcar, Felipe Campuzano , su hermano Beni y él mismo. Pero el espectáculo era su persona, el gregoriano de su voz, el además calmo de sus formas, la realidad inventada de sus relatos, la felicidad que fue capaz siempre de sembrar a su alrededor. Sus aires aristocráticos lo llevaron al cine para que Martín Patino le diera en ‘Ojos Verdes’ el papel del marqués de Almodóvar . Cada vez que yo partía para La Habana me contaba historias de coloniales y boleros, de gardenias y angelitos de Machín , para acabar pidiéndome que le trajera para su cabeza de Columela flamenco un sombrero pay-pay. Los dos dones preciosos que le dio nacer en el Mentidero le abrieron las puertas de la leyenda y de la fantasía, esos territorios vedados para la vulgaridad de unos tiempos donde lo extraordinario se quedó en El Colmaíto…
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