Los asentamientos chabolistas de Sevilla se repueblan ante la lentitud en su erradicación
Radiografía del chabolismo en Sevilla
Frente a la lenta reducción de El Vacie, el poblado de Torreblanca crece de manera descontrolada y en el Polígono Sur se han eliminado sólo seis chabolas del núcleo que se levantó en los años 90 del siglo pasado
Las chabolas de Sevilla que Fomento no ve
![Dos de los vecinos de El Vacie en la puerta de su chabola](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/06/25/chabolas-vecinos-sevilla-Rdknpb6PqaaYLEIeXYKvS6O-1200x840@abc.jpg)
Los asentamientos chabolistas que hay repartidos en la ciudad es parte de la peor herencia que acaba de recibir el nuevo alcalde de Sevilla. El Vacie, Torreblanca y otros pequeños núcleos en Palmete, Polígono Sur y en los puentes que conectan la capital ... con San Juan de Aznalfarache son la evidencia del fracaso de las políticas sociales emprendidas por los últimos gobiernos y un reto para el nuevo equipo que acaba de llegar a la alcaldía hispalense.
ABC ha hecho un recorrido por estos asentamientos para comprobar en qué situación se encuentran en pleno siglo XXI y cuando Europa acaba de pegarle un tirón de orejas a España por la situación de los temporeros que viven en chabolas en la provincia de Huelva. El diagnóstico es preocupante: la reducción de chabolas va a un ritmo tan lento que el riesgo de repoblación ya es una evidencia como muestra la situación que ofrece el poblado ubicado entre Torreblanca y la barriada alcalareña de San Rafael, en la frontera entre el término municipal capitalino y el de Alcalá de Guadaíra. Aquí se ubican decenas de chabolas desde hace décadas. Hay dos núcleos principales, uno más pegado al polígono industrial La Cancela y otro más escorado hacia el lado alcalareño. Entre medio, hay chabolas dispersas que han ido levantando familias.
A diferencia de El Vacie, donde se han puesto en marcha, con más o menos fortuna, programas de reubicación de las familias fuera de las chabolas, en San Rafael no hay ninguna programación diseñada, más allá de la labor asistencial que realizan organizaciones como Cáritas a través de las parroquias. Esto está favoreciendo la llegada de nuevas familias a esta zona, algunos de ellos procedentes de otros poblados locales o de fuera de la provincia sevillana. «Las familias que acuden a nuestros recursos buscan alimentos, productos de primera necesidad o material escolar», señala Mariano Pérez de Ayala, presidente de Cáritas. Desde esta asociación han notado cómo la presencia de familias procedentes de asentamientos chabolistas y que llegan a su red de asistencia ha crecido.
La ubicación de este asentamiento no ayuda en absoluto a la intervención pública. En el límite entre dos municipios, el Ayuntamiento de Sevilla ha entendido siempre que es competencia de Alcalá de Guadaíra y en el municipio vecino no se ha activado ningún plan integral para acabar con este núcleo chabolista, que además tiene a dos pasos una planta industrial de recogida de chatarra. Muchas de las familias que viven en estas chabolas se dedican a la recogida y la reventa de estos materiales. Durante la visita que realizó ABC a la zona, no pasó desapercibida la presencia de un vehículo de gama alta como un Jaguar, saliendo de uno de los carriles de tierra que comunican los distintos puntos donde se levantan las chabolas. Un contraste absoluto.
Este asentamiento genera problemas sobre todo entre los empresarios del vecino polígono industrial La Cancela. En 2002, el presidente de la comunidad de propietarios alertaba por primera vez de los robos y daños que estaban sufriendo y señalaba a los chabolistas como posibles responsables. Esa misma queja se reproducía 18 años después, cuando en el recinto levantaron un muro para complicar el acceso de los pobladores del asentamiento al polígono. La queja principal es la sustracción sistemática de fluido eléctrico. El núcleo más importante que hay de chabolas es el que está precisamente más cercano a la valla del polígono y a las torres de la luz.
Niños que se hacen adultos entre chapas y cartones
La lentitud en los trabajos de reubicación de familias y eliminación de infraviviendas se observa de manera nítida en el Polígono Sur, en la calle Reina de los Ángeles, donde una veintena de familias fueron realojadas en la década de los 90 del siglo pasado procedente de otros asentamientos. En 2022 se adjudicaba finalmente el contrato para la demolición de las chabolas que siguen en pie tras un largo proceso de negociación. Según datos ofrecidos por el Comisionado del Polígono Sur, que tiene su sede administrativa justo enfrente, desde que empezaron los primeros intentos por reubicar a estas familias en otros barrios hasta ahora sólo han desaparecido seis «casitas». Pero las viviendas que siguen en pie han ido creciendo con el paso de los años y lo que antaño eran patios, algunos los han cubierto duplicando la capacidad de alojamiento de estas infraviviendas.
«El proceso va muy lento, excesivamente lento y aunque no nos consta que a día de hoy estén entrando nuevas familias, las que hay crecen. Se forman parejas que tienen hijos y esos niños acaban creciendo en una chabola», explica el comisionado para el Polígono Sur, Jaime Bretón, quien acompaña a este periódico a una de las terrazas del edificio donde trabaja y desde la que tiene una vista general de la calle Reina de los Ángeles donde se ubica la manzana de chabolas.
La presencia de menores en los poblados en horario escolar es una constante como demuestra el reportaje gráfico que acompaña a esta información. Y es también la evidencia de un fracaso en los planes para favorecer la integración de estas familias en entornos normalizados. Hasta los seis años los menores no están obligados a ir al colegio, pero a partir de esa edad, la escolarización es obligatoria y el absentismo una conducta de los padres que debe perseguirse. Precisamente el absentismo es una de las grandes losas que frenan la normalización en barrios desfavorecidos como las Tres Mil Viviendas.
![Casas prefabricadas que siguen en pie en el Polígono Sur](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/06/25/chabolas-poligono-sur-U52221546260cNB-624x350@abc.jpg)
En el Polígono Sur, como ocurre con el Vacie, el principal escollo al que se enfrentan los planes de erradicación -en el caso de que existan- es la falta de opciones en el parque público de vivienda para realojar a unas personas que además requieren de un acompañamiento social para que la integración no fracase.
«Estas familias de las casitas bajas pusieron en su día como condición no vivir en Martínez Montañés porque tenían enemigos allí y querían casas y no pisos para poder aparcar en la puerta. Muchos de ellos se dedican a la chatarra», recuerda Jaime Bretón. Unas condiciones imposibles a las que tuvieron que renunciar. «Sabemos que no es fácil el trabajo porque primero Emvisesa tiene que tener viviendas libres y después hay que trabajar previamente con el vecindario para que no haya rechazo. Pero es que se está tardando una eternidad».
Una piscina pública en lugar de chabolas
Las chabolas del Polígono Sur ocupan, además, un espacio en donde está proyectada la ampliación de las instalaciones deportivas del distrito y en el que se prevé construir una piscina pública. Es decir, que suponen un freno para la mejora de los equipamientos de una zona de la ciudad que carece de muchos servicios.
La reducción es más evidente en El Vacie donde el número de chabolas está ya a menos de la mitad de las que había hace más de una década. El Defensor del Pueblo Andaluz cifró en 2004 que la población chabolista estaba por encima de las 700 personas. En 2016, un informe del Comité René Cassin, que bebía de datos del Servicio de Estadística del Ayuntamiento de Sevilla, apuntaba que la población chabolista estaba en 526 habitantes. El Gobierno de Juan Espadas se comprometió a poner fin al asentamiento más antiguo de Europa en su primer gobierno, pero no fue posible. Ese mismo compromiso se aplazó al último mandato, que expiró con las elecciones de mayo, pero el Vacie sigue en pie. Ya en marzo, dos meses antes de los comicios municipales, el delegado de Hábitat Urbano, Juan Manuel Flores, se rendió a la evidencia afirmando que quedaba aún por cumplir con la meta.
El Gobierno de Antonio Muñoz se ha marchado sin dar la cifra oficial de las personas que aún viven en este núcleo. ABC la pidió en abril, a raíz del último incidente grave vivido dentro del asentamiento, pero la respuesta fue que no había novedades. El Vacie ha sido epicentro en los últimos meses de tiroteos y enfrentamientos entre clanes de portugueses y españoles. El perfil de muchos de esos residentes que viven en el Vacie es conflictivo, con muchos antecedentes y muy difícil de integrar. Aquí el trabajo de reubicación se vuelve aún más complicado.
Pero al perdurar en la zona, las probabilidades de que lleguen nuevos moradores ya ha quedado en evidencia. El pasado mes de abril, la Policía Nacional sacaba a una menor de 12 años que estaba siendo maltratada por su pareja de sólo 17 años. Según la información que pudieron recabar los agentes, los padres de la niña la habían llevado hace unos meses a El Vacie donde habían apalabrado su enlace matrimonial por el rito gitano. Después la dejaron allí y se marcharon de regreso a Portugal. De no haber intervenido la Policía, esa menor podría haber quedado embarazada, creándose una nueva familia en El Vacie. Su pareja es un chico que se había criado en el asentamiento y al que había regresado tras fugarse de un centro de menores. Este asentamiento, como también demuestran las operaciones policiales desarrolladas en él, es igualmente un lugar de refugio para delincuentes que escapan de órdenes judiciales. Es decir, sigue nutriéndose de habitantes.
Lo mismo ocurre con los asentamientos que hay debajo de los puentes que conducen a San Juan o el asentamiento que se ha ido estabilizando junto a la salida de la A-49, en el corredor verde que va en paralelo con el río. Aquí la población es mayoritariamente de origen rumana y se dedica a la mendicidad en la ciudad. A diario se les ve cruzar el puente que les lleva hasta Torre Sevilla, a dos pasos del centro histórico de una ciudad donde el chabolismo está lejos de erradicarse.
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